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viernes, 29 de julio de 2011

Dmitri Furman, brillante y sagaz analista ruso


Como especialista en religiones pudo comprender mucho mejor el comunismo.

Por Rafael Poch (*)

En otoño de 2006, durante un congreso sobre el ascenso chino celebrado en la Universidad de Hong Kong, Perry Anderson, el director de la New Left Review, me dijo que preparaba un viaje prospectivo a Rusia. Le recomendé que hablara con el académico Dmitri Furman, un historiador y sociólogo de Moscú, uno de los pocos intelectuales rusos con los que había tenido una sintonía intelectual casi completa, salvando, naturalmente, la distancia que existe entre el sabio y el ignorante.

Dmitri Furman
Anderson quedó entusiasmado y a su regreso publicó una larga entrevista con el personaje en su revista, que se encuentra en la red. Merece leerse porque ofrece todo un panorama de la situación postsoviética. Furman murió hace una semana en Moscú a los 68 años, tras una larga enfermedad. Tras la desaparición, en 2008, del profesor Kiva Maidanik, del Instituto de Relaciones Internacionales, y la reciente y prematura de la publicista uzbeca Sanobar Shermátova, la muerte de Furman nos deja a muchos sin referencias claras en Moscú.

Dmitri Furman había nacido en Moscú en 1941. Fue adoptado por una familia de la inteligencia local. Estudió historia en la Universidad de Moscú (MGU) y se graduó con una tesis sobre las luchas de religión en el Imperio romano. Su conocimiento de las religiones le ayudó mucho en el análisis del comunismo. Como todos los intelectuales liberales soviéticos, Furman recibió la perestroika con gran entusiasmo, pero a diferencia de la gran mayoría de sus colegas valoró positivamente a Gorbachov en su digna derrota, no abrazó el anticomunismo de converso, ni el disparatado tatcherismo neoliberal de Yegor Gaidar, ni la servidumbre al nuevo régimen autocrático del Presidente Boris Yeltsin, origen de la Rusia de Putin y Medvedev, del que fue un lúcido critico.

En el universo de vasallajes y corrupciones de los noventa, Furman mantuvo una gran independencia de criterio. Se dedicó a estudiar un tema que entonces a nadie interesaba en Moscú, la historia, génesis y evolución de la denostada URSS, con miras a explicar las nuevas realidades postsoviéticas que se plasmaban en toda una serie de nuevos estados independientes, en el Báltico, Transcaucasia, Ucrania, Bielorrusia y Asia Central. Entre 1997 y 2010 publicó ocho volúmenes y monografías dedicados, cronológicamente, a; Armenia, Ucrania, Bielorrusia, Chechenia, Azerbaidján, los países bálticos, Kazajstán y Kirgizstán. Quien deseé entender el periodo -y con ello la actual Eurasia- y no haya leído esa obra, tiene un problema. Furman explicó todas esas realidades con gran inteligencia, pasión y una rara claridad.

En 2001 tuve ocasión de traer a Dmitri Furman a Barcelona, en el marco del ciclo de conferencias sobre la Rusia contemporánea que me encargó la Fundació Caixa de Catalunya. Fue un intento de presentar la realidad rusa más allá de la simpleza mediática y de los tópicos establecidos por la sovietología anglosajona, tan mediatizada por la propaganda de la guerra fría. La de Furman fue la conferencia central. Paseando por la Barceloneta el buen académico me contó un incidente ocurrido la víspera. Mientras admiraba la fachada de la Sagrada Familia, un grupo de mujeres le había rodeado y robado la cartera. Estaba maravillado por la habilidad con la que aquellas mujeres le habían desplumado sin que él ni siquiera se enterara. Lo de la cartera era lo de menos. Descanse en paz, Dmitri Furman.
(*) Es corresponsal de La Vanguardia de Barcelona
Reflexiones en El País de España sobre el historiador y filósofo:

Fue uno de los más lúcidos analistas de la evolución política, social y cultural en Rusia y en los países surgidos de la Unión Soviética. De curiosidad insaciable, Furman era un devorador de libros, que leía en muchísimos idiomas, gracias a su prodigiosa capacidad para asimilar vocabularios y sintaxis. De gran creatividad en sus enfoques, tenía la habilidad de sintetizar y diseccionar -con sorprendente exactitud y aparente sencillez- una temática que iba de las relaciones entre la sociedad y la religión a la transformación de los sistemas surgidos tras el derrumbe del comunismo.


Doctor en historia y profesor, Furman dirigía el Centro de Problemas de las Relaciones entre Rusia y los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) en el Instituto de Europa de la Academia de Ciencias de Rusia. En los setenta y los ochenta se dedicó a estudiar los aspectos sociales de la vida religiosa en EE UU y en 1988 fue uno de los autores de Inogo ne dano (No puede ser de otro modo), un compendio de artículos a favor del cambio, que constituyó un punto de referencia en la perestroika, el proceso de reformas iniciado por Mijaíl Gorbachov.

Furman explica por qué, al emerger del sistema comunista, ese país solo podía desarrollar un sistema de imitación de la democracia. Alegaba el estudioso que, por razones históricas, la revolución anticomunista en Rusia no pudo tomar la forma de un movimiento democrático y nacional como en otros países del este de Europa. Furman concluyó su último trabajo, Los ciclos de Kirguisia, redactada junto con la analista Sanobar Shermátova (fallecida a fines de marzo) estando ya gravemente aquejado de una forma de esclerosis que fue atrofiando sus músculos. Ante la enfermedad, empleó consigo mismo el rigor que había aplicado a los objetos de estudio. Aunque apenas podía teclear en el ordenador, continuó escribiendo y realizando certeros diagnósticos de la política y la sociedad. Entre ellos, el pasado mayo, el texto posiblemente más brillante publicado en Rusia con ocasión del 90º aniversario del nacimiento del premio Nobel de la Paz Andréi Sájarov.

Cuando ya no pudo escribir, siguió debatiendo sobre la actualidad con los amigos que le visitaban. La víspera de su muerte, reafirmó su idea de que, para el futuro de Rusia, sería mejor que Vladímir Putin renunciara a regresar al poder como presidente y dejara que Dmitri Medvédev fuera elegido de nuevo para llevar a cabo la misión de celebrar elecciones verdaderamente democráticas y normales en 2018.

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