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jueves, 20 de enero de 2011

El triste destino de los apóstatas

Por Hugo Latorre Fuenzalida.

Cuando ganó la derecha histórica (Alianza por Chile) a la izquierda reconvertida al neoliberalismo (la Concertación), era dable sostener la teoría que esta gente volvería por sus fueros, es decir por aplicar su modelo neoliberal, tal cual lo han planteado desde la dictadura de Pinochet, a la que la Concertación se encargó de dar continuidad y, además, profundizó,

La convicción de la derecha es similar a la de Marx, es decir que el Estado, una vez dadas las condiciones de redistribución (o concentración) del patrimonio productivo debía desaparecer. En el caso de los neoliberales criollos la fórmula varía un tantico, pero el resultado debe ser el mismo: el Estado debe desaparecer una vez que se haya logrado la privatización total de la economía….y en esa tarea se encuentran desde hace casi cuarenta años.

La UP, logró estatizar temporalmente cierta riqueza privada, haciendo pasar el peso del sector público del 46% del PIB al 64% (gran peso estuvo en la nacionalización del cobre). Pero lo que no logró, como tampoco lo hizo ningún sistema socialista real, fue lo de hacer desaparecer al Estado, como resultado de la distribución social de esa riqueza nacional.

La derecha (apoyado fielmente por la Concertación), ha logrado el prodigio de reducir al Estado desde ese 64% del PIB (como capital económico puesto en sus manos hasta 1973) al mísero 18%.. Es decir van en camino cierto de alcanzar su objetivo final, que sería el de borrar del mapa al sector público de la economía.

Así es que ahora no debe extrañarnos que se siga intentando privatizar lo poco que queda en manos del sector público, como es el 38% de las sanitarias, que Frei privatizó en un 62%, y que Lagos dejó estipulado en ley que también se podía entregar el resto, sin autorización del Congreso.

La pobre Concertación, como borró toda frontera doctrinaria, ideológica y política, se encuentra sin referentes sobre los cuales orientar su indescifrable praxis actual. Así es que el caos es lo que domina sus conductas. Una parte de ellos dice que se opondrá a la mentada reforma educacional de Lavín, mientras otro sector de ellos plantea que se debe apoyar; Un grupo de parlamentarios se opuso a la ley de reajuste, pero bastó la decisión de un parlamentario (ex ministro del trabajo, para peor) y se logró autorizar un reajuste ridículo y ofensivo, además de inconveniente, pues por poco que se sepa de economía, se puede adivinar que este año tendremos inflación alta derivada de los precios internacionales de varios productos con fuerte irradiación en la canasta, incluso los alimentos. Esto último ya lo estamos percibiendo, tanto en los precios del cobre como del petróleo (Ver informes especializados en la prensa sobre variación de precios de alimentos y materias primas).

Ahora, con el tema de las sanitarias, igualmente asoman unos parlamentarios concertacionistas señalando su oposición, mientras otros ya han señalado que se puede privatizar.

En fin, qué más se puede pedir a una alianza política que tiró a la basura toda postura inteligible de gobernar; que traicionó al pueblo y que ha ayudado a consolidar un modelo que concentra riqueza de manera obscena, que se olvida del 40% de jóvenes, que no encuentran más destino que la droga o la delincuencia, que no atendió las necesidades de esa parte del empresario nacional que abastece el consumo popular (PYMES), que obligó a las familias a endeudarse por décadas para financiar la educación de sus hijos, todo por no querer regular los costos de la educación ni cobrar impuestos a los que se benefician de la riqueza nacional y social, como es el caso de las transnacionales que se apropian del cobre.

Ya no es necesario pedir cuentas a una organización agónica. Ya se hicieron su harakiri y el pueblo está terminando de hundirle su sable en las entrañas, para que termine de morir.

Creo que ni Lagos ni Bachelet podrán hacerles regresar al poder. Ha sido demasiado el bochorno de su estropeada gestión como para maquillarse de populismos a estas alturas.

