Los seis principales bancos centrales del mundo volvieron a realizar hoy una acción coordinada para inyectar liquidez en el sistema financiero. Es la segunda vez que estos bancos practican esta medida, la última fue en septiembre cuando enviaron un salvavidas por la falta de dólares en Europa.
En esta acción, en la que participaron el Banco de Canadá, el Banco de Inglaterra, el Banco Central Europeo, la Reserva Federal de EE UU, el Banco de Suiza y el Banco de Japón, se bajó el costo de las líneas de swaps en dólares en 50 puntos básicos a contar del 5 de diciembre y hasta el 1 de febrero del 2013.
Con estas medidas se pretende aliviar las tensiones en los mercados financieros y mitigar sus efectos en el suministro de crédito a los hogares y empresas, así como fomentar la actividad económica.
"En estos momentos no existe necesidad, al margen de en dólares, de ofrecer liquidez en monedas distintas a las locales, pero los bancos centrales juzgan prudente hacer los preparativos necesarios para poder proporcionar este respaldo de liquidez tan rapidamente como surja la necesidad", precisaron los bancos en una declaración.
El Banco Central Europeo (BCE) explicó que el Consejo de Gobierno decidió en cooperación con otros bancos centrales establecer "una red temporal de líneas recíprocas de swap" que permitirán al Eurosistema facilitar a esos bancos liquidez en euros cuando fuera requerido, así como ofrecer operaciones para captar liquidez en yenes, libras esterlinas, francos suizos y dólares canadienses, además de las ya existentes en dólares.
En Estados Unidos, la Fed destacó que los bancos no enfrentaban actualmente dificultades para obtener financiamiento en los mercados de corto plazo. Pero que si se deterioran las condiciones, el banco central estadounidense "tiene un rango de herramientas disponibles" para usar como contención y las implementará como sea necesario.
La posibilidad de que uno o más gobiernos europeos caiga en mora de sus deudas han generado temores de un shock en el sistema financiero global que provocaría graves pérdidas a los bancos y una contracción del crédito.
Algunos bancos europeos dependen de préstamos de los bancos centrales para financiar sus operaciones diarias. Otros temen prestar por miedo a no recuperar sus fondos.
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