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domingo, 29 de mayo de 2011

Los presagios de Oscar Wilde sobre la libertad

Por Hugo Latorre Fuenzalida

Hace mas de cien años, Oscar Wilde asistió a una reunión del club socialista fabiano de Bernard Shaw y tomó la palabra luego que concluyera Shaw, donde señaló puntos que luego, al llegar a casa, esa misma noche, le motivó a redactar el ensayo conocido como “El espíritu del hombre bajo el socialismo”.

En este texto, Wilde expone lo siguiente:

“El socialismo en su énfasis en el uso comunitario de los bienes y sustituyendo la competición por la cooperación, restaurará la sociedad a su condición de organismo sano y asegurará el bienestar material de todos los miembros de la comunidad. Dará, de hecho, a la vida su base apropiada y su ambiente adecuado. Pero para que la vida se desarrolle plenamente a su más alto nivel de perfección se requiere algo más: se necesita el individualismo. Si el socialismo es autoritario; si hay gobiernos armados con el poder económico como lo están ahora con el poder político; si en una palabra, hemos de tener tiranías industriales, entonces este nuevo estado del hombre será peor que el anterior.”

La bondad del socialismo, entonces sería el que permitiría superar la sórdida necesidad de vivir para los demás, es decir trabajar, ocupar el tiempo y el esfuerzo, en generar las riquezas que otros acumulan pudiendo desarrollar, estos pocos, su pleno potencial humano.

Pocos hombre lo han logrado, como los aristócratas filósofos griegos, y los contemporáneos a Wilde que le vienen a la memoria: M. Renán, F laubert, Darwin en ciencias o Keats en poesía. “Han logrado aislarse, colocarse lejos del alboroto de los otros hombres y vivir a cobijo del muro, realizando así la perfección de lo que había en su interior”.

Luego aborda Wilde el tema de la sociedad de masas, que tratará más tarde Ortega y Gasset (1928) en “La rebelión de las masas”, y contemporáneamente a Wilde lo había expuesto Le Bon en su “Psicología de masas” (1895). El Irlandés plantea: “Las emociones del hombre se excitan más rápidamente que su inteligencia y es mucho más fácil simpatizar con el dolor que con el pensamiento.”

Le Bon, a su vez, señalaba: “Los razonamientos de las masas siempre son de orden inferior; piensan por imágenes -¿los arquetipos de Jung?- , y esas imágenes se suceden de manera inconexas: les impresiona el lado maravilloso y legendario.” “ Lo que no puede hacerse con las masas es darles ideas.”

Ortega y Gasset sostendrá que las masas son como los niños mimados, quieren satisfacción para todos sus deseos, pero no aceptan obligaciones.

“Por eso los hombres emprenden la tarea de remediar los males que ven de manera muy seria y sentimental y con miras admirables, aunque erróneas., señala Wilde; pero sus remedios no curan la enfermedad, simplemente la prolongan. Desde luego, sus remedios son parte de la enfermedad.”

El error, para Wilde, está en que los remedios no buscan matar la pobreza, sino mantenerla viva, pero con buena salud. Se aborda mediante la caridad, que es la forma falsa de abordarla, pues “la caridad origina multitud de pecados……Puesto que la caridad degrada y desmoraliza.”

Pero si el socialismo se convierte en tiranía…advertirá Wilde, entonces no podrá dar paso al individualismo protegido por la comunidad, sino que lo aplastará de la manera más oprobiosa, como aquellas sociedades que, entre más profundamente esclavistas, mejor trato daban a sus esclavos, justamente para que no resurgiera el cuestionamiento interior a la tremenda indignidad de su situación de sujeción y enajenación moral.

“En el presente-dice Wilde-, como consecuencia de la existencia de la propiedad privada, una gran cantidad de gente está capacitada para desarrollar una cantidad muy pequeña de individualismo: eso son los poetas, intelectuales, artistas…..Por otra parte, hay gran cantidad de gente que careciendo de toda propiedad privada personal y estando siempre al borde del abismo del hambre se ven forzados a trabajar como bestias de carga en un trabajo que no está de acuerdo con ellos, y al cual están forzados por la tiranía violenta, irracional y degradante de la necesidad: estos son los pobres.”

“Hay otra cosa que decir. Es inmoral usar la propiedad privada para aliviar los horribles males que resultan de la institución de esa propiedad. Es a un mismo tiempo inmoral y deshonesto.”

Pero incluso el escritor denuncia algo peor: ”Su fuerza colectiva (de los pobres) es muy útil a la prosperidad conjunta de la humanidad. Pero es sólo la utilidad material la que gana, y el hombre que es pobre carece absolutamente de importancia. Es simplemente la infinitésima parte de un átomo que, lejos de tenerle envuelto, lo aplasta: desde luego prefiere aplastarle, ya que en este caso lo hace mucho más obediente.”

Luego, en esas mismas páginas Wilde reivindica la rebelión de los pobres:

“Nadie debería demostrar que puede vivir como un animal hambriento. Debería negarse a vivir así y es preferible robar….Es más seguro pedir que coger, pero es más bonito coger que pedir. Un pobre que es desagradecido, despilfarrador, descontento y rebelde, probablemente sea una auténtica persona y tenga gran valor en sí. Constituye, en cualquier caso, una sana protesta. En cuanto a los pobres virtuosos, uno puede sentir piedad por ellos, naturalmente, pero no es posible admirarlos. Han firmado acuerdos privados con el enemigo y han vendido su derecho a la progenitura por un plato de pésimo potaje. Y tienen que ser extraordinariamente estúpidos.”

“Yo puedo comprender a un hombre que acepta leyes que protegen la propiedad privada y admiten su acumulación, en tanto en cuanto él es capaz, bajo esas condiciones, de realizar alguna forma de vida bella e intelectual. Pero me resulta casi increíble que un hombre, cuya vida está entorpecida y mutilada por semejantes leyes pueda soportar su permanencia.”

Lo que no conocía por entonces Wilde, era las herramientas de la sociedad de consumo-que deriva de la sociedad productivista y de masas, en etapa tardía- para seducir a las masas a través de la publicidad y la diversión. La manipulación moderna de las masas deriva directamente de los postulados de Le Bon y forma parte de toda la armazón cultural de nuestra era llamada “postlaboral” o “de consumo”.

Lo cierto es que Wilde tuvo la brillantez- que se le conocía en las artes- para también abordar las ideas políticas y la historia. No se podría negar su asertividad en esta materia, cuando fue capaz de predecir el drama de la aniquilación del individualismo (el sujeto como centro de la libertad), aplastado bajo la violencia colectivista del socialismo real y del capitalismo liberal. Los dos monstruos ideológicos que han puesto al hombre moderno a navegar en las trampas de los mares de Odiseo, sin poderse atar al poste de la barca para eludir el canto de sirenas de las ideologías imperiales, que seduce con su publicidad elocuente y que condena a transitar entre Escila y Caribdis, dos peligros mortales para la supervivencia de la libertad humana.

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