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jueves, 31 de marzo de 2011

La pionerita y el presidente

Jimmy Carter dijo que el largo embargo y las prohibiciones de viaje que aplica Estados Unidos contra Cuba afectaban negativamente al pueblo cubano y frenaban todo tipo de reformas en la isla (ver Mundo  Claraboya en Krohne Archiv en la edición 386 de ayer). Pidió igualmente al gobierno cubano avanzar hacia la democracia y permitir la libertad de expresión. Tres días duró la visita que hizo el ex presidente a la isla caribeña, donde  mantuvo reuniones con el presidente Raúl Castro y su hermano Fidel, así como con la disidencia, representada entre otras personas por la blogera Yoani Sánchez, quien describe la experiencia en un artículo que publicamos a continuación.

Por Yoani Sánchez
Desde La Habana

Fue el primer presidente norteamericano contra el que grité una consigna. Ya no recuerdo con precisión las palabras de aquel insulto, pues han pasado casi treinta años. Sin embargo, guardo la sensación de mis puños crispados, de mi uniforme rojo y blanco sacudido con cada alarido que le lanzaba a Jimmy Carter, quien –según mi maestra de preescolar– iba a destruirnos la isla, las palmas, los pupitres del aula, la alegría.

Y tres décadas después estoy aquí, en La Habana, conversando con él y junto a otros rostros conocidos de nuestra incipiente sociedad civil. En poco me parezco ahora a aquella pionerita hundida en la histeria de los slogans políticos y este hombre con el que hablo no me encaja en el papel del gobernante que fue blanco de mis insultos. Ahora es un mediador, un hombre que no parece interesado en borrar a Cuba del mapa, como una vez me aseguraron en la escuela primaria. Así que la niña que debió ser el “hombre nuevo” y el ex comandante de las fuerzas armadas de Estados Unidos se han encontrado en un momento de sus vidas en que ninguno de los dos tiene la misma posición de antaño; en que el camino de ambos ha tomado la dirección del diálogo, aunque un día hubiéramos podido matarnos, enfrentados en algún campo de batalla.

Lo veo hablar y me pregunto si él sabrá que a mí me formaron para odiarlo ¿Estará al tanto de que fue el malo de mis cuentos infantiles, el rostro de las grotescas caricaturas de los periódicos oficiales, el hombre al que la propaganda gubernamental culpaba de todos nuestros males? Claro que lo sabe y aún así me extiende su mano, me dirige la palabra, me lanza una pregunta. Aún así, el que fue “el enemigo” me regala sus frases amables.

Fuera del hotel Santa Isabel donde nos hemos reunido, en algún colegio de la zona, otra niña repite sus consignas, aprieta las manos, vocifera, centra su mente en el rostro de un hombre al que dice aborrecer. Afortunadamente, ella también olvidará los vocablos que grita en este minuto, borrará de su mente los lemas cargados de resentimiento que hoy le hacen corear.

P.D: A continuación pongo el mensaje, acompañado de un presente, que entregamos al señor Jimmy Carter en nombre de varios bloggers y otros cubanos:

La Habana 30 de marzo de 2011

Señor Jimmy Carter:

En nombre de varios bloggers alternativos y de otras personas de la sociedad civil cubana, queremos entregarle este presente. Se trata de una muestra pequeña de los alimentos que trabajadores por cuenta propia logran hacer a partir del maní, palabra con la que en Cuba nombramos al cacahuete, ese fruto seco que usted conoce tan bien.

A lo largo de medio siglo, el maní ha sido uno de los pocos productos que ha escapado del control planificador de nuestro estado. Incluso en los días más duros del llamado período especial una de las pocas cosas que podía comprarse en mercado libre producido por personas independientes eran estos cucuruchos y confituras que hoy aquí le entregamos. Hubo momentos en que tuvo que pasar prácticamente a la clandestinidad y el tradicional pregón de “maní, el manisero llegó…” se convirtió en una frase susurrada en los oídos de los clientes.

Este transgresor alimento popular, al alcance de todos los bolsillos, se ha erigido en emblema de la resistencia ciudadana ante las pretensiones totalitarias, en un reducto de creatividad e ingenio ante el centralismo y el control. He aquí el maní, un vencedor de las dificultades, un porfiado desobediente transformado ahora en símbolo de unión, en punto de confluencia entre su pueblo y el nuestro.

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