Por Eugenio Alvial Díaz
Las primeras lecciones de geografía de Chile que recibimos en la escuela decían, casi con monotonía: Chile es una larga y angosta faja de tierra que limita...etc.
No tenemos recuerdo que esta enseñanza nos preocupara de alguna manera y que ocasionara curiosidad y preguntas, éramos muy niños para tomarle el peso a lo que significaba esa verdad, por lo demás, en el mapa ampliado, Chile se veía muy grande frente a nosotros tan chicos.
Con el correr del tiempo y el ascenso en los estudios, pudimos percatarnos que la letanía geográfica disimulaba de alguna manera las malas políticas o decisiones equivocadas que se tomaron en el pasado, en las relaciones internacionales, y que culminaron en el esbelto perfil geográfico que hoy tenemos: un poco más de 4.300 Kmts.de largo, sin contar la Antártida, y un promedio de 180 Kmts. de ancho.
Los riesgos colaterales de esta arquitectura geográfica que tenemos, lo pudimos comprobar con ocasión de estar sirviendo en una fábrica de alimentos perecibles. En efecto, un año muy lluvioso por efecto de la corriente del Niño, Santiago quedó aislado del resto del país por el norte y sur, a través de carreteras, lo que significó que los camiones con la mercadería de reposición no pudieron moverse de la capital; obviamente, pasó otro tanto con un sinnúmero de empresas que empleaban la vía terrestre. Está demás decir que el transporte aéreo fue escaso y caro.
Al examinar detalladamente un mapa oficial del país, buscando rutas terrestres alternativas para salir de Santiago, nos percatamos cuan débiles somos en caminos, puentes y carreteras, por lo que comparamos a Chile con un spaguetti crudo, que se quiebra en pedazos por algún accidente.
Las causas podrían ser varias, especialmente en esta época, en que estamos viviendo desórdenes climáticos extraordinarios: excesos de lluvias y nieve o sismos de gran potencia; enormes incendios forestales; derrumbe de embalses; erupciones volcánicas; maremotos.
Expuesta la realidad nos quedan dos alternativas, la vía aérea y la vía marítima; para la primera se carece de máquinas, que son costosas, e infraestructura absolutamente insuficiente; como se sabe Santiago cuenta con un solo aeropuerto comercial (foto abajo izquierda, proyecto de otro aeropuerto para Santiago), para citar un caso. Por lo tanto, queda la segunda alternativa, que es la vía marítima.
Entonces, creemos que ha llegado el momento de actuar como miembro meritorio de la OCDE e implementar en Chile la carretera marítima, la que de alguna forma ya existió con la empresa Marítima del Estado (recordamos los vapores Arica, Antofagasta y Allipén) y otras que atendieron muy bien el cabotaje de las actuales 9ª, 10ª, 11ª y 12ª regiones.
Pero es más, para mayor abundamiento sobre el tema, consideremos que hace pocos días ha quedado refrendado entre Francia y España, una “autopista marítima” que unirá Nantes- Saint Nazare con Gijón, acuerdo que se tomó en consideración del atochamiento de las carreteras terrestres y el daño medioambiental.
Damos por entendido, que esta idea de proyecto, está enfocado con preferencia a servir de manera rápida, económica y eficiente a todas las regiones del país en lo referente al cabotaje de mercaderías, por consiguiente se requieren naves seguras y rápidas con terminales “express” estratégicamente emplazados en la geografía y eficientes (recepción, bodegaje, despacho).
¿Y qué pasaría con las carreteras terrestres?
Obviamente, tienen que seguir existiendo y, tal vez, ampliándose para poder dar cabida al creciente número de automóviles particulares y buses, (no olvidar que la Región Metropolitana es el mayor empleador de mano de obra del país) sin dejar de considerar que debe haber tramos que obligadamente conecten a los terminales marítimos con los lugares de destino de las mercaderías.
No cabe duda que el proyecto es ambicioso, pero a grandes problemas, grandes soluciones. Por otra parte las ventajas y beneficios que tendría, serían de la misma manera importantes.
Examinando las características de la idea nos encontramos con que la “carretera marítima” no es vulnerable como lo son las autopistas longitudinales, debido a los puentes, inclemencias climáticas o terremotos; no se degrada, no requiere mantención ni patrullajes policiales; no hay atochamientos, ni tacos vehiculares; es un factor de desarrollo para las producciones de las provincias que tendrían precios de transporte más económico; disminución de la polución del aire en campos, pueblos y ciudades.
Es bueno recordar que el transporte desde las provincias sureñas más alejadas de la capital, sufrió alzas al colapsar el sistema ferroviario, ya que éste era menos costoso por capacidad de carga en cada viaje.
Esta iniciativa es un buen desafío para los inversionistas y empresarios chilenos, pues se debe construir naves ad hoc al proyecto, es decir, cargueros de tamaño reducido, veloces y de bajo costo de explotación. Al respecto, Chile cuenta con los astilleros de la Armada, que detentan experiencia y asistencia extranjera adecuada para la construcción de buques de bajo tonelaje.
Aparte hay que considerar la construcción de terminales marítimos, específicos para el uso de esta carretera marítima.
Creemos que está demás decir, que la ejecución de este proyecto, aparte de todos los estudios previos, serios y responsables, debe ser ejecutado por tramos geográficos progresivos, hasta abarcar todo el país.
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