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martes, 22 de noviembre de 2011

ALEMANIA, ASOMBRADA POR EL MAYOR FIASCO ANTITERRORISTA DE SU HISTORIA

El Estado encara con disculpas y sin dimisiones, los 13 años de terrorismo inadvertido de un grupo neonazi con conexiones policiales

Por Rafael Poch

Desde hace dos semanas la sociedad alemana asiste asombrada a los informes acerca del grupo terrorista nazi "Clandestinidad Nacionalsocialista" (NSU), responsable de por lo menos diez asesinatos de emigrantes, catorce atracos y varios atentados con bombas con decenas de heridos durante los últimos 13 años.

El grupo tenía listas de 80 políticos y activistas ejecutables y un fichero de 10.000 nombres de posibles víctimas.

Es inaudito, se dice, que todo eso haya podido pasar inadvertidamente –los asesinatos se atribuyeron a una red mafiosa de emigrantes- para un aparato de seguridad nacional que no deja de lanzar alertas periódicas sobre el peligro de atentados islámicos y que vigila, controlando teléfonos y comunicaciones, a sus propios diputados de izquierda en el Bundestag por considerarlos un "peligro para la constitución".

Nacimiento tutelado, final con suicidios

NSU nació en Jena, una ciudad del Este, y pasó a la clandestinidad en 1998. La principal organización nazi de Jena estaba animada y dirigida por un confidente de la policía política, el servicio de protección de la constitución (Verfassungsschutz, BfV) llamado Tino Brandt.

El presidente regional del BfV, Helmuth Roewer, financiaba a Brandt y era al mismo tiempo un ultraderechista.

Un agente del BfV de la región de Hesse llamado Andreas y conocido en su pueblo como "el pequeño Adolf" por sus ideas ultras, estuvo en los alrededores de por lo menos cinco de los diez asesinatos llevados a cabo por el grupo terrorista.

Los dos principales implicados en esta trama, Uwe Mundlos y Uwe Böhnhardt, concluyeron su carrera el 4 de noviembre suicidándose e incendiando la camioneta en la que se encontraban tras un atraco frustrado en Eisenach.

Simultáneamente, volaba por los aires su última residencia en la localidad de Zwickau. Ambos extraños sucesos destruyeron muchas pruebas. Una tercera activista, Beate Zschäpe, se entregó a la policía, que ha detectado otros dos sospechosos.

Sorpresas y disculpas

Los ministros federales de justicia e interior, el fiscal general del Estado, el ministro del interior del Land de Hesse, el jefe del BKA, el FBI local, y otras autoridades -pero ningún representante de la policía política, la Oficina de Defensa de la Constitución (BfV)- comparecieron el viernes último ante la prensa en Berlín.

Sin dimisiones ni mención a una historia endémica de indulgencia hacia los nazis, cuyas raíces se remontan a la posguerra, el Estado alemán se mostró carente de explicaciones convincentes sobre el fiasco ante la mayor trama terrorista de la historia reciente del país.

"Hay que analizar", "examinar los posibles defectos" que han hecho posible una incompetencia tan larga y manifiesta, respondió la ministra de justicia, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, a una pregunta que le planteó que tal situación sería, "impensable si se tratara de islamistas o izquierdistas".

El gobierno anuncia que se va a replantear una ilegalización del partido nazi NPD. El propósito fracasó en 2003 por una resolución judicial que mencionaba el peligro que tal paso supondría para los agentes secretos infiltrados y confidentes del BfV en el ambiente nazi.

Esa abultada presencia, que incluye un considerable trajín de dinero del contribuyente destinado a financiar actividades y organizaciones nazis, o a mantener a ultraderechistas que compaginan su activismo con determinados informes a agentes policiales, fue defendida el viernes por el ministro del interior, Hans-Peter Friedrich, quien anunció la creación de un "registro nacional de neonazis como el que ya existe con islamistas".

Con raíces en la posguerra

Friedrich, que se ha disculpado por el fiasco, se ha confesado sorprendido por la trama que ha salido, por lo menos parcialmente, a la luz pública. Califica el fenómeno de "forma nueva" de terrorismo ultraderechista, ignorando un rastro que arranca históricamente de la ausencia de desnazificación en la posguerra, cuando la nueva lucha contra el comunismo de la guerra fría, permitió a muchos oficiales de las SS, de la Gestapo y de la judicatura nazi, "reintegrarse felizmente a sus antiguas profesiones", según la descriptiva fórmula empleada hace tres años por el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung.

La ministra de justicia pide ahora una mayor "concentración" de los 16 departamentos federales del BfV.

"En lugar de 16 organizaciones, podríamos pensar en tres o cuatro", dice. El jefe del BKA, Jörg Zercke, habla de una "coordinación más estrecha" entre los órganos de la seguridad, olvidándose de la principal "coordinación" que el caso evoca: la ambigüedad de la policía con los nazis.

Rainer Wendt, presidente del sindicato policial sugiere incluso un aprovechamiento involutivo del caso: en aras de "una labor más eficaz", la situación podría dar un impulso a la polémica legislación para que la policía maneje y almacene, con aun mayor holgura, los datos confidenciales y privados de la ciudadanía, dice.

"Para cuando reabran los campos"

En Jena, donde nació el NSU, activistas y políticos de izquierda explican que han vivido durante años amenazados y marcados por los neonazis. Llamadas telefónicas amenazantes, visitas intimidatorias a casa y un intento de colocación de una bomba en el coche, relatan Katharina König, Karin Kaschuba y Gudrun Lukin. "Os hacemos fotos para cuando se vuelvan a abrir los campos de concentración", les dijeron.

La policía no sólo no les hacía gran caso, sino que les investigaba a ellos. "Todo lo que podían hacer mal, lo han hecho", dice el líder parlamentario de Die Linke de Turingia, la región de Jena, Bodo Ramelow. Según las cuentas publicadas por la prensa, los neonazis han matado a 147 personas desde 1990, cuatro veces más que la cosecha de la famosa Banda Baader-Meinhof en sus 28 años de historia.

Las organizaciones turcas de Alemania llevan años denunciando el marcaje cotidiano que los nazis ejercen sobre comunidades emigrantes, pero el término "asesinos del Döner Kebab", nombre de una popular especialidad culinaria turca, con el que la prensa trivializó la racha de diez asesinatos en serie de emigrantes con disparos a quemarropa a lo largo de seis años, es sintomático de una amplia xenofobia en la sociedad alemana, observa el presidente del Consejo Judío de Alemania, Dieter Graumann. "No se trataba de kebabs sino de un comando fascista que asesinaba a gente", dice.

"Los debates que estamos escuchado en los últimos días son muy técnicos", dice el presidente de la comunidad turca de Alemania, Kenan Kolat. Medios de comunicación y policía parecían más preocupados por el daño al prestigio del país que por las víctimas asesinadas, cuyos familiares han sido recibidos por el Presidente alemán, Christian Wulf.

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