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miércoles, 1 de junio de 2011

Chile es tierra de nadie y franja de aventureros


Por Arturo Alejandro Muñoz

Aplicaciones de normas neoliberales salvajes han transformado a esta nación en pantano apto para la acción de aventureros y tierra de forajidos. Somos un ‘país puerto’ donde nada se fabrica y todo se distribuye sin poner atención a la moral ni a la ley.

Cada vez me convenzo más de que en Chile es fácil burlar la ley, saltarse los códigos y enriquecerse mediante actos ilícitos. Hay momentos en que llego a certificar que en mi país se está repitiendo la experiencia irlandesa que pobló el Far West norteamericano con revólver en el puño y rifle en la carreta. Aquí, al igual que en ese entonces, rige únicamente la ley del más fuerte, o del poderoso. Claro que la diferencia estriba en la cantidad de años o centurias que separa una experiencia de otra. Querámoslo o no, los chilenos hemos bajado la testa ante el poder de las armas y el imán de las cabelleras rubias.

“¿De qué diablos está hablando ahora este tipo?”, se preguntará más de algún lector. Simple, estoy refiriéndome a la Colonia ‘Dignidad’, a sus jerarcas, al poder e influjo que ellos ejercieron (y aun ejercen) sobre ‘honorables’ instituciones chilenas, como las Fuerzas Armadas, los partidos políticos, los gobiernos de distintos signos, el empresariado, e incluso alguna prensa, especialmente aquella de derecha que hace gárgaras con agua bendita y se limpia con escapularios las manos ensangrentadas.

El doctor Hartmut Hopp -brazo derecho del pederasta, genocida y nazi Paul Schaeffer- se escabulló de la justicia. Metáfora burda. La verdad es que se escapó de la ley, huyó, se fugó, ahuecó el ala, se ‘echó el pollo’, se desvaneció ante las narices mismas de la supuesta autoridad nacional. Lo hizo a bordo de un helicóptero. Tramontó la cordillera y posó sus nalgas en territorio argentino. Desde allí voló a Alemania a bordo de un avión de línea comercial. Simple, claro y efectivo.

Por supuesto, las preguntas afloran a borbotones. ¿Cómo obtuvo vigencia en su pasaporte? (en Argentina se lo exigían, obvio). ¿A quién pertenece el bendito helicóptero? ¿Quién lo pilotó? ¿Una aeronave puede sobrevolar la cordillera y nuestras carísimas -e ineficaces- instituciones de defensa no “cachan niuna”? Sea cual sea la respuesta, queda prístinamente claro que a este paisito llamado Chile cualquier tipo audaz -que cuente con algo de dinero para coimear a un funcionario gubernamental- puede hacer las de quico y caco en beneficio personal.

Con este último asunto (la fuga del nazi, modelito flaite de Mengele), necesariamente hay que preguntar a viva voz cuál es nuestra realidad desnuda. En palabras directas, es imperioso inquirir si tenemos autoridades venales, corruptas, guachucheras y mondongas, o por el contrario, carecemos de una red de protección de fronteras dignas de aquel ‘tigre’ que nuestros gobiernos han tenido a bien marquetear por el mundo. Me inclino, definitivamente, por la primera de las alternativas. Y puedo entregar antecedentes al respecto.

¿Se acuerda usted, amigo lector, de aquella pantagruélica metida de pata de nuestros ‘agentes de la inteligencia nacional’ en el consulado de Argentina, situado en la austral ciudad de Punta Arenas? ¿O ya perdió la memoria y no logra recordar que uno de esos ‘brillantes agentes militares del recontra espionaje’ dejó -nada menos- que su carnet de identidad en las oficinas del consulado extranjero donde fue a hurguetear papeles?

Gracias a Dios no tenemos posibilidad alguna de trabarnos en guerra con los vecinos, porque de lo contrario de seguro nos volarían las plumas. Incluso el narcotráfico criollo (ni siquiera el de Colombia, o el de México) se permite, una y mil veces, cruzar nuestras fronteras para comerciar su veneno dentro y fuera del país. Es decir, algunas decenas de chilenitos ‘picantes’ -incapaces de leer de corrido cuatro líneas y menos aun entenderlas- pueden traficar, enviciar y aherrojar a miles de ciudadanos con su comercio ilícito de drogas y estupefacientes, cruzando -desde Chile- con absoluta tranquilidad hacia Bolivia, Perú y Argentina.

Y que nadie desmienta esto…pues el doctor Hopp, un nazi juzgado, sancionado y custodiado por las ‘instituciones que funcionan’ escapó del país con tal facilidad que pareció viaje de turista habitual rumbo a Europa.

Señor querido, amado Jehová, bendito Alá, divino Buda… gracias por impedir que Chile tenga dificultades serias, bélicas o definitivas con algunos de sus vecinos, pues con nuestras actuales (onerosas e ineficientes) fuerzas de defensa y protección, así como con nuestras instituciones policiales y judiciales, a cualquiera de nuestros eventuales enemigos -incluyendo al narcotráfico- le bastaría enviar a este país a sus grupos de boy-scouts para dominarnos sin contrapeso.

Un solo hombre, un nazi viejo, transitando la tercera edad, un alemán apellidado Hopp, acaba se demostrar que lo anterior no es un cuento de hadas, sino que se trata de algo más que factible. Definitivamente, gracias a la dictadura militar-derechista, a la Concertación y la Alianza, ya dejamos de ser nación, país y república. Hoy somos una especie de simple puerto -donde nada de nada se fabrica- al cual arriban miles de productos extranjeros para ser repartidos a lo largo y ancho del cono sur de América, pagando bajos impuestos y dominando sin contrapeso el medieval escenario jurídico del país.

Ello, incluyendo drogas, nazis y golpistas.





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