Sin embargo, es cierto que la derecha que nos gobierna, que es la misma que actuó de manera sanguinaria y fracasada durante la dictadura (tuvieron el peor rendimiento económico social de nuestra his6toria, con excepción de la crisis del salitre), y sin embargo recuperó el poder ¿Por qué no podría darse tamaño olvido en el caso de la Concertación, como para tenerlos de vuelta en un plazo prudente, suficiente para que se materialice nuevamente el borrado de la memoria?

Puede ser, pero no debemos desear la repetición de los ciclos fatales del fracaso. Como sociedad debemos aspirar a superar las conducciones nefastas y no perpetuarlas por falta de alternativas creativas. No podemos ni debemos ser un país empantanado entre posturas espurias, como las que hemos tenido. El llamado de la historia (si es que hay llamados en el curso de las historias, que son muchas y disímiles) es otro (esa historia que parece vivirse en otras partes, con otros resultados), viene de otro lado y se dirige, por lo que se ve, en otro sentido. Por tanto Chile debe cambiar su rumbo y sumarse a la dirección que señala la historia de los más exitosos. El peso de esta noche neoliberal debe pasar, pues los consumos suntuarios a los que acceden algunos, de manera inmerecida, no es el camino sobre el que se construye un país real, futurista, justo, unido, digno y fuerte.

¿Qué otro camino le queda a Chile?

Necesariamente el del que alimenta el conocimiento. Estamos entrando en la era de la ciencia y la tecnología, pero ahora no desde las revoluciones industriales convencionales. Comenzamos a explorar los secretos más fundamentales del funcionamiento y organización de la vida y la materia. Es, entonces, desde esa dimensión profunda, como lo fue en el siglo pasado la energía atómica y el descubrimiento del genoma, donde comenzará a expandirse un saber de aplicación total y trascendental.

La humanidad puede comenzar a inscribirse nuevamente en el concurso del desarrollo; si bien es cierto que los que dominaron las tecnologías en uso tendrán ciertas ventajas, no es menos verdad que los países que se apresuren, desde ya, a incorporarse en las tareas y desafíos del conocimiento experimental del futuro, podrán alcanzar ventajas comparativas enormes, es decir suficientes para desarrollarse y dar a sus habitantes un nivel de vida (que no necesariamente de puro consumo) digno de una humanidad que desde la mínima equidad, ya cuente con lo suficiente para vivir en paz y en coherencia existencial.

Pero como esa es una estrategia que ni siquiera se sueña en estos países, es preciso recomendar una estrategia que representa un paso intermedio, una fase de tránsito.

Los objetivos de esta transición deben ubicarse en el terreno de lograr ventajas comparativas en varias áreas estratégicas: recursos naturales; industrialización desde esos recursos propios, educación integral, tecnología, equidad distributiva; trabajo de alta calificación.

¿Cómo intentar esa transición?

Muy sencillo. Una alianza simbiótica entre Estado y privados. Esto no se puede lograre sin la estructuración de un ESTADO DEMOCRÁTICO MODERNO. Un Estado democrático moderno es aquel que integra a las decisiones fundamentales a la mayor cantidad posible de instancias organizadas de la sociedad: iglesias, prensa, gremios, sindicatos, universidades, intelectuales, partidos, asociaciones civiles, etc. y que permite el debate abierto, permanente, responsable y creativo acerca del destino compartido y sus alternativas.

Ni el Estado ni los empresarios privados serán capaces por sí solos de sacar adelante un proyecto de integración tan ambicioso. Toda la sociedad, actuando de manera simbiótica, liderados por un Estado moderno y democrático, podría intentarlo.

Es sobre esta estructura democratizadora que recién se puede pensar en instalar una estrategia viable de desarrollo futurista, pacífico, eficiente y efectivo. Esta es la madre de las batallas para alcanzar el desarrollo. Lo demás será dado por añadidura.

Mientras sigamos con nuestras trabas ideológicas, que antagonizan el Estado y el empresariado, y marginan a la sociedad organizada, nada digno de estos desafíos se podrá hacer.

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