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jueves, 2 de julio de 2015

CUBA-EE UU-EMBAJADAS-KRADIARIO

LAS PUERTAS DE LAS EMBAJADAS DE EE UU EN LA HABANA Y CUBA EN WASHINGTON

Por Martín Poblete

El 2 de enero de 1961, en un discurso en la Plaza de la Revolución, Fidel Castro  anunció la exigencia comunicada al gobierno de los Estados Unidos, de reducir a once personas el personal de la embajada en La Habana, sin especificar  si se trataba de diplomáticos o de la totalidad de personal acreditado. 
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La reacción inicial en Washington fue pedir una clarificación; ésta llegó al día siguiente, el gobierno cubano incluía en los once funcionarios permitidos a todos los empleados de la Embajada, incluyendo secretarias y criptoanalistas.  En la tarde del 3 de enero, rechazando las limitaciones impuestas a sus diplomáticos, el gobierno de Estados Unidos informó al de Cuba la suspensión de relaciones diplomáticas, las puertas de las embajadas permanecerían simbólicamente cerradas por cincuenta y cuatro años.

De todas maneras, no faltaron intentos por cambiar la situación, ambos países tenían nutridas agendas de temas por tratar, la falta de relaciones diplomáticas emergía como un serio obstáculo para lograr una mejor comprensión de los respectivos intereses.
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Durante la Administración del Presidente Gerald Ford tuvieron lugar los primeros intentos por buscar una distensión, pero la participación cubana en la intervención de la entonces Unión Soviética en Angola arruinó las perspectivas; desde Washington, el Secretario de Estado Henry Kissinger exigió el retiro de las fuerzas cubanas de Angola, como requisito ineludible para discutir cambios en la relación bilateral con Cuba.

Apenas instalado en la Casa Blanca, el Presidente Jimmy Carter y su secretario de Estado Cyrus Vance, plantearon la necesidad de revisar la relación con Cuba, sacando de en medio la exigencia de retirar las tropas cubanas en Angola, al mando de un oficial de blindados el General Arnaldo Ochoa, como requisito previo a iniciar conversaciones.   Por un tiempo se utilizó el mecanismo de asignar funcionarios de rango intermedio, Culver Glysteen del Departamento de Estado, y Néstor García primer secretario de la Misión de Cuba ante las Naciones Unidas.
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Las dificultades de alcanzar pleno restablecimiento de relaciones diplomáticas movieron a los americanos a intentar algo diferente, a mediados de 1977 comenzó a discutirse la propuesta de abrir secciones de interés de Estados Unidos en Cuba bajo la tuición de la Embajada de Suiza, y de Cuba en Estados Unidos bajo la tuición de la Embajada de la entonces Checoslovaquia, cuyos respectivos jefes no serían embajadores pero tendrían rango de embajador;  esta idea fue materializada en agosto de 1977 con la llegada a La Habana   del Embajador Wayne Smith, y a Washington del Embajador Ramón Sánchez Parodi, en círculos académicos y políticos se tuvo la impresión  de un preludio al restablecimiento de relaciones diplomáticas.  Sin embargo, la idea tenía adversarios, en Washington especialmente en la persona del Consejero de Seguridad Nacional Dr. Zbigniew Brzezinsky, para quien las oficinas de interés tenían valor meramente instrumental; la visión del Dr. Brzezinsky terminaría por imponerse,  siendo aceptada por las administraciones Republicanas de los Presidentes Ronald Reagan y George H.W. Bush.
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Mientras las relaciones a nivel de gobiernos seguían en el congelador, la Iglesia Católica en Estados Unidos continuaba su aproximación a la de  Cuba, esfuerzo centrado en el Arzobispado de Nueva York iniciado por el Cardenal Terence Cooke;  a comienzos de la década de los 1980 hubo importantes cambios,  en La Habana asumió el Cardenal Jaime Ortega, en Nueva York el Cardenal John Joseph O`Connor quien a poco andar designó Canciller del Arzobispado al destacado clérigo cubano en el exilio Monseñor Raúl Del Valle.   Hubo numerosos contactos entre personeros de rango intermedio, del Arzobispado y de la Misión de Cuba ante Naciones Unidas;  la cuidadosa y suave llegada de un miembro titular del Comité Central a un cargo en la Misión cubana le confirió un cierto peso político específico a las conversaciones.
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En todas estas gestiones aparecían, a veces temprano en otras mas tarde, las mutuas sospechas entre cubanos.  Un caso notable ocurrió en una visita del Vicario General del Arzobispado de La Habana y su esfuerzo por reunirse con un religioso de Orden, prominente en el exilio en la región metropolitana de Nueva York/New Jersey; se les ofrecieron numerosas opciones, siempre alguno alzaba objeciones, que si el lugar era seguro, si había alto riesgo de ser sorprendido conversando con el otro; se les propuso encontrarse en un lugar público, se les consiguieron entradas para la Metropolitan Opera House en distintos lugares del vasto teatro, era el estreno de una nueva producción de Parsifal con el gran tenor Plácido Domingo; conversaron en los largos intermedios tomándose un café en el Grand Tier, al final uno salió con el público a Lincoln Center Plaza y tomó un taxi en Broadway, el otro salió por el subterráneo cruzando el estacionamiento, caminó por el Lincoln Center Campus de Fordham University  para tomar un taxi  en la 63 con Novena.  A la fecha, dicho encuentro permanece confidencial, y se hablaron cosas importantes  para la Iglesia y la relación bilateral.

El anuncio conjunto de los Presidentes Barack Obama y Raúl Castro  pone fin a un episodio  que quizás nunca debió ocurrir.  Ahora, se da comienzo a una nueva etapa, siempre es más fácil conversar las diferencias, y alcanzar acuerdos, cuando las puertas de las embajadas están abiertas y así lo será el próximo 20 de julio. 

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