kradiario.cl

sábado, 14 de agosto de 2010

La vocación de servicio público


Por Eugenio Alvial Díaz

La del título es una frase muy recurrida cada cierto tiempo, especialmente, cada cuatro años, nos invita a examinar bien su significado. Empezaremos por averiguar que dice exactamente el diccionario del vocablo vocación y por alcance, también veremos que dice sobre la palabra empatía.

Vocación, dice: “inclinación natural de una persona por un arte, una profesión o un determinado género de vida”. Sobre empatía dice: “Estado mental en que uno mismo se identifica con otro grupo o persona”.

A través del tiempo y en distintas partes del mundo se ha visto y distinguido a personas con vocación y si somos acuciosos al leer sus biografías o investigar sus historias, encontraremos un denominador común, el sacrificio y el altruismo. La inclinación natural era tan fuerte que actuaban en pos de su vocación a pesar de los obstáculos que hubiere. Cuántos murieron en el olvido, la enfermedad, la miseria y el abandono, pero con el corazón rebosante de alegría por haber alcanzado su objetivo vocacional. Grandes espíritus selectos, altamente evolucionados.

Algo parecido ocurre con la empatía. Quien la lleva significa que está “despierto”, es decir, es capaz de sentir y comprender las situaciones del prójimo, lo que impulsará a dar a conocer las situaciones e idear mitigaciones o soluciones viables para lo que necesita o aqueja a otra(s) persona(s).

Recordamos con toda claridad aquella clase de castellano, en el liceo, cuando nuestra profesora del ramo, diletante y gran defensora de la literatura chilena, nos pidió comentar el reciente premio nacional de literatura de la época. Se trataba del escritor Manuel Rojas y su cuento El vaso de leche.

El fondo del cuento es el robo de un vaso de leche que hizo un muchacho hambriento, luego la pregunta que nos hizo la profesora es, por qué el autor había descrito tan acertadamente la sensación del hambriento; uno de los compañeros acertó diciendo que el escritor habría pasado hambre en alguna ocasión, por lo que pudo hacer una descripción vívida del episodio.

A estas alturas estamos coligiendo que ambas manifestaciones, a saber, vocación y altruismo van de la mano. Es decir, si alguien dice tener vocación de servicio público debe demostrarlo a través de la empatía.

Pongamos el caso, como ejemplos, de sentir lo que significa que el techo de la mediagua se pase de lluvia a las cuatro de la mañana y se mojan las camas, en una de la cuales está un niño con 40º de fiebre; o aquellos que pagaron por su casa nueva que al poco tiempo se llueve y desarma a pedazos y no hay responsables.

Y así, las pruebas son duras, reales y cotidianas. Para entenderlas habría que pasar la misma experiencia que nuestro escritor Manuel Rojas.

Al final, nos parece que hay una confusión de significados, porque se confunde vocación de servicio, con vocación electorera y ésta es muy fácil de comprobar, pues al día siguiente de alguna elección ya están sonando candidatos para la próxima: “Quien madruga, Dios le ayuda”.

Pero lo que produce un tremendo desasociego es comprobar que esta frasecita en cuestión, de alguna forma ha servido para entronizar en puestos públicos de diversa naturaleza a personas hábiles que se benefician legalmente de las arcas fiscales, cuyos afluentes impositivos provienen desde las empresas y comercio hasta el mendigo que logra comprar un par de panes y alguna pequeñez más, pagando el correspondiente 19% de IVA.

Pensándolo mejor, creo que este tema habría que mirarlo desde el lado opuesto y con empatía, queremos decir que la gran masa de ciudadanos debiera tener siempre “vocación de servicio privado” y elegir a aquellos que denodadamente trabajan una corta temporada para ser electos “per sempre” hasta que llegue el momento de rendir la Cuenta Final, gestión que se hace en otra parte, donde no hay vocación de servicio, ni empatía.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario