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viernes, 13 de agosto de 2010
Página Editorial Latinoamericana
Diario La Tercera de Santiago de Chile
Una ratificación necesaria
Por Juan Emilio Cheyre
Pese a que la Unasur se aleja de ser la iniciativa perfecta, considero necesario, pertinente y oportuno aprobar su Tratado Constitutivo. El trámite ya cumple dos años desde el ingreso a la Cámara de Diputados. Hoy está en el Senado y el canciller Moreno, así como diversos especialistas, hemos entregado nuestra opinión ante la Comisión de Relaciones Internacionales. Sin ser un gran entusiasta del proyecto, considero que en este caso resulta mejor estar allí que restarse.
Opto por Unasur, ya que se trata de una iniciativa de largo debate, cuyos objetivos son plenamente concordantes con la política exterior chilena. Entre ellos, destacan construir un espacio de integración y unión cultural, social, económica y política en el marco de la soberanía e independencia de los Estados.
Asimismo, el exitoso proceso de inserción de Chile en el mundo nos exige dar señales claras de nuestra complementaria y decidida vocación de asociación subregional, la que no siempre hemos logrado sea percibida por nuestros vecinos. Tal voluntad quedó demostrada al haber ejercido la primera presidencia pro tempore de Unasur, cooperando a darle vida. Este esfuerzo fue continuado por Ecuador durante el período siguiente. Debemos reconocer la tarea realizada por el Presidente Correa en el sentido de fortalecer el derecho internacional regional basado en principios y alejado de la coyuntura.
En el contexto del mundo globalizado, Unasur puede ser un buen camino para dar mayor peso a la región en el concierto internacional, generando, además, espacios para un rol más activo de Brasil. Adicionalmente, es prioritario evitar que esta sea otra iniciativa regional fallida, trabajando creativamente en su implementación, lo que exige buscar soluciones a las debilidades o contradicciones que presentan acuerdos de estas características.
En ese sentido, Chile debería actuar propositivamente en Unasur, definiendo un procedimiento de operación que gestione, controle y evalúe lo realizado. Resulta urgente elaborar proyectos concretos que busquen lograr objetivos específicos, como la solución de trabas aduaneras, y otro tipo de controles para hacer viable el libre tránsito de personas, servicios, bienes y productos, sin atentar contra la seguridad, ni el resguardo y protección del medioambiente y los recursos naturales.
Desde esa perspectiva, deberían tener una alta prioridad las obras de infraestructura orientadas a potenciar el intercambio entre América del Sur y Asia a través del Pacífico, así como el diseño de un proyecto energético intrarregional. Otro aspecto es la necesaria búsqueda de coordinación entre la Unasur y la OEA. Lejos de verlos como antagónicos, debe encontrarse la complementariedad entre ambos organismos. El conflicto entre Colombia y Venezuela, y la necesidad de mediación que generó, muestra esta necesidad.
En suma, me parece adecuado ratificar el tratado velando por la plena concordancia del documento con nuestros valores e intereses nacionales. Ello obliga a actuar proactivamente. Mención especial merece generar fórmulas que resguarden la democracia en el ejercicio del poder en los Estados de la región, materia vital que, a la fecha, ha sido evadida.
Diario La Razón de La Paz de Bolivia
Potosí, desesperante
El pliego de peticiones del Comité Cívico Potosinista contiene seis puntos de complicada solución, pero el conflicto ha rebasado el ámbito de las demandas regionales. Desde hace por lo menos una semana que las emociones dominan a quienes tienen la responsabilidad de devolverle la paz y la tranquilidad al departamento más pobre de Bolivia.
Por un lado, los potosinos se sienten abandonados por el gobierno de Evo Morales, presidente al que apoyaron con el 78,4% de los votos en las elecciones del año pasado. Por el otro, el Órgano Ejecutivo responde que grupos de radicales vinieron entorpeciendo los esfuerzos realizados hasta ahora para lograr un acercamiento. Lo cierto es que, por increíble que parezca, ambas partes dilapidaron valiosos días en la discusión de dónde o quién debe negociar, poniendo condiciones en lugar de mostrar una apertura desinteresada por el bien de todos.
Más allá de los contactos de las últimas horas, el paro tiene al país impresionado por la falta de capacidad de diálogo entre bolivianos. A fuerza de intolerancia, de falta de sentido común y de un interés verdadero en resolver el conflicto, hasta el momento prevaleció la inconsciencia. Las pérdidas económicas que genera la medida de presión en Potosí, donde se encuentra el Salar de Uyuni, atractivo turístico sin par en el país, dejan al descubierto la miopía tanto de cívicos departamentales como de autoridades nacionales.
Para colmo de males, la legitimidad de las protestas de unos rivaliza con la violación de los derechos de los demás.
Es el caso de los bloqueos de caminos, con los que miles de personas —entre ellas visitantes nacionales y extranjeros que mueven la economía, especialmente, de las ciudades sureñas— suelen permanecer en completa indefensión.
La situación es ya angustiosa y resta por negociar la cuestión de límites entre Quillacas y Coroma, la apertura de la planta de Karachipampa, la preservación del Cerro Rico, la atención a proyectos viales, la construcción de un aeropuerto y la instalación de una fábrica de cemento. En este último punto, la lógica manda realizar un estudio de factibilidad, para establecer las mejores condiciones que puedan viabilizar este proyecto y evitar una aventura que podría acabar mal.
Es cierto que para cada caso, el Presidente tiene colaboradores preparados, seguramente, para dar respuestas. Pero, ¿y si él aceptase dialogar con los potosinos? ¿Qué se perdería? ¿Qué se ganaría?
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