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lunes, 23 de mayo de 2016

EL DISCURSO PRESIDENCIAL, LA CALLE Y LOS RETOS
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Por Eugenio Rivera

Fue un discurso corto, de  una hora y 30 minutos; concentrado en mostrar la contundencia de lo avanzado, lo que no encuentra parangón en nuestra historia democrática. Estuvo dirigido a la gente de Chile, no a los políticos ni a los partidos, apostando a un diálogo directo con la ciudanía. El problema es que la reconstrucción de la política, del sistema de partidos y de su relación con la ciudadanía es uno de los principales, sino el principal problema del país. Si bien es cierto que las reformas políticas en marcha colaborarán en esa dirección, ello no es suficiente; requiere una hábil capacidad de gestión política y no aparecieron señales contundentes en ese sentido. Es cierto que será crucial la Nueva Constitución, pero para que el proceso constituyente termine exitosamente se necesita avanzar en lo indicado y el rol político de la Presidenta en esa tarea, es fundamental.

El discurso no abordó los temas políticos fundamentales. Es difícil pensar que se puedan resolver los principales problema del gobierno y de su coalición: la unidad de criterios frente a temas fundamentales y la gestión política global, de las reformas y de las principales políticas públicas. Un liderazgo político potente habría definido, y se habría expresado en el discurso, la política laboral luego del fallo del Tribunal Constitucional (TC). Tampoco apareció una propuesta contundente respecto del problema de las etnias originarias ni decisiones que abordaran las seria crisis derivada de la presentación de un requerimiento de los parlamentarios socialistas al TC como efecto de la ley corta antidelincuencia. Esta constatación pone en cuestión la posibilidad de terminar la administración revirtiendo los bajos niveles de popularidad y, sobre todo, revirtiendo la mala imagen que en las encuestas aparecen teniendo algunas reformas. Esto debilita la posibilidad de que en el próximo gobierno se avance en los temas pendientes.

Lo más positivo del discurso fue sin duda que dejó en evidencia la capacidad del país de impulsar un proceso significativo de reformas en el marco democrático y paralelo al fortalecimiento de las instituciones políticas, en particular como efecto de la agenda anticorrupción en la política y los negocios. Es importante tener en cuenta que ello es algo nuevo en nuestra historia. Las reformas intentadas por el Presidente Allende fueron aplastadas por el golpe militar. Las reformas radicales de Pinochet se hicieron a sangre y fuego y con la democracia, la política y los partidos proscritos. Esto tampoco ha ocurrido en otros países de la región, donde los procesos de reformas han terminado en graves crisis políticas. El impulso de un amplio debate constitucional y que en el horizonte aparezca como posible que por primera vez en nuestra historia tengamos una Constitución construida democráticamente, será un test fundamental de nuestra capacidad para resolver nuestras diferencias de forma democrática.

En este contexto cabe preguntarse: ¿Cuáles era los objetivos del discurso? En mi opinión tres principales.

En primer lugar, como indiqué más arriba, dejar en evidencia avances contundentes en el campo de las reformas y en los beneficios para los ciudadanos más pobres y vulnerables. Los avances en educación y la hoja de ruta para terminarla e implementarla son impresionantes. Este ámbito será, probablemente, algo que la ciudadanía reconocerá plenamente.

En segundo lugar, mejorar el diálogo con el mundo empresarial. La pregunta clave es:  ¿Se logra este objetivo? En parte sí, pues se señala con claridad que no habrá nuevas reformas con la  excepción del compromiso de acelerar la creación de la AFP estatal, que en todo caso ya estaba  en la agenda. Por otra parte, para el logro de este objetivo respecto de las asociaciones empresariales será crucial la definición sobre la reforma laboral. El problema es que si el mundo empresarial queda contento, ello traerá problemas con el mundo sindical que en tales circunstancias se podría sumar a los irritados con la situación actual. El aporte a este objetivo de la decisión de reafirmar la  prioridad de la política de reducción del déficit estructural de 0,25%, es sin duda problemático. Al relevar la importancia del equilibrio en las finanzas pública, pero sin retrotraer las reformas ni lanzar un programa significativo de infraestructura (cuyo efecto sería principalmente político, por los tiempos que requiere), permitirá a las asociaciones empresariales ratificar su convicción de que el Gobierno es pasivo frente a la desaceleración. Lo débil de la política de relevar el crecimiento se expresa también en lo poco desarrollado en el discurso del Pacto por el Crecimiento. Todo ello hace poco plausible que se mejore sustancialmente la relación con el mundo empresarial.

El tercer objetivo era mejorar el diálogo directo con la ciudadanía. Un primer mecanismo utilizado para ello en el discurso, fue el de mostrar la extensión de la red de protección social, en el campo de la educación, de la protección de la niñez, de los servicios de atención a las familias y de salud en la ciudades y hasta los lugares más apartado, la multifacética política urbana y de vivienda entre otros..

Las imágenes de los incidentes en las afueras del Congreso Nacional que mostró la televisión plantean un signo de interrogación dramático. Algunos dirán que esos “encapuchados” representan sólo un grupo pequeño de extremistas. Aunque fuera así, es preocupante el grado de violencia que alcanzaron las manifestaciones en esta oportunidad. Por otra parte, esas protestas se suman a las que han ocurrido en la X Región del país, en particular en Chiloé, a la larga protesta de los funcionarios públicos de Atacama para no nombrar más que los recientes. Pero, además, estos fenómenos se tienen que analizar incluyendo en el análisis el alto desprestigio del sistema político, de las élites, del empresariado, de la iglesia y las FF. AA. Es clave reflexionar sobre la gran fragmentación que están experimentando las fuerzas políticas. Es probable que los grupos que están fuera de Chile Vamos y de la Nueva Mayoría experimenten un fuerte crecimiento. En ese sentido, lo planteado por la Presidenta respecto del divorcio entre la élite y la ciudadanía parece más grave de lo que su discurso deja traslucir y mucho más que lo que la oposición y la tecnocracia concertacionista quiere siquiera aceptar.

Pareciera, por otra parte, que los campos de demanda social se han desplazado a lo que se podría denominar un nueva generación de demandas sociales que adquieren connotaciones política y económicas que apuntan a la necesidad de profundizar la transformación del modelo económico social. De partida, una educación de calidad y gratuita que asegure educación igualitaria y de calidad. Pareciera que los estudiantes no consideran que desde el punto de vista de la dirección de las políticas, se esté avanzando lo suficiente en esa orientación. Del mismo modo, un cambio radical del sistema privado de pensiones, de la salud pública y del sistema de Isapres (este último cuestionado anualmente por las demandas judiciales) aparecen como indispensable en el horizonte para dar cuenta de la irritación ciudadana. Pero se agregan otras demandas latentes que apuntan a temas que se contraponen al modelo vigente: una real descentralización política, administrativa y financiera; un modelo económico que distribuya realmente sus frutos y que se traduzca en el desarrollo de nuevos impulsores del crecimiento y que abra posibilidades de desarrollo personal y colectivo  a las mayorías ciudadanas.

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