kradiario.cl
jueves, 12 de agosto de 2010
Página Editorial Latinoamericana
Diario El Tiempo de Bogotá Colombia
Coletazos de terror
A las cinco y media de la mañana de hoy los habitantes de Chapinero, céntrico barrio de la capital del país, se estremecieron con la detonación de un carrobomba sobre la emblemática carrera Séptima.
Afortunadamente el cobarde acto terrorista, que merece el más enérgico rechazo, no dejó víctimas fatales.
Aunque desde hace unos cuatro años Bogotá no era víctima de un atentado de estas características, es preciso recordar que la generación de zozobra y ansiedad es el objetivo principal de los terroristas.
Tal como lo afirmó el presidente Juan Manuel Santos, la política de seguridad democrática no puede bajar la guardia, en especial, en la capital de la República.
El simbolismo que atañe explotar un vehículo a pocas cuadras del centro financiero capitalino y cerca de la cadena radial Caracol y la agencia de noticias EFE, no puede hacer olvidar que hoy en día son más los planes de la guerrilla que se desactivan que los que cumplen con su propósito.
Cincuenta kilos de anfo no borrarán de la noche a la mañana los duros y permanentes golpes que el Estado le ha inflingido a los grupos al margen de la ley en tiempos recientes.
Bogotá es una urbe con una probada capacidad de recuperación que ya está regresando a su ritmo normal. Esa precisamente es la mejor respuesta de una ciudadana que masivamente condena el terror en todas sus formas y respalda a las autoridades en su lucha.
Diario La Razón de La Paz Bolivia
Itamaraty
Brasil debe saber que para promover sus valores, los mejores aliados son sus vecinos.
Con el desarrollo de una diplomacia presidencial, la presencia internacional de Brasil, no obstante la experiencia de Itamaraty, ha estado ligada más a las políticas e imágenes de los dos últimos mandatarios, particularmente del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien ha intentado incorporar a su país en el concierto de las naciones como una nueva potencia del sur emergente.
El secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, formalizó, no sin fundamentos, en la década de los 70, el criterio de que Brasil debería ejercer alguna tuición sobre los países de América Latina. Sin embargo, han surgido críticas a la política exterior brasileña al incorporar a sus intereses los asuntos de otras regiones. Así por ejemplo, el columnista Andrés Oppenheimer sostuvo que Brasil tuvo un lamentable “traspié” con el programa nuclear de Irán, involucrándose luego en el conflicto palestino-israelí y dejando a un lado la mediación en disputas que están mucho más cerca, en Latinoamérica.
En la misma dirección, el ex canciller mexicano Jorge Castañeda afirmó crudamente que “los fracasos acumulados por Lula da Silva en su política externa no son equivalentes a sus éxitos en el ámbito interno. Brasil se abstuvo de ejercer su liderazgo en temas sudamericanos y, en cambio, dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a convertir a su país en un actor de peso en el escenario de los grandes temas internacionales.
No consiguió obtener un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y trató de priorizar la Ronda Doha (de la OMC); pretendió un acuerdo sobre cambio climático en Copenhague y no lo alcanzó”. Finalmente, expresó Castañeda que “en los conflictos cercanos como los de Uruguay y Argentina, de Colombia y Venezuela, de Perú y Chile, de Colombia y Nicaragua, de Chile y Bolivia, Brasil no ejerció liderazgo alguno”.
El lugar donde Brasilia más se preocupó por emplear una política de no intromisión es justamente en esta región. “Despegar” de América del Sur y de sus naciones inconsistentes e inestables ha sido un objetivo tan ansiado como mal disfrazado a lo largo de los últimos años.
Los cuestionamientos se dan también en el ámbito interno. El ex canciller Celso Lafer opina que la política exterior de Lula no identificó correctamente las prioridades nacionales en el plano internacional, ignoró los valores tradicionales y debilitó por consiguiente el legado histórico que labró Itamaraty.
Brasil debe saber que para promover sus valores y objetivos, los mejores aliados son los vecinos inmediatos.
Diario El Espectador de Bogotá Colombia
El retorno de la diplomacia
Dicen los expertos que en diplomacia “la forma es fondo y el fondo es forma”, de manera que al margen de que la llegada a la Presidencia de Juan Manuel Santos, en esencia un continuador de Álvaro Uribe, no haya cambiado la agenda internacional, sus reuniones con Rafael Correa, el mismo 7 de agosto, y con Hugo Chávez el pasado martes revelan un cambio significativo en la forma de gestionar la política exterior y, si nos atenemos a la máxima antes enunciada, también un cambio de fondo.
La utilización de la diplomacia directa, al más alto nivel, no puede pasar por alto las particularidades de cada caso y las lecciones que arroja. En la relación con Ecuador, es evidente que los progresos alcanzados son resultado no sólo de la voluntad de ambos países para avanzar, sino también de un proceso en el que los avances han estado sujetos al cumplimiento de tareas y compromisos. Entregadas las copias del disco duro del computador de Raúl Reyes (comandante de las Farc), lo que queda por delante es, al parecer, menor y posible. Ya lo dijo Correa en una de las múltiples declaraciones que dio a los medios colombianos el fin de semana: tendrían que ocurrir hechos extraordinariamente graves para que el proceso de normalización se interrumpa.
En cuanto a la relación entre Colombia y Venezuela, en una decisión riesgosa que invierte el orden del hasta ahora venturoso proceso con Ecuador, pero que refleja la prioridad que se le está otorgando a lo bilateral, Santos y Chávez decidieron restablecer por completo las relaciones diplomáticas. La Declaración de Principios y la creación de las comisiones que se encargarán de gestionar los asuntos prioritarios son un buen principio para un proceso sobre el cual hay que guardar, para utilizar las palabras de la canciller María Ángela Holguín, un moderado optimismo.
La prioridad en la agenda, como se mencionaba el martes en ese espacio y ha sido reconocido por los dos mandatarios, es la restitución de unos niveles mínimos de confianza. No más diplomacia de micrófono y el establecimiento de un “teléfono rojo” para contener cualquier crisis antes de que escale. Acordado ese punto, sin el cual el resto de la temática es inviable, las cinco comisiones se ocuparán de los otros ítems, cuestiones de vieja data que van desde las relaciones comerciales (el bloqueo y el pago de la deuda a los exportadores colombianos), hasta los espinosos temas de seguridad, pasando por la atención a la problemática de la extensa frontera común.
Después del rompimiento ocurrido a raíz de la incursión en Ecuador, a la que sucedió una de las varias amenazas de guerra por parte del presidente Chávez, nunca se recobró la normalidad. Los embajadores en Caracas y Bogotá se volvieron actores ignorados, prácticamente invisibles, en la tambaleante relación, en tanto las cancillerías limitaron su papel a la de rectificadoras o cajas de resonancia de declaraciones emitidas por funcionarios sin responsabilidad en el manejo de la política exterior.
La reunión del martes entre un líder disminuido y acosado por la dura realidad interna, a un mes de una crítica elección interna, y un presidente que estrena credenciales es, en todo caso, buena noticia. De aquí en adelante los responsables del proceso, las cancillerías, tendrán que andar con pies de plomo para evitar que se altere el precario equilibrio que se ha empezado a construir. La realidad de hace una semana no ha cambiado, algunos de los temas sobre la mesa probablemente no se resolverán en tiempo previsible, lo que no puede ser óbice para que se mantenga interlocución civilizada, pues la vecindad es inevitable y a perpetuidad. Por esa razón, y especialmente por el bienestar de la población fronteriza, el retorno de la diplomacia es más que bienvenido.
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