El Presidente electo del Gobierno español, Mariano Rajoy, asegura ahora que no tiene una "varita mágica", pero se ha pasado la legislatura afirmando que con el PP en el Gobierno habrá "crecimiento sólido" y la crisis económica se "arreglará en dos años"
Por Yolanda González (*)
Mariano Rajoy ¿es la esperanza o sólo promesas? |
El pasado 15 de octubre, a poco más de un mes para las elecciones generales, Mariano Rajoy presidió un acto de partido en Salamanca. Su mensaje dio pie a lo que iba a ser una campaña de perfil muy bajo. "No voy a prometer nada", solemnizó con la excusa de que su objetivo a partir de ese momento iba a ser el de "plantear retos" en lugar de "mirar hacia atrás".
Pese a esta declaración de intenciones, las palabras del futuro presidente del Gobierno no borran sus promesas de los últimos años. Están en las hemerotecas. Hasta el punto de que el pasado 29 de octubre llegó a comprometerse a "devolver la felicidad a los españoles". Fue el broche de oro a tres años y medio prometiendo milagros.
Su equipo llegó a hablar de crear 3,5 millones de empleos en cuatro años
En un escenario de delicada situación económica, las principales promesas de Rajoy y los primeros espadas de su partido desde que en 2008 volvieron a perder las generales tienen que ver con la solución al problema del desempleo. Un compromiso que siempre va aderezado con el recuerdo de que saben hacerlo porque así lo demostraron en 1996 con la llegada de José María Aznar a la Moncloa.
"Tened la seguridad de que volveremos y daremos la talla [...] de que daremos la batalla contra la lacra del desempleo", aseguraba Rajoy en junio de 2009 en un acto de partido acompañado de su número dos, María Dolores de Cospedal. Tiempo después, redoblaría su apuesta y no tendría problema en comprometerse a acabar con el 50% del paro. Estaba en Cáceres hace poco menos de un año y aprovechó un acto de presentación de candidatos a las elecciones municipales y autonómicas para abonar el terreno de las generales. Entre aplausos de los suyos, proclamó que se sentía preparado, dispuesto y deseoso "de volver a hacer lo que hicimos en 1996". ¿El qué? "Rebajar la tasa de desempleo a más de la mitad".
Marcar plazos
Insistió en que, con el PP en el Gobierno, se recuperaría la confianza en España. Ahora sería inimaginable escuchar al líder del PP comprometerse con un plazo a partir del cual la economía española empezaría a levantar cabeza. Pero en el pasado, cuando de lo que se trataba era de desgastar al Gobierno socialista para ganar las elecciones, sí lo hizo. Casi recién inaugurado 2011, Rajoy concedió una entrevista al diario El Mundo en la que se plasmó por escrito su compromiso de arreglar la economía española en un par de años. "Con mi Gobierno habrá crecimiento sólido y empleo en dos años", llegó a expresar.
El mismo optimismo pareció inspirar unas declaraciones, estas más recientes, de Esteban González Pons, quien, el pasado septiembre, puso sobre la mesa la aspiración de su partido de generar 3,5 millones de empleos hasta 2015. Según Pons, esto se conseguiría con la creación de un millón de nuevos empresarios.
Poco antes del 20 de noviembre, día de las elecciones, Rajoy cambió el discurso y optó por un tono prudente. Pero el portavoz del PP no estuvo solo. Poco tardó Cospedal en secundar las palabras de su compañero en la dirección del partido. En otra entrevista publicada en El Mundo, aseguró que veía posible crear ese número de puestos de trabajo. "Si se rema en la buena dirección y se da confianza a la economía española, es un objetivo factible", subrayó.
El castillo de Soutomaior, en Pontevedra, suele ser el escenario escogido por Rajoy para celebrar la apertura del curso político. Fue allí donde a comienzos de septiembre el candidato realizó una de las últimas promesas antes de que comenzara la precampaña: "Ahorraremos en todo lo que sea superfluo, rebajaremos el gasto corriente y haremos una política económica que genere ingresos, sin que sea necesario subir los impuestos. España necesita un Gobierno austero que fortalezca la educación y la sanidad", proclamó. Lo que no dejó claro ese día ni en los 15 de campaña es cómo va a lograr cumplir su promesa de reducir el déficit si no sube los impuestos ni recorta en sanidad ni educación.
Ligado a todas estas promesas, Rajoy se ha dibujado a sí mismo como la persona capaz de generar confianza dentro y fuera de España frente a un Gobierno socialista que ha hecho justamente lo contrario. A saber: perder "la carrera de la confianza y de la credibilidad" e impidiendo así que las empresas españolas tengan "crédito y liquidez".
Esta promesa ha sido repetida machaconamente por el líder del PP. "Un voto al PP da confianza en España y es un mensaje al mundo de que las cosas se van a hacer bien y de que este país será un pilar fundamental en el proyecto del euro", auguró en un mitin en Burgos ya en plena campaña.
La cercanía del 20 de noviembre hizo que el discurso del PP se volviera más prudente, al menos a la hora de hablar de la crisis. Rajoy ya se veía presidente, lo auguraban todas las encuestas. Y huía de anuncios concretos. Ya no prometía acabar con el paro, ni solucionar la economía en un par de años. ¿Por qué? Lo dejó claro a cuatro días de las elecciones, cuando dijo no tener una "varita mágica". Y la noche electoral proclamó: "No va a haber milagros, no los hemos prometido". Pero la hemeroteca desmiente al presidente electo. Sí prometió milagros... y con plazos concretos.
(*) Es columnista de Público.es
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