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lunes, 15 de agosto de 2011

ME DUELE VALPARAISO


Por Daniel Lillo Cuadra


Valparaíso, el “Puerto de nostalgia”, el “Patrimonio Cultural de la Humanidad”, me duele, aquí estudié, aquí encontré el amor, aquí nacieron mis dos hijos (en el ya desaparecido Hospital Alemán), aquí incursioné en la prensa, la radio y la televisión. Aquí se ha desarrollado la mayor parte de mi vida laboral, como periodista, académico, como profesional aduanero y también mi participación en política y especialmente en la actividad sindical y gremial.

Por eso, pese a mi origen serenense, llevo a Valparaíso no como camiseta, que se puede poner o sacar, sino como un tatuaje indeleble, por eso digo que me duele Valparaíso.

La ciudad se incendia
Me duele verlo completamente pintarrajeado por la plaga vandálica de los “graffiteros” ahora agravadas por las “creativas” leyendas de los estudiantes movilizados;me duele ver las manadas de perros no “vagos” sino abandonados por amos irresponsables y sus fecas por todas partes; me duele ver sus calles quebradas, sus veredas rotas o con unos horribles parches de cemento; el estado de su plaza principal “Sotomayor” donde hasta los héroes de Iquique deben avergonzarse del mal estado de su pavimento.

Me duele la abundancia de lanzas, escaperos y asaltantes, en especial en el turístico barrio puerto o en la Avenida Argentina, los días de feria libre o ocultos tras el numeroso comercio ambulante, paliativo en todo caso de la pavorosa cesantía que afecta al puerto y que aún puede aumentar si llegan a concretarse las medidas del “Impulso Competitivo” anunciadas por el Ejecutivo.

Me duele el desaseo de sus calles céntricas y para qué hablar de los cerros y quebradas, hoy la otrora lujuriosa vegetación está transformada en basurales, causantes de plagas e infecciones y donde no es extraño ver niños jugar.

Me duele ver hermosos y antiguos edificios con sus primeros pisos pintarrajeados con abigarrados letreros comerciales, muchos antiestéticos, sin orden ni planificación y los pisos superiores que conservan su antiguo señoría, tapados por intrincadas telarañas de cables eléctricos y telefónicos, cantidades de ellos probablemente en desuso.

Me duele ver construcciones en altura en los cerros negando el derecho a vista a muchas familias avecindadas por años allí, en ausencia de regulación urbana.

Me duele ver sus plazas y avenidas tapizadas de negras costras de chicles resecos, escupidos por irresponsables “rumiantes”.

El abandono de los históricos mercados

Me duele que el Museo Municipal en el Palacio Baburizza del Cerro Alegre, para iniciar su restauración postergada por largos años, haya tenido que destrozar sus jardines y románticas glorietas.

Me duele ver edificios terremoteados o incendiados a medio demoler o abandonados a su suerte como los de calle Serrano, Avenida Brasil, el Almendral o el “Reina Victoria” de Plaza Sotomayor, que parece sonrosado de vergüenza.

Me duele que su avenida principal aún lleve el nombre de “Pedro Montt”, el Presidente responsable de la matanza de miles de obreros del salitre, sus mujeres y niños en los patios de la escuela “Santa María” de Iquique, el 21 de Diciembre de 1907.¿No podría ser “Pedro Aguirre Cerda”, “José Manuel Balmaceda” o “Eduardo Frei Montalva”, por ejemplo?

Cuando se acercan nuevas elecciones municipales, le ruego a Dios que el futuro alcalde o alcaldesa y los concejales o concejalas que la ciudadanía elija, sean capaces de sacar del marasmo al primer puerto de la República, lo que hasta la fecha ninguno ha logrado, sin poner en duda sus esfuerzos y buena voluntad, pero que no han sido suficientes hasta ahora. Por eso somos muchos a los que nos duele Valparaíso.

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