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jueves, 31 de marzo de 2011

Fukushima fuera de control

Por Gabriel Sanhueza Suárez

 
En la tragedia de Fukushima hay que leer entre líneas. Escudriñar las confusas estadísticas que la operadora nuclear, Tokyo Electric Power (Tepco), entrega a gotas. Mirar lo que señalan los expertos internacionales; las agencias noticiosas responsables, como Kyodo News; escuchar las aseveraciones de las organizaciones ambientalistas.... y luego sacar conclusiones propias.

La primera es que ha habido una cadena de errores fatales, que aún no termina. A tres semanas de la crisis queda en evidencia que ésta ha sido manejada de una manera caótica, para decir lo menos.

El mundo entero vio como en forma desesperada helicópteros vaciaban agua de mar sobre los reactores, mientras carros cisternas con largas mangueras, intentaban bajar la temperatura de los reactores atómicos en proceso de derretimiento. La pregunta, es ¿en qué manual del manejo atómico aparecen esas acciones para enfrentar una catástrofe de esta naturaleza?. La respuesta es: en absolutamente ninguno.

Midiendo la radiactividad
de los trabajadores
Otros se preguntan, ¿por que cuando Tepco decidió comenzar a enfriar los reactores con agua de mar, no tomó al mismo tiempo las providencias para obtener agua dulce y continuar el proceso?. Esa descoordinación fue fatal, porque la sal marina se cristalizó en la superficie de las barras de combustibles de los reactores, impidiendo hasta hoy un enfriamiento real. El agua dulce habría ayudado hace más de 10 días a reducir el problema.

Los días pasan y la población japonesa e internacional sigue sin saber cuál es la real proporción de la catástrofe. Las conjeturas continúan, mientras el gobierno y los administradores de los reactores, siguen mostrando una descoordinación que da miedo.

Las advertencia a la población civil también dejan mucho que desear. Tuvieron que pasar más de dos semanas para que el gobierno entregara las mediciones de la contaminación radiactiva del aire, del agua, de la leche y las verduras. Resultados, que no se han entregado en forma sistemática, es decir día a día, como ocurrió en muchos países de Europa central después del desastre de Chernóbil.

Todos podemos ver que las mediciones de la contaminación liberada son esporádicas y contradictorias, señalando majaderamente que no significan peligro para la salud humana.

Planta nuclear destruida
La verdad es que en Fukushima hay radiaciones que en poco tiempo pueden ser mortales para los seres humanos. Hace un día, datos oficiales de las autoridades atómicas responsables del Japón, entregadas en forma sibilina, indicaban que basta con que un ser humano se exponga un cuarto de hora a esa radiación, para que, con un cincuenta por ciento de seguridad, fallezca en pocas semanas.

¿Dónde está la verdad?. El Instituto Central de Meteorología y Geodinámica (ZAMG) de Austria asegura que las emisiones de radioisótopos volátiles de yodo y cesio son en la magnitud de la catástrofe de Chernóbil. Por su parte, el Instituto de Radioprotección y de Seguridad Nuclear (IRSN) de Francia, a dos semanas del terremoto, estimaba en un dieciseisavo las emisiones japonesas comparadas con las de Chernóbil.

Lo más terrible, aún no se sabe cómo y por donde la radiactividad llega al medio ambiente. Durante días aseguraron que los contenedores estaban intactos. Hoy todo el mundo sabe que no es así.

En los últimos días la situación se ha complicado más, al descubrirse en el suelo plutonio, el más radio tóxico de todos las elementos del reactor.

Da la impresión que desde el 11 de marzo los responsables van detrás de los acontecimientos. Nadie sabe el plan para los próximos días, semanas o meses venideros.

Resulta incomprensible, por otra parte, que se nieguen tozudamente a la extensión de la zona de evacuación, por lo menos en un radio de cuarenta kilómetros, considerando el drástico aumento de la radiación local. El yodo 131 supera en más de cuatro mil veces el límite legal. Mientras más lejos esté la gente de la central destruida, más posibilidades tiene de no contaminarse radioactivamente.

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