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miércoles, 7 de marzo de 2012

CHILE: "YO QUIERO SER CANDIDATO"

Por Hugo Latorre Fuenzalida

A dos años de las elecciones presidenciales en Chile, comienzan los osos a salir de sus madrigueras de invierno para buscar su sustento. Es así como vemos a una serie de personajes y personajillos esbozar sonrisas cinematográficas y a otros imponerse una afanosidad casi de torbellino, como para demostrar que se puede ser candidato sólo con lucir una linda dentadura y una mueca simpática en el rostro o por exhibir una frenética actividad de mangas arremangadas.

En esta zoológica fauna hay para todos los gustos; unos se subieron al festival presidencial cantándole a los 33 mineros en el norte; otro se fue a oficiar de rescatista en Juan Fernández durante la tragedia del vuelo malogrado y ahora se fue a actuar en otra tragedia aérea en el sur; Hubo uno, no tan avispado, que lo sorprendieron lucrando con las universidades privadas y oficiaba de ministro del ramo, así es que se fue cortado. Otros, que tampoco "cachan" mucho, se metieron a oficiar de magos en las carteras del trabajo y de economía, dos materias en que un gobierno de extrema derecha no puede salir airoso.


Y...comienza otra serie de
debates de los candidatos

Otro mozo, que le fue bastante bien jugando el papel de rebelde en las pasadas elecciones presidenciales, cometió el grave e imperdonable error político de mandarse cambiar a Paris al día siguiente del terremoto del 27 de febrero, en vez de lucir las tradicionales mangas arremangadas, y los pantalones también, en medio de los damnificados. Eso es ser inexperto, por no decir algo peor; y parece que ese pueblo, que suele ser silencioso y tardío, sabe finalmente sancionar a sus pretendientes a líderes (sino pregúntele a Ricardo Lagos) cuando estos no muestran la coherencia mínima o pasan de largo hasta la incoherencia máxima.

Pero bueno, se puede seguir casi hasta el infinito señalando testas iluminadas que buscan acceder al sillón de honor de la Moneda. Algunos de ellos no los postula nadie, pero se autopostulan de manera casi graciosa. Una de ellas señaló que fueron sus hijos quienes le sugirieron la brillante idea de postularse; otro ya se aburrió de ser alcalde de una comuna periférica de Santiago y se le atravesó la ambición de dar el gran salto a la testera máxima del poder ejecutivo.


El poder lo justifica todo hasta la
salud personal

Sus colegas de partido, que también traen su hacha bajo el poncho, le recitan el verso de sabiduría popular, que dice: “No por mucho madrugar amanece más temprano”; pero estos protocandidatos suelen manejar algo que les auxilia en esto de las sabidurías, como ese otro famoso decir:“Al que madruga, Dios le ayuda”.

Pero a todas estas surge la pregunta del millón ¿Para qué quieren ser presidente?

Con esta pregunta la cosa adquiere seriedad, justamente en un ambiente donde todo parece ser envuelto en el manto exótico de lo lúdico, pantallero y frívolo. Porque desde hace décadas que los presidentes no tocan los problemas serios del país y se van consecuentemente, para evitarlos, por el ramaje que impide ver el bosque: por la farándula, el discursito ramplón, el garrotazo al oponente o el defenderse de los que el oponente le manda de vuelta.

Esta sequía crónica de materia gris y sustancia matriz en la política se nos ha internalizado tanto en el sistema, que si surgiese el milagro de aparecer un candidato que enarbolara un discurso en serio, de contenido, de fondo, con cacumen, tengo la sospecha de que lo tildarían de loco extremoso, le cambian el dial o “se lo echan”.

Esta proliferación jocosa de candidatos no es más que la demostración que la política se ha vuelto una actividad poco seria y poco honesta. En el campo se dice que cuando muchas moscas dan vueltas, es que hay excrementos por ahí cerca. Lo que le lleva a uno a precaverse para no pisarlos y "enmierdarse" uno también.

¿Entonces- reiteramos la pregunta-para qué ser Presidente?

Yo he llegado a pensar que hay personas que se afanan y pretenden, simplemente porque sufren de una pérdida del freno neuronal, es decir sufren una compulsión del ser que les lleva a escalar y escalar hasta alturas donde el oxigeno escasea a tal punto que enrarece el aire y el pensamiento. Otros lo hacen porque han conocido la miel del poder y quieren poseer el panal: son los hijos de políticos, los que han desempeñado cargos y van por más, en su natural “carrera”, y los advenedizos que ganaron alguna vez una elección y eso les gatilló la ruptura de ese delicado freno.

Si hemos visto tantas presidencias de desempeño tan frustrante a lo largo de nuestras vidas, llegamos a la conclusión que esto de querer ser candidato no es más que una mañosa cualidad de este raro espécimen que es el “mono sapiens”, que de hecho, y mirado comparativamente, tiene más de mono que de sapiens y como reconocía Nietzsche:” … es más mono que todos los monos.”

Entonces ¿Para qué ocuparnos del contenido? Ya no hace falta de averiguar por las cosas serias, como sería el saber cuál es el programa del candidato y menos si ese programa es una simple tonada picaresca o burlesca, o el ataque en una noche de plenilunio. Lo cierto y real es que vale más la pena oficiar de “sapiens” y ver con resignación el espectáculo de estos Dandys del espejo, que como no pueden hacer nada digno con el poder, se conforman con posar y enamorarse de su figura, como ya lo describió por entonces el gran Verlaine.

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