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jueves, 21 de julio de 2011

Canibalismo político

Por Roberto Mejía Alarcón
Director de Crónica Viva

Es una lástima, el presidente electo Ollanta Humala Tasso todavía no se encuentra en funciones, pero en estas últimas semanas, previas al 28 de julio, hay quienes danzan frenéticamente al ritmo lujurioso de sus tambores de guerra, con las hachas de piedra y lanzas afiladas en alto y con gritos guturales que pocos entienden, con la esperanza de verlo carbonizado por el fuego de sus macabras pasiones.

Es el canibalismo político, puesto en práctica por sujetos de cuello y corbata, alquilones en la mayor de las veces, con el evidente propósito de descalificar, en forma anticipada, a quien ha sido elegido por la ciudadanía como el nuevo mandatario de la nación. Los agravios forman parte de sus vedados recursos. Paralelamente tejen versiones, que no tienen nada de real, a fin de crear un ambiente de desconfianza ciudadana. Entre esos, están quienes a raíz de la criticada visita de Alexis, el hermano menor del presidente electo, a diferentes funcionarios del gobierno ruso, han soltado el ventilador sugiriendo, en el colmo de la desfachatez, que allí está la prueba de la presencia de un clan familiar cargado de malas intenciones, que se prepara para la venta ilícita de armamento, la pesca indiscriminada de la riqueza pesquera, entre otros negociados y hasta sugiriendo que "los más suspicaces ven una ventana de oportunidades para el narcotráfico".

Los aludidos no son los únicos. Por allí otros desatinados consideran que el inoportuno Alexis "no puede dar explicaciones y pedir perdón a su hermano, el presidente electo, y al país por correo electrónico, así sea a través de un medio de comunicación", restando de esa manera importancia al reconocimiento de "una metida de pata" , por más que se haya hecho uso de la prensa, como corresponde en toda democracia formal. El tremendismo juega su partido, interesado por supuesto en promover el caos, la ingobernabilidad, adelantado, sin mayores juicios sobre el tema, de presuntas reuniones que encierran "muy poco de transparencia y mucho de conflicto de interés".

Nada satisface a quienes se encuentran en esta tarea de ensañamiento contra el gobierno que viene. Están cegados por un odio enfermizo, que no les permite observar el tremendo daño que le hacen a la democracia, en tanto la ciudadania espera que se cumpla cuanto sea posible de lo prometido en la campaña electoral. Es evidente que se oponen al cambio, sobre todo en lo referente al fortalecimiento de una economía en desarrollo, que al mismo tiempo permita poner en marcha los programas sociales hacia los sectores de la población excluída del bien común.

Es posible, también, que estos practicantes del canibalismo político actúen por ignorancia. Esto se deduce del comentario final de quien el domingo pasado, luego de escuchar una reflexión del presidente electo sobre la necesidad de actuar con prudencia en problemas como el anotado y otros, puso en duda el razonamiento de un ciudadano que debe afrontar en lo inmediato tareas muy importantes y complejas para el país. Fue tal su falta de tino, que ni siquiera tomó en cuenta el nombramiento de quien seguirá al frente del Banco Central de Reserva, anuncio tan esperado por los operadores de la economía y las finanzas. Para esa persona lo recomendable era actuar precipitadamente, con arrebato, con apresuramiento, antes que el juicio sereno, necesario para saber lo sucedido en realidad. Tan censurable actitud deja traslucir que gente como esa, lo que busca es hacer patinar al presidente electo, pisar la cáscara de plátano y desbarrancarse políticamente.

Pero no todas son expresiones irracionales. Personajes como el exalcalde de Lima Luis Bedoya Reyes y del presidente saliente, Alan García Pérez, permiten apreciar que hay ciudadanos que apuestan por la gobernabilidad del país, que están libres de prejuicios y que dentro de su óptica alientan la esperanza de afirmar los caminos de la democracia. Por eso y desde frentes distintos ellos reclaman respeto al mandatario electo, que es tal por la voluntad soberana del pueblo. Es de desear que por el bien de la gobernabilidad se les escuche. Ya es tiempo que los caníbales políticos detengan sus marchas guerreras.

El salvajismo debe dar paso a una nueva era de la política en nuestro país. Hay urgencia de adecentar el debate, la controversia, con argumentos serios y responsables. Eso es lo que en el fondo exigen los ciudadanos que quieren una patria donde la convivencia humana sea armoniosa, sin dejar de lado el intercambio de ideas y opiniones entre seres humanos que se respetan mutuamente. Hagamos votos porque se produzca el milagro. Quizá sería mucho pedir. Es posible que persistan en su condenable aventura. Al fin y al cabo poco les importa el futuro del Perú, cuando se trata de servir intereses contrarios a los de las mayorías nacionales. Esto no es nuevo, siempre ha existido la inmundicia en la política nacional.

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