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martes, 25 de junio de 2013

25-6-2013-Edición 859

UNA DERECHA TESTARUDA: O EL MITO DEL "DESARROLLO"

Por Hugo Latorre Fuenzalida

El presidente Piñera y los candidatos de derecha ventilan la especie de que “vamos bien, mañana mejor”….,que estamos a las puertas de alcanzar el desarrollo. Sus lemas electorales se dirigen a tratar de convencer a la gente que ellos sí han hecho una gestión de alto nivel, con crecimiento elevado del PIB y alto empleo.


Los slogans de campaña parecen una alegoría del absurdo: Longueira titula “Por un Chile más justo”, como si el sol se pudiera tapar con un dedo o como Josué, detener su movimiento en el firmamento.
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¿Cómo la gente va a poder comprender que ese señor que entrega la riqueza marina a siete familias y desprecia la opción de los pescadores artesanales y de la sustentabilidad, puede conducir a un Chile más justo; un hombre que ha apoyado toda su vida a un régimen que sentó las bases estructurales de uno de los países más injustos del planeta, pudiera, de pronto, como por una caída del caballo “paulinesca”, convertirse a un luchador por la justicia? Cómo podría hacerlo si él mismo sostiene que todo debe seguir igual en la distribución de la riqueza, que no se debe aumentar la tributación, que las pensiones deben permanecer iguales, que la salud y la educación debe permanecer privada. Es decir, que su opción es mantener la misma estructura de desigualdad y convertir al país en más justo….
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Sólo una intervención directa y categórica del alto cielo podría lograrlo, pero su razón política, evidentemente…de ninguna manera.
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Allamand sostiene su campaña en el supuesto éxito del gobierno de Piñera. En todo.se muestra tan conservador como Longueira. La derecha sabe agremiarse cuando la sociedad se les viene encima. Por eso ahora, a coro, defienden las bases estructurales de supuesto “éxito”: es decir de la concentración perversa y pervertidora del ingreso.
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Es evidente que quien está excesivamente sobre beneficiado, hará lo posible por mantener sus derechos abusivos. Nadie regala poder (excepto la Concertación desde el 88)….El poder debe ser quitado…,obviamente vía democrática. Pero cuando los mismo que crearon el sistema de acumulación injusto, concibieron las “leyes candado” para que el sistema fuera inamovible, incluso en democracia, entonces usted no puede concluir otra cosa que lo que se vive no es un régimen de juego limpio. Cuando usted presencia un juego sucio en un deporte como el fútbol, primero reclama al árbitro…,pero si el árbitro se encuentra también cargado en sus decisiones, entonces apela al tercer árbitro,…y si éste está igualmente inhabilitado para decidir imparcialmente, lo más probable es que la hinchada invada las canchas y termine con el espectáculo.
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Pero la derecha cree que puede dominar la situación; que este país es de gente tan “civilizada” (civilizado, significa adaptado a las normas del poder), que de ninguna manera se atreverá a reclamar de manera extrema los derechos conculcados, burlados o escamoteados. Ellos se sienten, además, propietarios de Chile. Como decía el historiador francés Michelet, la burguesía ama a Francia como su posesión; los pobres la aman como su mujer, pues la Francia es lo único que le queda por amar.


La mentira del “desarrollo”
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Crecer no es lo mismo que desarrollarse. Crecer es subir las cifras del PIB….Desarrollarse en cambio es aumentar las bases nacionales de autonomías económicas y sociales. Crecer es cuantitativo y desarrollarse es necesariamente cualitativo (además de cuantitativo).
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Cuando crece el PIB, uno debe preguntarse ¿quién crece? Es decir, crece toda la economía o un segmento de ella. Si la economía crece mucho más en un segmento, debemos volver a preguntar ¿Está irradiando al crecimiento de las restantes áreas productivas?
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Si la economía crece polarizadamente, sin irradiar ni distribuir (o distribuir negativamente) quiere decir que tenemos un “crecimiento monstruoide”, es decir deformante, por lo tanto necesariamente enfermo, no sano, desquiciado o patológico.
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Pero si a un crecimiento asimétrico en extremo, le agregamos una cualidad inicua o perversa (corrompida), significa que ese crecimiento no conduce al desarrollo, sino a la postración, a la crisis y a la confrontación disolutiva, social y política. Así ha sido en la historia antigua, en nuestra historia latinoamericana y en nuestra historia mundial durante la globalización presente.
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Decir, entonces, que estamos ad portas del desarrollo, cuando nuestra economía ofrece todos los vicios de los países que están ahora precipitados a la quiebra, es de una ingenuidad tonta, de una maldad premeditada o de una ceguera cuasi religiosa, que ante el enseñoreamiento del “mal” más aniquilante, solo pueden ver, como el pobre de Job, la expresión de la bondad divina.
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Contra esa actitud mental, nada se puede hacer, sino desacreditar sus liderazgos obtusos, fanáticos, absurdos y descentrados. Por desgracia nos ha tocado, desde siempre, una derecha extremosa, fanática, gamonalesca y militarizada. El fascismo siempre les ha simpatizado de manera íntima, y a veces explícitamente; las teorías del mundo liberaleconómico , junto a la ultramontana visión de lo valórico, les ha llegado como un misil que, golpeando su cabeza, les ha postrado a una condición que les inhabilita a pensar por cuenta propia, a emitir un ápice de pensamiento original, llevando - como acontece con todos los impedidos-, sus posturas al extremo del frenesí disparatado y la rigidez del anquilosado.
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Para terminar, Chile no ha tenido un crecimiento alto para ser país en vías de desarrollo. Tenemos tasas de entre el 4.8% y el 5.1% a largo plazo, con períodos de estancamiento que han retrasado a Chile por varios quinquenios, que son períodos perdidos de manera definitiva. Los pick de mayor crecimiento han estado ligados a la fortuna de las condiciones favorables del exterior. Y en ningún caso a la genialidad de nuestras propias políticas. Cada vez que esos ciclos virtuosos externos se agotan, Chile entra en problemas.
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Por otra parte, nuestros niveles de inversión global no son ni de cerca aptos para un “desarrollo” más elevado, pues estamos casi 10 puntos por debajo del mínimo necesario para poder crecer a tasas óptimas. Nuestro crecimiento se sustenta en la minería, que poco deja a Chile, en todos los sentidos, y en el consumo, que es esencialmente importado, y que poco estimula a los factores productivos internos (más bien los inhibe), que son los que podrían aportar a nuestro desarrollo real.
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En consecuencia, lo que se nos muestra como desarrollo es más bien una “ilusión de crecimiento”, pues sufrimos la fatalidad de que quienes más crecen son los enclaves transnacionales de nuestra economía y los factores financieros, los que cada año nos desangran ordeñándonos con la exportación de excedentes que necesariamente nos dejan como alfeñiques consuetudinarios, frente a economías robustas de países que hasta hace poco eran nuestros iguales en el concierto mundial.

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