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miércoles, 27 de julio de 2011

Que los sueños se hagan realidad

Por Roberto Mejía Alarcón
Director del diario Crónica Viva del Perú

Gran tarea, compleja y muy difícil es la que le espera al régimen que preside el ciudadano Ollanta Humala Tasso. Primero, porque se trata de poner en práctica una nueva forma de gobierno que satisfaga las aspiraciones de un pueblo conformado por casi 30 millones de compatriotas; segundo, porque la esperanza de concertar intereses entre quienes tienen mucho y quienes no tienen nada o prácticamente nada, colisionará con el egoísmo tan enraizado en el ser peruano y; tercero, porque existe una creciente acumulación de conflictos sociales, en donde la voz cantante la tienen los pueblos alejados de la capital de la república y, paralelamente, escondidos conflictos económicos, que hábilmente y hasta perversamente manipulan sus promotores, para que nadie se permita tocar sus ricas arcas.

Es posible que la impaciencia gane a quienes no han escuchado la voluntad de concertación que se ha impuesto el nuevo gobierno. Si éstos fueran mayoría en todo el país, entonces el nuevo gobierno tendría más de una razón para preocuparse. Los ataques, las críticas, la incredulidad, llegarán a manera de aluviones o de tsunamis, aprovechando todo espacio público, con el propósito de evitar los objetivos de gobernabilidad que se ha trazado el nuevo régimen.

También es factible que haya quienes hagan oídos sordos al llamado a la concertación. Puede ser que sean minoría, es casi seguro, entonces, que ejercitarán su "derecho al pataleo", que significa que harán tanta bulla como músicos de circo de carpa caída. El propósito será descalificar, "ningunear", acusar de autoritario, antidemocrático, populista, a toda acción del gobierno, por ejemplo en lo que concierna a la redistribución de la riqueza entre los excluidos. Políticos que se presten a tan malhadada labor no han de faltar.

En el espacio opositor hay lugar para todos. Allí seguramente encontrarán ubicación, quizá en asientos "vip", aquellos que no quieren saber nada con esto de la inclusión. Su fundamentalismo neoliberal se aprecia en los principales centros de poder y han logrado en estos años imponer la idea de que la justicia social es incompatible con el desarrollo económico. Esos están viviendo como en los tiempos de las cavernas, aunque luciendo cuello y corbata y felices de disfrutar de su individualidad. Se trata de la extrema derecha. Serán los más feroces enemigos de un plan de gobierno que quiere aprovechar lo bueno, pero poniendo el acento en lo social, en lo humano, que es el centro de la preocupación del mundo racional.

No debe llamar la atención que estos anuncios de concertación, de desarrollo económico, de gobernabilidad con coincidencias programáticas y no necesariamente ideológicas, haya puesto los pelos de punta a quienes juegan a la revolución armada. Esos se han quedado en el siglo pasado y forman parte de la llamada extrema izquierda. Se creen dueños de la palabra justicia social y hasta señalan despectivamente a quienes transitan por los caminos de la democracia participativa. En realidad son tan dogmáticos como los de la extrema derecha. Hay variantes en este sector. Unos utilizan tribunas permisibles para hacer el papel de redivivos catones. Otros, en concubinato con el narcotráfico, siembran la anarquía con armas fuego.

¿Qué le espera al pueblo mayoritario, ante una oposición de distinto pelaje? Claro, sabe que no tiene por qué batir palmas. Pero hidalgamente reconoce que ésta es la hora de unir fuerzas y voluntades, que la reconciliación debe basarse en las fuerzas del espíritu y de la razón. Que los odios no pueden enarbolarse como bandera de lucha. Que no hay necesidad del ataque artero, del agravio, para confrontar ideas. El pueblo mayoritario sabe que a quienes siguen con esa tonada, habría que recordarles que "sólo Dios y los imbéciles, no cambian". Que a esos hay que explicarles, en forma tolerante, que lo sucedido en el siglo veinte tuvo otros escenarios, otros protagonistas, el mundo era distinto y la visión política tenía otro prisma. Hoy en día la inteligencia tiene otra dimensión, el conocimiento ha llegado a otras mentalidades. Ellos entienden que es posible el desarrollo económico con inclusión y, por eso, pondrán su cuota de esfuerzo para que haya un país en constante progreso, en paz, con justicia, en armonía.

Pero así como se considera que no hay nada que aplaudir, sí en cambio se puede creer que existen razones para compartir, como ha declarado el presidente Humala y también el canciller Roncagliolo, el derecho a soñar. Es que sin sueños no hay esperanzas. Quien no tenga esperanzas, ya murió cívicamente. Por eso confiamos en que el gobierno del presidente Ollanta Humala Tasso, a diferencia de otros, hará todo lo posible para que lo social que es lo humano, sea el eje central de la agenda de toda la problemática política, económica, ética y cultural del Perú. Se trata de un nuevo desarrollo y de la construcción de una comunidad nacional, en la que la persona humana y de manera muy especial quienes viven en la miseria, sean el motivo principal de las preocupaciones diarias de gobernantes y gobernados. Y de ello no se deben excluir, como hasta ahora, los gobiernos regionales y muchos de los gobiernos locales. La tarea es de todos.

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