Editor del diario Crónica Viva de Lima, Perú
En estos momentos deben ser muchos quienes se pregunten qué es eso de "galifardos", tal como ha calificado el presidente del Congreso de la República al pleno de representantes, elegidos como tales por decisión del pueblo soberano. Esto mediante el voto popular y la gracia final de quienes les han otorgado tan alta investidura en el primer poder del Estado.
Quienes tienen esquina, calle y comisaría tienen recuerdos un poco lejanos de dicho adjetivo, que quizá no pasó de los años postreros de los ochenta, cuando se asumía como una suerte de sinónimo de "caído del catre" o "caído del palto", frasecita que tan "brillantemente" revivió en los noventa el recluso Alberto Fujimori, al tomarle el pelo a la gran mayoría de electores que le creyeron eso de "honestidad, tecnología y trabajo" y lo hicieron presidente. El resto ya se sabe y hasta por demás repetir los motivos de su enclaustramiento penal.
Pero quiérase o no, quien coincidió, sin necesidad de recurrir al término puesto en boga por el congresista Abugattás Majluf, fue nada menos que Mario Vargas Llosa, nuestro ilustre escritor, quien alguna vez, con la nevada encima y por diferencias políticas de fondo, no tuvo reparos en llamar mentecato al economista Hernando de Soto. Claro, no solamente para decirle tonto, lerdo, sino además imbécil, idiota, o sea todo un "galifardo".
Es evidente que Abugattás Majluf tiene esquina y calle, no sé si comisaría. Lo primero eran dones de la antigua palomilla, de la gente joven de barrio popular, que tenía la sana costumbre de reunirse, sobre todo en las noches, antes del advenimiento de la televisión, para hablar, discutir y acordar de todo lo que fuera posible. No se trataba de barras bravas, pero sí de grupos formados por verdaderos querendones del lugar de residencia, por humilde que fuera, con quinta, zaguán o callejón, que en innumerables veces solía competir a puño limpio con los faites o guapos de otros barrios similares, para dirimir diferencias que iban desde las deportivas hasta las otras.
Bueno, lo cierto es que Abugattás Majluf, si bien es nacido en Arequipa y está un poco madurón con sus 56 años, cumplidos el pasado 14 de abril, avanzó en edad en el populoso distrito de Breña. Allí don Jesús, su padre, en la avenida España, no muy lejos de la prefectura, tenía la fábrica de confecciones "Moderna" y se supone que guardaba cercana relación con los "mercas" de aquellos tiempos, entre quienes no era desconocida la palabreja que hoy comentamos, muy utilizada por mercachifles que vendían, de barrio en barrio y de pueblo en pueblo, sus telas, ropas y otros artículos a precios baratos, al crédito, al primer galifardo que encontraran en su agotador caminar. De por medio estaba la invitación convincente "baisano es tu amigo, baisano no ganar nada, baisano solo querer ayudar".
En realidad Abugattás Majluf no ha hecho otra cosa que repetir lo que, seguramente, escuchó entre sus mayores y la gente de barrio, inclusive en la Universidad Católica de Lima, en donde estudió Ciencias Sociales y Derecho. Además, del contexto de sus declaraciones se desprende que él también se incluye, en un afán singular, pero muy noble, de recuperar para el Poder Legislativo el prestigio que le corresponde como primer poder del Estado. Son muchos ya, y repetidos cada cinco años, los escándalos y los insultos que protagonizan sus integrantes, no todos, es cierto, pero suficientes para reducir al Parlamento a la situación de institución casi inservible según opinión ciudadana recogida por las encuestadoras.
Aclarando un poco las cosas, el término galifardo no tienen origen extraño en nuestro medio, como parte de la jerga popular, que se extendió hasta otras latitudes, inclusive las pocas santas, en donde las damas de las zonas rojas y los amigos de lo ajeno, estaban siempre atentos al primer descuido del galifardo o sea el "punto" o "gil" a quien había que esquilmar o dejarlo "calato" sin un centavo. José Torres de Vidaurre y Eudocio Carrera Vergara, cronistas de la Lima de ayer, a quienes llegué a conocer, dieron cuenta de ello en los años cincuenta, como derivado de galfarro, mejor dicho sujeto vago, tonto, despreocupado, facil de engañar.
Por eso, siguiendo con los aclares, me pregunto si el bien intencionado Abugattás Majluf al tratar de galifardos a todos los representantes, de carambola, se habrá referido a nosotros, los representados, quizá porque, a pesar de todo lo ocurrido, seguimos siendo tan fáciles de engañar por congresistas que se acuerdan de la Constitución cuando conviene a sus intereses particulares, que no siempre coinciden con los de las mayorías nacionales. Puede ser, ¿por qué no?
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