Análisis de la muerte de cuatro rehenes por las Farc el último fin de semana
Lo ocurrido el fin de semana en la zona rural de Solano (Caquetá), en donde cuatro militares que llevaban varios años secuestrados por las Farc fueron asesinados a sangre fría por los subversivos ante la inminencia de una operación de rescate por parte tropas del Ejército, debe ponerse bajo la lupa. Es prioritario, por tanto, diferenciar dos ámbitos distintos: el de la "culpabilidad" y el de la "responsabilidad", como escribió hoy el diario El Nuevo Siglo com.
La culpabilidad
Dentro del primero es claro que el ciento por ciento de la culpa del crimen perpetrado ayer es de la guerrilla y no le cabe porcentaje alguno a la Fuerza Pública. Fue la subversión la que secuestró y mantuvo por años a los uniformados sometidos a la más inhumana de las condiciones e hizo de su libertad “un botín de guerra” para negociarlo a través de sus fallidas exigencias de ‘canje de prisioneros’.
Asimismo, la normatividad del Derecho Internacional Humanitario (DIH), que dicho sea de paso prohíbe la toma de rehenes, es taxativa en torno a que el grupo o facción armada que tiene bajo su poder o ‘custodia’ a un combatiente del bando contrario, debe responder por la integridad física del mismo. Ninguna norma que regule un conflicto armado interno o internacional faculta o permite que los “prisioneros de guerra” puedan ser asesinados en caso de un intento de rescate del bando contrario.
Sin embargo, esto no ocurrió en las montañas de Solano. Los uniformados cautivos no intentaron escaparse ni se apoderaron de arma alguna que pusiera en riesgo la vida de los guerrilleros que los custodiaban. Lo que hubo allí fue un asesinato de personas puestas en estado de indefensión.
Lo de ayer es de igual gravedad a lo ocurrido en mayo de 2003 cuando las Farc asesinaron a sangre fría en las montañas de Urrao (Antioquia) al secuestrado gobernador Guillermo Gaviria, el ex ministro de Defensa Gilberto Echeverri y ocho militares más, tras ser sorprendidos por una operación de rescate por parte del Ejército.
Y este caso es de gravedad similar a lo que se registró en junio de 2007 en zona montañosa limítrofe de Cauca y Valle, cuando las Farc asesinaron, mediante fusilamiento, a 11 diputados secuestrados, tras confundir a una cuadrilla subversiva que arribaba al campamento en donde tenían a los cautivos con tropas del Ejército que intentaban un rescate a sangre y fuego de los plagiados.
Queda, pues, claro que la "culpabilidad" del asesinato a sangre fría de los cuatro militares en el Caquetá es de las Farc. Se trata de un crimen de lesa humanidad, que confirma una vez más porque la guerrilla colombiana está considerada como una facción paria, bárbara, criminal y terrorista en todos los rincones del planeta.
La responsabilidad
Ahora bien, si se analiza lo que pasó ayer desde el ámbito de la "responsabilidad", tiene que dejarse en claro que ésta es del Ejército. Si bien el Estado no puede renunciar a actuar para liberar secuestrados, el debate no se debe centrar en la desgastada polémica sobre cómo gestionar el regreso a la libertad de los plagiados: por la vía del intento de rescate o la ruta de la negociación.
La Operación Jaque (2 de julio de 2008) echó por tierra la tesis de que no se podía rescatar con vida a los plagiados. Se trató de una acción astuta, milimétrica, un triunfo de la Inteligencia castrense que infiltró a las Farc, las engañó y le arrebató de las manos, sin disparar un solo tiro, a Ingrid Betancourt, los tres contratistas estadounidenses y 11 militares y policías más. Pero también hay rescates de secuestrados a sangre y fuego que han sido exitosos. Por ejemplo, en julio de 2010 las Fuerzas Especiales del Ejército llevaron a cabo la Operación Camaleón, mediante la cual dieron un golpe de mano en las montañas de Guaviare a un frente de las Farc que mantenía secuestrados al general Luis Mendieta, dos coroneles y un soldado. Fue una operación milimétrica y aunque hubo combates, los subversivos no tuvieron tiempo de atacar a los plagiados, que en cuestión de minutos estaban en poder de las tropas y un cuarto, que huyó en medio del fuego cruzado, fue localizado horas después sano y salvo.
Como se ve, el problema no es intentar o no el rescate, sino asegurarse de que el nivel de riesgo sea el menor para los cautivos y las propias tropas. Si no hay certeza o garantía de ello, lo mejor es abstenerse y esperar al momento cuando esas circunstancias estén dadas. En otras palabras, el rescate se intenta sobreseguro, a menos, claro, que se detecte riesgo inminente de atentado subversivo unilateral contra los cautivos.
La "responsabilidad" del Ejército en la tragedia del último fin de semana en Caquetá radica en que desde hace varios años está advertido de que las Farc dieron la orden a los frentes que custodian los uniformados y dirigentes políticos cautivos que ante la inminencia de un rescate militar de éstos, se procedería a asesinarlos a sangre fría.
Por lo tanto, cualquier operación de rescate debería tener la precaución táctica de dar un golpe de mano rápido y contundente, que reduzca al máximo la capacidad de reacción de los guerrilleros y, por ende, el riesgo de que asesinaran a los cautivos y salieran huyendo de la zona de combate.
Es allí en donde está la duda sobre lo que pasó el fin de semana. El Ministro de Defensa admite que hace 45 días las tropas estaban en la zona y que hubo información en torno a que la cuadrilla subversiva que allí opera tendría a varios de los uniformados cautivos. Ello obligaba, entonces, a tener la máxima preocupación en la labor de acercamiento al objetivo, tomarlo por sorpresa, neutralizar o abatir a los subversivos para impedir que tuvieran tiempo de reaccionar y asesinar a los secuestrados.
Fue allí en donde falló el operativo castrense, pues las tropas fueron detectadas por la cuadrilla de las Farc, que no sólo trabó combates con la avanzada militar sino que tuvo margen de acción para ejecutar a cuatro plagiados (un quinto no fue rescatado como tal en el sitio del cautiverio sino que huyó en medio del fuego cruzado) y salir de la zona. El hecho de que sólo una guerrillera haya sido capturada y no se encontraran cadáveres de guerrilleros, indica que éstos tuvieron tiempo suficiente para perpetrar el crimen y evadirse.
La táctica del operativo de rescate falló. La actuación militar debería haber tomado también en cuenta que las Farc están muy golpeadas, heridas y con deseos de venganza tras sufrir el abatimiento de su máximo cabecilla, alias Alfonso Cano, hace menos de tres semanas. Los frentes viven en constante alerta y neurosis por el riesgo cierto de ser blanco de bombardeos o ataques sorpresa.
Localizado el sitio en donde estaban los secuestrados, lo mejor hubiese sido esperar para dar un golpe de mano contundente y rápido, que hubiese permitido disminuir el riesgo de los plagiados. Ello no ocurrió pues es claro que si en una operación de rescate sólo el 20% de los objetivos sobrevive, éste no puede considerarse exitoso.
En síntesis, las Farc son "culpables" del crimen, sí. Pero el Ejército es "responsable" por un operativo que salió mal, muy mal, concluyó el diario colombiano El Nuevo Siglo.com.
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