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lunes, 6 de julio de 2015

CHILE-CRIMINALIDAD-KRADIARIO

LA DELINCUENCIA Y SUS PROGRESOS
Por Hugo Latorre Fuenzalida

Hace unos años los estadios y el fútbol en Chile estaba tomado por un público delincuencial. La gente que quería gozar de un espectáculo atractivo para las familias, con niños incluidos, debió hacerlo desde sus casas; luego se dieron cuenta que el público no llenaba los estadios y se comenzó a eliminar el fútbol en las trasmisiones abiertas; los espectáculos incendiarios y destructivos siguieron viento en popa por mano de las barras bravas. 

Personajes peligrosos adquirieron nombradía por sus aventuras y estropicios, hasta se pudo presenciar actos criminales con puñal en mano en medio de un espectáculo futbolístico. En fin, cuando se dejan abiertas las puertas al mal, el mal campea y se adueña de las situaciones, eso lo enseña la larga historia criminal de la humanidad en todos los campos, no sólo los de juego. Recordemos los desastres causados por los delincuentes futboleros ingleses (hooligans) en tiempos de Margareth  Thatcher, cuando asolaban las ciudades y los estadios de Europa.
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Pero ahora pareciera que la calma vuelve  a los estadios de Chile, como regresó también a los estadios de Inglaterra y de Europa. Se pueden dar dos explicaciones a este fenómeno: uno social y otro de gestión pública. En lo social, se constata que estos procesos  de derrape juvenil en el fútbol coinciden con tiempos de crisis económica tremendamente lesivos para los hogares de los jóvenes, en medio de políticas que abandonan el cuidado de esa juventud; luego que se recupera la economía y esa generación de jóvenes logra reinsertarse, el problema de los estadios se resuelve de manera notable, como fue el caso de Inglaterra. 
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Una de las personas que protestaron el viernes
 con un cacerolazo  dijo que lo hacía por los
múltiples  asaltos y  robos con violencia
 que a diario ocurren en el en barrio alto.
En Chile, los jóvenes que habitan la periferia de las grandes ciudades del país no trabajan ni estudian, en una proporción del 38% según estudios de la Universidad de Chile. Es esa juventud, que no tiene más destino que ser enroladas en bandas delincuenciales y revoltosas la que estuvo azotando los estadios del país.
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En el caso de Chile el problema social de esos jóvenes no se ha morigerado, pero ha pasado a otra etapa organizativa, cuales son los grupos anárquicos, droga, delincuencia común y grupos alternativos diversos.
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La otra explicación, adicional a la social, como señalábamos, es la de gestión administrativa, pues  se impuso un control muy estricto sobre los asistentes al estadio con las respectivas prohibiciones de ingresar de los fulanos que oficiaban como cabecillas de cada barra brava. De esta forma se ha logrado bajar la tasa de violencia en los estadios; pero esa misma violencia no ha podido ser retirada de las calles cada vez que los equipos chilenos ganan o pierden. Ahí están los buses quemados, que llegan a centenares, y los desmanes contra la propiedad pública que suma otros tantos miles de millones de pesos.
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Como decíamos, el problema social de la juventud chilena está intacto, por lo que esa juventud no se ha reinsertado sino que ha cambiado sus estrategias: ya no opera en los estadios, sino que en las celebraciones y en las protestas.
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Desde la derecha se mira el tema de la delincuencia desde una perspectiva puramente casuística: a más delincuencia, más policía. Eso suena lógico, siempre y cuando usted vaya ganando la batalla; pero no es  así. La delincuencia aumenta. Lo que acontece ahora es que la gente va sintiendo que es ocioso denunciar, pues los efectos son casi nulos, por eso aparecen menos denuncias. Lo otro que acontece es que la delincuencia se hace más profesional y por tanto más efectiva; ahora los actos delincuenciales son más espectaculares y se obtienen de ellos muchas más ganancias. Ya no es  el carterista ni el ratero noctámbulo; ahora la especialización da para los cajeros automáticos, los transportes de valores, los autos de lujo y las casas con mucho efectivo guardado en la caja de fondo. En todos estos casos hay detrás un respaldo de inteligencia; ya no se hace nada de forma espontánea o amateur.
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En consecuencia, así como se logró refrenar la delincuencia en los estadios y se ha mantenido a raya en el Metro, se debe ir diseñando estrategias efectivas de abordaje de cada problema en su nivel de complejidad: lo que es cobertura insuficiente, se debe abordar con dotación suficiente y eficiente; lo que es actividad especializada, con la contraparte de inteligencia también altamente especializada. No se trata de tirar a la calle un pelotón de policías  a pasear su humanidad, pero sin resultados concretos.
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Pero el factor que está faltando, es que así como la delincuencia se activa por la presencia de mayor riqueza exhibida por un sector minoritario de la población, también se activa esa delincuencia por la presencia de una pobreza juvenil que no se reduce ni se atiende. Si no se gana la batalla de la pobreza y el abandono juvenil, se perderá la batalla por la paz social y por la sana convivencia ciudadana.

Hay tantos países que dan testimonio de esta aseveración, que es ocioso insistir en ello: ahí están Estados Unidos, México, Venezuela, Colombia, Centro América; es decir todos esos países donde la desigualdad es tan extrema y tan ajena a la miseria de las mayorías de jóvenes, que hace que todos los remedios que se ensayan, una vez que el mal se instala, sean insuficientes e ineficientes, pues el virus corruptor va penetrando, capa por capa, a la sociedad toda.

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