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Montreal bajo la nieve. |
Desde Montreal
El frío arrecia en Montreal, Canadá, el invierno muestra su crudeza, todo el mundo muy abrigado cuando tiene que circular por las nevadas calles. El canadiense o mejor el “quebecoise” quizás producto del riguroso clima, es también frío, vive en su mundo propio y poco comparte con los demás. Del resto del mundo poco sabe o no le interesa, hasta su propio gobierno y sus políticos les resultan indiferentes.
Con algunos latinos y unos pocos chilenos converso sobre la visión que pueden tener de Chile. Un matrimonio que partió al exilio aprovechando la acogida canadiense, recuerda con amargura los años de Pinochet, que les obligó a abandonar su terruño por sus ideas políticas de izquierda. De la democracia que retornó en los noventa, no se explican cómo no les devolvió el derecho a voto y cómo los enclaves legislativos y la propia constitución dictatorial no se cambiaron en más de 20 años.
Otros chilenos al Presidente Sebastián Piñera, lo encuentran “divertido”, pero más que realizaciones de su Gobierno, solo recuerdan o comentan los chascarros presidenciales o “Piñericosas”. Se informan de lo que acontece en Chile mayormente por la señal internacional de TVN, que critican por los sesgos oficialistas y el exceso de noticias policiales o deportivas que copan los noticiarios. Algunos siguen las truculentas teleseries nocturnas del canal estatal.
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Chilenos en Montreal añoran la Patria querida |
Por las redes sociales y alguna prensa electrónica como “El Mostrador” o el “Krohne Archiv” entre otros, les parece que en el último año ha despertado, desde el mundo estudiantil principalmente, una nueva conciencia social, respecto a que el sistema económico neoliberal no da para más, o al menos no da para los pobres y la clase media, porque los ricos siguen enriqueciéndose. Los estallidos sociales en las regiones australes que han surgido después de la rebelión estudiantil en todo el país: Magallanes, “Patagonia sin Represas”, Aysén, muestran que los chilenos no estaban dormidos, sino solo adormecidos por el consumismo, la farándula y el fútbol.
Preocupa eso sí la falta de conducción o de liderazgo de estos movimientos sociales, para que efectivamente se traduzcan en cambios profundos del sistema político y económico, al que culpan de todos los males que perciben afectan a Chile, especulación, corrupción, desempleo, sueldos dignos, delincuencia, educación deficiente y transformada en un negociado más, etc.
No esperan nada de los políticos de derecha, que les siguen negando el derecho a voto en el extranjero, y se muestran decepcionados de la Concertación y de la extrema izquierda, léase PC, por haberse adaptado y acomodado a las reglas del juego que dejó la Dictadura, en lugar de cambiarlas.
Se muestran indecisos si recuperan el derecho a voto, por hacerlo por la Concertación, ¿Más de lo mismo? Se preguntan.¿Michelle Bachelet?, carismática, respetada internacionalmente, pero temen que se rodee nuevamente de ministros o asesores neo-liberales, al estilo Andrés Velasco.
¿Nuevas figuras?, prefieren saber primero de un nuevo programa que ofrezca cambios profundos al sistema imperante, aunque desconfían de quienes tengan que llevarlo a cabo, en Estados Unidos, Obama, el primer presidente negro, prometió cambios profundos, promesas incumplidas, que podrían precipitar un triunfo republicano. Simpatizan con las propuestas del candidato ¡republicano! Ron Paul, que sin embargo aparece rezagado en las primarias del partido, tras Romney, Santorum y Gingrich, aunque en las encuestas aparece bien perfilado para desafiar la probable reelección del actual presidente (50% Obama, 42% Paul, con margen de error).
A nuestros compatriotas en Canadá, les agradaría recuperar el derecho a voto en el exterior, como ocurre prácticamente en todos los países democráticos del mundo y de esa manera contribuir a un cambio político y social, que genere un nuevo Chile, más libre, más democrático, con mayores y mejores oportunidades para todos y al que un día, antes que sea demasiado tarde, puedan retornar definitivamente, aunque quizás sin sus descendientes, que nacieron y se sienten canadienses, un costo que tendrán que pagar.
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