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lunes, 26 de marzo de 2012

LA ENSEÑANZA DE AYSÉN: HAY QUE REFORMAR EL SISTEMA POLÍTICO CHILENO Y DESCENTRALIZAR - EL AISLAMIENTO DE LAS REGIONES ES DRAMÁTICO

Por Walter Krohne
Director-Editor de Krohne Archiv

Hemos llegado a un punto en que se hace imprescindible una reforma sólida del sistema político chileno. Esta ha sido la enseñanza que nos ha dejado el movimiento social de Aysén que le hizo saber al gobierno central que la descentralización de un país como Chile, con más de 4.000 kilómetros de longitud, es más que necesaria, es urgente.

El logro de dicha movilización fue claro porque sus líderes, especialmente el pescador Iván Fuentes, supieron manejar la situación en forma creíble y sin pasarse de la raya o estirando la cuerda más allá de lo posible, como quizá ha sido el error que ha cometido el movimiento estudiantil.

En el caso de Aysén quedó claro que las regiones, especialmente las más extremas, no pueden seguir viviendo en la situación de aislamiento en la que se encuentran, hasta el extremo de que si no hay voces enérgicas de protesta que se escuchen en Santiago, es muy probable que no ocurran mejoras, pasen desapercibidas y por ende los problemas sigan postergados y se acrecienten. Así, la Undécima Región ha visto pasar años y años sin que se haya resuelto ninguno de los problemas agudos por los que están luchando, lo que demuestra nuevamente una falla en el sistema político.

Las Regiones necesitan tener una autoridad fuerte, elegida por votación popular y dotada de poder de decisión. Deben contar además con un presupuesto adecuado que sea suficiente como para enfrentar las obras generales de progreso y modernización, como también los casos de emergencia. No se deben repetir hechos como el de la Intendenta en Aysén que tuvo escasa participación en el petitorio del Movimiento Social y más bien cumplió el papel de informante del Ministerio del Interior para denunciar los hechos de violencia y desmanes que ocurrieron en la Región.

Como han dicho sus dirigentes, de la Intendencia y de Carabineros habrían salido los 22 nombres que formaron la lista de personas contra las cuales se querelló el Ministerio del Interior al aplicar la Ley de Seguridad del Estado. La lista sorprendió a muchos tras conocerse la inclusión de varias mujeres dueñas de casas o dirigentas de entidades deportivas o sociales, o de personas que iban a servir comida a las barricadas o aquellas que estuvieron un mes afuera de la Gobernación Provincial pidiendo trabajo. Todas ellas están lejos de poder ser identificadas como “elementos violentistas”.

El problema de Aysén se mantuvo en la agenda durante más de 40 días, un tiempo más que suficiente para ir resolviendo punto por punto los 11 temas que presentó el Movimiento Social al Gobierno. El viaje de tres ministros no sirvió de mucho, tampoco el de los subsecretarios ni menos el de otros altos funcionarios del aparato estatal. La misión especial del principal portavoz, mediador o interlocutor del Gobierno, el ministro de energía Rodrigo Alvarez, fue un rotundo fracaso, pero desde La Moneda se insistió en que fuera él quien buscara una vía de solución a este grave conflicto. Sin embargo, no hubo diálogo, mientras la frustración y la rabia de los aiseninos, con mucha razón, aumentaba de hora en hora, incrementándose las protestas callejeras que el ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter utilizó muy bien para fundamentar la aplicación de la Ley de Seguridad, en una decisión que fue como echarle bencina a una ya gran hoguera.

Sin embargo, gracias a la altura de miras de los dirigentes, como es el caso de Fuentes, fue posible organizar un encuentro histórico en La Moneda, donde en sólo once horas de conversación se resolvió un dilema de años, claro que allí no estaba el ministro Alvarez y, en cambio, jugó un papel preponderante como interlocutor de La Moneda, el ministro secretario de la Presidencia Cristián Larroulet.

Está a la vista entonces que Chile necesita modernizarse políticamente con jefes de Gobiernos regionales que tengan poder y autonomía y las actuales asambleas sociales deben ser reemplazadas por parlamentos regionales donde se discutan abiertamente los problemas locales.

Mientras esto no ocurra, los movimientos sociales crecerán en Chile más rápido de lo que se piense, especialmente conociendo los resultados de las experiencias de Aysén y Magallanes, hace un año, en el sentido que con presión y fuerza pudieron lograr doblarle la mano a un Gobierno que se resiste a negociar como corresponde en política.

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