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miércoles, 18 de agosto de 2010

El único deseo de Manuel Zelaya es volver lo antes posible a la Patria


El derrocado presidente de Honduras, Manuel Zelaya, reconoció en Buenos Aires que si no hubiese sido por el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva quizá estaría hoy muerto "porque fue precisamente él quien me salvó la vida" al darme protección en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa después que el gobierno defacto hondureño lo derrocó el 28 de junio de 2009 con comandos militares que ingresaron a su casa cuando aún dormía para llevarlo al aeropuerto y expulsarlo del país.

"Brasil me salvó la vida. Lula, Marco Aurelio (García, asesor en tema internacionales) y (el canciller) Celso Amorim me salvaron la vida porque me dieron protección en momentos en que el Ejército hondureño trataba de liquidarme", señaló Zelaya, quien viajó a Buenos Aires para participar en el Foro de Sao Paulo.

Igualmente el diario electrónico mexicano "El Informador" divulgó una carta de Zelaya enviada a un amigo donde expresa su tristeza por encontrarse solo y haber sido abandonado por sus partidarios en su exilio en la República Dominicana.

En la misiva el ex mandatario (gobernó de 2006 a 2009) acusó al Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) de haberlo abandonado en su lucha por retornar al país.

"La dirigencia del FNRP, que desarrolló una gran gesta contra el golpe de Estado, me está dejando a un lado en la estrategia por instalar una constituyente'', afirmó Zelaya en una carta enviada al ex diputado liberal Mario Padilla. Y "eso me afecta terriblemente la posibilidad de retornar a mi patria y recuperar mis derechos como hondureño''.
La entrevista realizada por periodista Mercedes López San Miguel del diario bonaerense Página 12 aborda también todos los aspectos de su permanencia en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa como también de su exilio en República Dominicana.

–¿Qué sintió en el momento en que le arrebataron el poder?

–Fue muy duro ver que alguien que empuñaba un arma irrumpiera por la fuerza en mi casa a las cinco de la mañana. En la puerta de entrada quedaron las marcas de los 67 disparos de armas de grueso calibre. Y fui sacado con ropa de cama, conducido para Costa Rica. En mi casa sólo estaba mi hija menor, que temió que los disparos fueran para mi humanidad. Fue un drama muy doloroso y triste. Un golpe de Estado es una ruptura de orden, del pacto social, es una tragedia. Desde ese momento el país vive una represión: asesinatos, detenciones, tortura. Después regresé a la sede diplomática de Brasil y fui sometido a todo tipo de vejámenes y hostigamiento.

–Estuvo en la base militar de Palmerola y luego fue trasladado a Costa Rica. ¿Cuál cree que fue el papel de Costa Rica en el golpe?

–Me dio un asilo inmediato. Después Nicaragua me otorgó protección y hoy vivo en República Dominicana.

–¿Cómo fue vivir ese tiempo como refugiado en la embajada?

–Estuve cinco meses en una pequeña oficina. Brasil me salvó la vida. Lula, Marco Aurelio (García) y Celso Amorim (N. de la R: El presidente de Brasil, su asesor en temas internacionales y su canciller) me salvaron la vida porque me dieron protección en momentos en que el Ejército trataba de liquidarme.

–¿Quién lo acompañaba?

–El pueblo me rodeó. Más de 20 mil personas llegaron a la puerta en menos de dos horas que se supo que yo estaba en la Embajada. Hubo una fuerte represión. Ahí murió Wendy Avila, una joven de la resistencia, asesinada por la dictadura. Hay más de 166 personas asesinadas también, más de 9.000 denuncias de violaciones a los derechos humanos, incluyendo 4.000 personas encarceladas y torturadas. Fueron asesinados más de siete periodistas en los primeros tres meses del gobierno de Lobo.

–¿Cómo recuerda esos cinco meses adentro de la embajada?

–Estuve aislado casi todo el tiempo. Se me bloqueaban las comunicaciones de celulares y el diálogo con mis familiares. Los domingos dejaban entrar a mi familia y sólo al grupo más reducido, a cinco personas. Tuve problemas de alimentación al principio; también cortaron los servicios básicos. A ello se sumó que nos bombardeaban con ultrasonido que afectaba nuestras mentes. Una tortura. No podíamos ni salir a la ventana que nos apuntaban con el láser de las pistolas.

–¿Temió que lo mataran?

–No tuve temor. Sabía que mi vida estaba en peligro. Me atreví a regresar a mi patria, a mi tierra, en pleno auge del golpe de Estado. Arriesgaba todo.

