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martes, 25 de enero de 2011

Sin timón ni contenido

Por Wilson Tapia Villalobos

Un barco sin timón es un espectáculo plagado de drama. Si se lo mira desde afuera, las conjeturas terminan siempre en desastre. Si el observador está adentro, la desesperación puede llevarlo a lanzarse al mar. Cuando se trata de una embarcación política, al drama hay que agregarle manifestaciones rayanas en lo incompresible. Y en los tiempos que corren pueden llegar a una liviandad tan transparente como la estupidez.

Es lo que está ocurriendo en la Concertación de Partidos por la Democracia. Conformarse con la explicación de que su derrumbe se debe a que se perdió el poder, es quedarse algo corto. Es cierto que las tensiones se agravan cuando las demandas no pueden ser cubiertas. Y perder el poder es quedarse sin una torta que, aparte del buen sabor, nutría de manera suculenta. Tal vez por eso antes, preocupados de degustar los manjares, nadie levantaba la voz para disentir.

Senador José Antonio Gómez
 (PRSD)
Ya se habla sin tapujos de la necesidad de dar por superada la Concertación y fundar un nuevo referente. Es lo que dice el presidente del Partido Radical Social Demócrata (PRSD), senador José Antonio Gómez. Su decepción llegó con el compromiso que asumió la oposición para apoyar la reforma educacional impulsada por el Gobierno. Fue el único presidente de los partidos del conglomerado que no se sumó a la iniciativa. Es más, la denunció como un atentado que terminaba con la educación pública en Chile. Y para eso, los radicales no estaban disponibles.

 En vista de ello y de la soledad en que se quedaron, Gómez llamó a crear un nuevo referente. Esta postura -que tiene visos de denuncia- se suma a la actitud del diputado Sergio Aguiló. Por la misma razón renunció al Partido Socialista (PS). Perteneció a sus filas por 20 años. Los argumentos que dio Aguiló para su alejamiento son contundentes. Afirma que se convenció que la Concertación era un referente neoliberal. Y él no estaba dispuesto a militar en un Partido con esa orientación.

Los casos del presidente del PRSD y de Aguiló hacen pensar. Uno puede suponer que hubo lentitud en tomar la decisión, en el caso del diputado. En cuanto al presidente de los radicales, la explicación puede ser algo más oscura. Todavía sigue allí. Gómez pudo haber denunciado las prácticas antidemocráticas de la Concertación. Cuando intentó ser candidato presidencial lo maltrataron. El senador Camilo Escalona, en ese entonces presidente del PS, lo basureó a su regalado gusto por enfrentar al democratacristiano Eduardo Frei Ruiz Tagle. Y Gómez, siguió, estoico.

Ahora ha reaccionado, pero con mesura. Creo que tal actitud es comprensible. Él sabe que el PRSD carece de alternativas. Su escasa gravitación en el electorado (3,78%) y su perfil político prácticamente inexistente -a no ser parcialmente en educación- no lo hacen un polo aglutinador. Por eso, sin salirse de la Concertación, ha llamado a “crear un nuevo referente político y social de oposición que convoque a las organizaciones que no concuerdan con las políticas implementadas por este Gobierno”. Es lo que Gómez dice en una carta que envió a sus pares de la coalición.

Es un llamado extraño. ¿Cómo se puede crear un nuevo referente partiendo del ya existente, si la mayoría abrumadora quiere seguir como está? ¿Cuál es la oferta en que ha pensado el senador? Algo parecido ocurre con el diputado Aguiló. Se va para integrar una nueva fuerza de izquierda. En un programa radial declaró que ya no creía en la revolución. Dejó atrás aquella mirada marxista que pretendía, a través de una elite, crear conciencia popular y llevar adelante los cambios. Lo único que ve posible es generar nuevas mayorías por medio de un proceso democrático.

Además de realista, Aguiló es un demócrata de tomo y lomo. El problema es que para competir con alguna posibilidad de ganar en esta democracia virtual, se necesitan algunos equilibrios mínimos. Empezando por el poder comunicacional. Ello en Chile no existe. Los medios se encuentran concentrados en las manos de quienes manejan el poder económico y político. Y ni la izquierda ni los sectores populares están allí.

Lo que pasa en la Concertación no es sorprendente. Las diferencias entre sus integrantes nunca desaparecieron. La Democracia Cristiana siempre fue de centro. Y eso significa caminar por un tenue sendero. Este la llevó desde apoyar el golpe militar contra la administración de Salvador Allende, a buscar como terminar con la dictadura que diecisiete años antes ayudara a engendrar.

Los radicales habían tenido una transitar también por el centro. Pero con trastabillones que los empujaron desde la izquierda a la derecha y luego nuevamente a la izquierda, aunque esta vez marxista.

Del Partido por la Democracia (PPD) poco se podía esperar en aportes ideológicos. Nació -y morirá- como partido instrumental. Eso significa que se le puede pedir poca coherencia en términos ideológicos. Como máximo, que se definan progresistas. Porque eso, en realidad, significa casi nada.

Quizás muchos pensaron que los socialistas aportaban la mirada de izquierda. Gracias a ellos se podía hablar de una coalición de centro izquierda. Se equivocaron. Los socialistas sucumbieron en medio de un mar de culpas y de las tentaciones del poder.

¿De donde saldrá el nuevo referente político? Evidentemente, no de los partidos conocidos. Y eso significa que las formas de participación ciudadana o han cambiado o los ciudadanos se conforman con ser sólo consumidores.

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