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miércoles, 25 de mayo de 2011

UNA POLÉMICA SABROSA: MATTHEI V/S ERRÁZURIZ.


Por Hugo Latorre Fuenzalida.

Hay palabras que sacan palabras, y esto ha pasado con las acusaciones lanzadas contra el Fra- Fra Errázuriz por la tenencia de extranjeros como empleados en sus empresas campesinas.

La ministra del trabajo (foto derecha) entró a mediar y en duros términos señaló que se debía apuntar con el dedo a aquellos empresarios que abusan de los trabajadores en Chile. Algo debe tener la ministra en el ojo contra el empresario Errázuriz, pues Matthei no acostumbra a atacar a ese gremio de manera tan directa y dura, por el contrario, ha sido la gran defensora de las licencias que se toman en ese gremio, aprovechando una legislación favorable a las interpretaciones torcidas, elusivas y ventajosas.

El empresario aludido, acusado de tratar como esclavos a los extranjeros bajo su cuidado, no tardó en responder a través de una carta pública, donde el trato hacia la ministra es de tú a tú, sin miramientos ni respetos de cargos ni dignidades. Es la ventaja de los aristócratas y adinerados, que pueden darse el lujo de tutearse con el poder, sin que queden reservas de cálculo ni matices.

El locuaz empresario (foto izquierda), ex candidato presidencial y protagonista de innumerables episodios bochornosos, atacó acusando a la ministra de ser una derechista fanática, hija de un militar golpista a quien califica de dudosa lealtad hacia quienes debía sus posiciones.

Luego dirige sus baterías hacia una derecha militarista, que cree aún mantener al país bajo un régimen de dictadura y pensar que todos deben someterse a sus criterios y errores en el silencio propio de aquellos tenebrosos tiempos en que fueron también gobierno.

Finalmente alude a la condición de descendiente de alemanes de la ministra y que reconoce que las migraciones de personas son deseables, pero que hay algunas –pareciera aludir a la ministra- que no lo son tanto.

Este tipo de debates, que no son tales, pues las ideas que se cotejan en estos “dime y direte” son muy categóricas pero poco sustantivas, lo que hacen es reflejar un clima, en Chile, de aire viciado. Este diálogo en las alturas del poder, que debería ser ponderado, reflexivo y sustancioso, grato al oído y al espíritu, también a la mente, se constituye en la muestra flagrante de lo que ha llegado a ser Chile en manos de “pasotistas” del poder, que no tienen ni fomentan la cultura, la civilidad básica ni la solvencia del buen decir.

Nuestra clase empresarial, de punta a punta –pero con las contadas excepciones que autorizan la generalización- son de cultura precaria, elemental y por tanto satisfecha, es decir ni siquiera les inquieta superarse en el ámbito cerebral o espiritual. Los hijos de esta clase, que temprano a medrar empiezan, tampoco lucen sensibilidades hacia lo que alimenta lo elevado del hombre, que padece todo tipo de menesterosidades, en medio de sus miserias naturales.

Está claro que la ministra nunca ha sido de lenguaje diplomático, como también es conocida la verborrea envolvente y viperina del empresario Errázuriz. Entonces estamos en el espectáculo de un choque de “dragones”, en que lo que se ve salir de sus respectivas bocas es fuego abrasador, lo que no es malo en el país de los disimulos y de los circunloquios.

Pero también es cierto que el hombre teje su cultura a través de su idioma, de su comunicación y cuando vemos que nuestro pobre castellano “achilenado” sirve para la ramplonería idiomática y para la beligerancia sórdida, no esperemos entonces que nuestros hijos aprendan las maneras cortesanas del respeto y del trato dignificado de sus semejantes; no exijamos a los empresarios que traten humanamente a sus trabajadores ni respeten sus palabras empeñadas en los convenimientos comerciales. Si todo es ataque y contra ataque, si toda la vida cívica va a estar atiborrada de juicios y acusaciones, entonces se borra el espacio para la amistad cívica, para la tolerancia y para la construcción de una civilizada comunidad de intereses.

Por eso Chile se va pareciendo más a una hacienda de telenovelas, donde los patrones gozan de privilegios perversos e inmerecidos, las jerarquías se imponen represivamente y las categorías sociales se perpetúan por indignas que sean. La base cultural de sus diálogos son simples e incultas, siúticas o ridículas, pero es lo que se ofrece de espectáculo para alimentar a una sociedad que termina gustando de esa bazofia, simplemente por no tener acceso a nada mejor.

Indudablemente, este nuevo episodio de la telenovela rural que es la política chilena, ha sido sabroso, pero igualmente deplorable.

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