–Desde que Micheletti encabezó el golpe, el 28 de junio de 2009, hubo denuncias de violaciones a los derechos humanos. ¿Algo cambió con la llegada al poder de Porfirio Lobo?

–Empeoró. Empezaron los asesinatos más duros. Porque en Honduras una oligarquía sanguinaria ejerce el control de los medios de comunicación, de los bancos, de los medios de producción. Las principales cadenas de radio, televisión y prensa, con honrosas excepciones, son miembros de esa oligarquía, que hasta vende armas. Un golpe tiene diferentes fases que el Departamento de Estado norteamericano conoce de manual: la primera es la desestabilización y en ese proceso los medios juegan el papel principal de preparar el ambiente.

–Y todo porque usted quería convocar un referéndum para que la gente decidiera si se instalaba una asamblea constituyente...

–Ese fue el pretexto, fue el argumento mediático. Nosotros podemos demostrarlo después de un año del golpe, al hacernos eco de aquellas palabras de la Biblia, “por sus frutos los conoceréis”. Hasta que un árbol no echa el fruto, no se sabe si está envenenado o si es dulce. Si quiere saber quién dio el golpe de Estado vea qué fruto dejaron: se beneficiaron las compañías petroleras norteamericanas, las transnacionales, los bancos; se rompió con todo el socialismo del sur al que yo me había asociado –el ALBA, con Hugo Chávez– y se derogaron todos los procesos de participación popular. Detrás del golpe están los halcones de Washington.

–Desde un principio los hondureños se movilizaron en contra del golpe y se formó un frente de la resistencia. ¿Por qué bajaron las movilizaciones? ¿Hay un cierto desgaste?

–No. Estados Unidos apoyó al dictador (Roberto) Micheletti en todo. ¿Qué puede hacer un pequeño país como el nuestro frente al imperio? Tuvimos una agresión, una injerencia de Estados Unidos para blanquear el golpe.

–¿Qué sucede hoy día con la resistencia? ¿Quiénes la componen?

–Está organizada. Hay un debate de si se convierte en un proceso político electoral o si trabaja como una plataforma política de lucha. El debate no se ha resuelto. La componen los hondureños con conciencia, apolíticos; también hay una base política que es el Partido Liberal –que me llevó a la presidencia– y los miembros de organizaciones sociales, sindicatos, indígenas.

–Salvo Nicaragua, el resto de los países centroamericanos aprueban la incorporación de Honduras al Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y el regreso a la OEA. ¿Cómo lo interpreta?

–La posición de los países demócratas de América es de que Honduras debe volver a la comunidad internacional cuando Lobo esté dispuesto a cumplir condiciones de restablecer el orden democrático. Mientras siga la represión, Honduras no será reconocido. Pedimos que se cumplan esas condiciones.

–¿Cómo evalúa la actuación de los países de Sudamérica? Recientemente Chile normalizó relaciones con Honduras.

–Estamos muy complacidos de la posición de todos los países que condenaron el golpe. La condena fue unánime, pero el asunto de restaurar el orden estuvo dividido, una división que estuvo promovida por Estados Unidos. Países como Argentina son símbolos de la democracia latinoamericana. Igual que Brasil, Venezuela, Ecuador, Paraguay y Uruguay. Y Nicaragua. Estas naciones fueron fuertes en pedir la restauración de la democracia, que es un modo de proteger sus propias democracias.

–¿Cuál es la salida para Honduras?

–La restitución de la democracia y que el Poder Judicial sea independiente, que se puede dar en un proceso de diálogo y de reconciliación del país, sin olvidarse de que la impunidad no debe permanecer como un símbolo. El leit motiv es la refundación del país y una convocatoria a una constituyente.

–¿Se imagina volviendo a su país?

–Yo quiero volver, no quiero vivir afuera. El arraigo al clima, a la tierra. Vivir afuera es una tortura. Pero por ahora no puedo, tengo orden de captura. Mis verdugos siguen gobernando.

En el diario El Informador de México insiste también en que anhela retornar a su patria y recuperar sus derechos como hondureño. Según Zelaya, sigue ``teniendo esperanza en una pronta y sabia rectificación (del Frente de Resistencia)... y sigue en riesgo mi vida por amenazas constantes, vivo aquí (en la dominicana) con pocos recursos (provenientes) de la solidaridad internacional, desterrado por luchar por la justicia y los pobres''.


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