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lunes, 23 de mayo de 2016

COLUMNA DE OPINIÓN DEL EDITOR


BACHELET VIVIÓ UNA CAÓTICA SITUACIÓN DE VIOLENCIA EN  LA PROPIA CUNA DE LA DEMOCRACIA Y LA CASA DE LOS POLÍTICOS

Falta de liderazgo en el Gobierno revelan los incidentes del sábado

Por Walter Krohne 


Lo ocurrido en Valparaíso el 21 de mayo fue  un acto de violencia y criminalidad sin límites que sobrepasó la mayoría de los incidentes similares anteriores que, según nuestra memoria, vienen produciéndose en Chile desde hace por lo menos una década. Esta vez, sin embargo, la situación llegó a extremos desconocidos, porque además de empañar la cuenta anual que entregaba al país la Presidenta Michelle Bachelet en el Congreso Nacional, dejó un saldo de un muerto -el cuidador municipal Eduardo Lara (71)-,  en uno de los tres incendios causados por un grupo de encapuchados. Lara murió en el tercer piso de un inmueble histórico de cuatro plantas, donde funcionaba la secretaría municipal de Valparaíso, del cual solamente quedaron cenizas.
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Justamente cuando Bachelet hablaba  al interior del Parlamento chileno,  en la tradicional y solemne ceremonia, afuera del recinto se desataba una guerra campal con resultados desastrosos para todos los sectores: manifestantes, carabineros, espectadores, comerciantes y servicios de emergencia y seguridad. Cada año, estudiantes y algunos gremios utilizan este momento para protestar en las calles de la ciudad portuaria por el frustrado logro de sus reivindicaciones o en contra de los políticos y del orden establecido. Estas protestas son infiltradas por los llamados “encapuchados” que en líneas generales tienen poco de políticos-anarquistas y no son más que delincuentes o criminales que aprovechan momentos como el del sábado para robar, saquear e incendiar tiendas establecidas. En 2015, en este mismo lugar en Valparaíso fue herido de gravedad en la cabeza por Carabineros  Rodrigo Avilés Bravo, alumno de Letras de la Universidad Católica de Santiago, de 28 años de edad, que quedó con secuelas y hasta hoy debe estar al cuidado de médicos especialistas.

Fue la del sábado una jornada contrastada por un cruento hecho de vandalismo que enlutó un rito republicano, como escribió el diario La Tercera, porque en ese día de guerra se supone que los mandatarios exponen los logros de su gobierno.
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La verdad es que lo ocurrido es un problema de Estado que las autoridades del Gobierno de turno deben asumir con mucha seriedad y con la debida urgencia, porque el país no puede seguir viviendo bajo un clima de inseguridad como el que hemos visto. Sin embargo, Bachelet en su discurso no habló ni una sola palabra sobre la ola de criminalidad que afecta al país, como tampoco sobre la violencia mapuche o de otro origen que está viviendo la Región de la Araucanía en el sur del país. Estos temas fueron obviados por ella como si no extistieran. Es explicable que así sea porque estos asuntos a las autoridades políticas se les ha escapado de las manos y ya ni siquiera tienen el coraje de insinuar nuevas vías de solución porque cada vez que lo hacen caen en un  nuevo fracaso.
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Son problemas de Estado, como dijimos, que deben ser resueltos con esta mirada y con mucho liderazgo por quienes están en los mandos, ya sean políticos, de seguridad o militares. Lo dijo el general director de Carabineros de Chile, Bruno Villalobos Krumm, en una declaración oficial: “Basta ya de poner siempre en tela de juicio a los Carabineros. Nosotros ponemos el pecho a las piedras, las balas, los fierros y al final siempre encuentran un pero. Acá no falló la inteligencia militar…., el que falla es el país...que no ejerce su rol de autoridad para frenar a estos individuos que le perdieron el respeto a la vida”. Habría que agregar aquí que fallan principalmente los políticos que dan cualquiera excusa banal para explicar su incapacidad en esta materia.
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¿Si no pueden dominar esta delincuencia con los medios que tienen, por qué entonces, en casos puntuales como este no recurren a las Fuerzas Armadas? ¿No lo hizo ya Bachelet en Concepción para terminar con los saqueos de supermercados tras el terremoto?

Sin duda que una democracia,  debe respetar el derecho a manifestarse, a plantear públicamente su opinión sin que nadie se lo impida, es un derecho inalienable que está en la esencia misma de la democracia. Sin embargo, este derecho se ve enturbiado por estas manifestaciones barbáricas que no tienen necesariamente que ver con los convocantes, pero que en definitiva los afecta.


Y no recurren a los militares por razones políticas, por temor a que una participación de esta fuerza en este tipo de casos pueda ser mal interpretada como una violación a los derechos humanos por parte de la autoridad hacia la comunidad, cuando esta ya vive en una situación de auto-estado de sitio precisamente por la delincuencia que impide las marchas y recorre las poblaciones cometiendo desmanes.


Es un momento para reflexionar, porque mientras un grupo de parlamentarios socialistas que se oponen hoy abiertamente al control de identidad y que buscan revertir en el Tribunal Constitucional la recientemente  aprobada ley corta contra la delincuencia en el Congreso, está fuera de la realidad que vive Chile o tiene motivos populistas o politiqueros para oponerse a una necesidad que tiene la policía uniformada de poder controlar, bajo parámetros previamente bien establecidos, ciertos puntos críticos de las ciudades. Las calles están con severos problemas por la permanente presencia de delincuentes, que además algunas Cortes de Apelaciones dejan salir anticipadamente en libertad por necesidad de ganar espacios en las cárceles, como ha ocurrido  recientemente con una salida masiva que benefició, en parte injustificadamente,  a casi 2.000 presos.
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Bajo estas condiciones, la Presidenta Bachelet leía y leía el sábado páginas y páginas del mensaje presidencial más corto desde 2006 que tuvo una duración de un hora y 30 minutos y un ratting en los canales de TV de 19,1 puntos.
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“Voy a mostrarles lo que hemos hecho y lo que haremos. No quiero centrarme en cifras y más cifras. Estamos a mitad de mi gobierno y lo que quiero es poner nuestras acciones en perspectiva histórica”, dijo al comenzar su discurso. Destacó igualmente una baja asistencia a la ceremonia, graficada en la imagen de graderías a medio llenar, además de una exposición que evitó hablar de nuevos proyectos a realizar en los 22 meses que restan de su mandato.
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Comparando su gobierno con una gran ola reformista, dijo que “con hechos reales, ya empieza a concluirse lo que podríamos llamar la ‘obra gruesa’ de nuestras reformas”, reconociendo que estas generan resistencia: “Entiendo a los que sienten temor frente a los cambios, es normal.  Pero este no es un argumento para paralizarse: si no hacemos los cambios, las tensiones y obstáculos crecerán, esto ya no es una opción”, declaró.
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Sin embargo no tocó nueve temas y puntos que interesan mucho a los chilenos, como son precisamente el combate de la delincuencia, las reformas judiciales (nuevo Código Penal), la violencia en la Araucanía, como también ocurrió en 2014 y 2015, a pesar que en el último año se han  producido unos noventa ataques incendiarios. Otros temas olvidados son: Cambios en el sistema de isapres, el enigma de la gratuidad universitaria, pérdidas en TVN, Transantiago y la reforma laboral, medidas concretas para apuntalar el crecimiento.



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