Hoy en día es de buen tono hablar de sostenibilidad. Sirve como etiqueta de garantía de que la empresa, al producir, está respetando el medio ambiente. Detrás de esta palabra se esconden algunas verdades, pero también muchos engaños. Por lo general es usada como adjetivo y no como sustantivo.
Me explico: como adjetivo se añade a cualquier cosa sin cambiar la naturaleza de la cosa; por ejemplo, puedo disminuir la polución química de una fábrica colocando filtros mejores en sus chimeneas que vomitan gases, pero la manera de relacionarse la empresa con la naturaleza de donde saca los materiales para la producción, no cambia; continúa devastando.
Su preocupación no es el medio ambiente sino el lucro y la competencia que tiene esta garantizada. Por lo tanto, la sostenibilidad es solamente de acomodación y no de cambio; es adjetiva, no sustantiva.
La sostenibilidad como sustantivo exige un cambio de relación con la naturaleza, la vida y la Tierra. El primer cambio comienza con otra visión de la realidad. La Tierra está viva y nosotros somos su porción consciente e inteligente. No estamos fuera y encima de ella como quien domina, sino dentro como quien cuida, aprovechando sus bienes, pero respetando sus límites. Hay interacción entre el ser humano y la naturaleza. Si contamino el aire, acabo enfermando y refuerzo el efecto invernadero, de donde se deriva el calentamiento global. Si recupero el bosque ciliar del río, preservo las aguas, aumento su volumen y mejoro mi calidad de vida, la de los pájaros y la de los insectos que polinizan los árboles frutales y las flores del jardín.
La sostenibilidad como sustantivo sucede cuando nos hacemos responsables de proteger la vitalidad y la integridad de los ecosistemas. Debido a la abusiva explotación de sus bienes y servicios, estamos llegando a los límites de la Tierra. Ella no consigue reponer un 30% de lo que le ha sido extraído y robado. La Tierra se está quedando cada vez más pobre, de selvas, de aguas, de suelos fértiles, de aire limpio y de biodiversidad. Y lo que es más grave, más empobrecida de gente con solidaridad, con compasión, con respeto, con cuidado y con amor hacia los diferentes. ¿Cuándo va a parar esto?
La sostenibilidad como sustantivo se alcanzará el día en que cambiemos nuestra manera de habitar la Tierra, nuestra Gran Madre, de producir, de distribuir, de consumir y de tratar los residuos. Nuestro sistema de vida se está muriendo, sin capacidad de resolver los problemas que ha creado. Peor, él nos está matando, y amenazando todo el sistema de vida.
Tenemos que reinventar un nuevo modo de estar en el mundo con los otros, con la naturaleza, con la Tierra y con la Última Realidad. Aprender a ser más con menos y a satisfacer nuestras necesidades con sentido de solidaridad con los millones de personas que pasan hambre y con el futuro de nuestros hijos y nietos. O cambiamos o vamos al encuentro de previsibles tragedias ecológicas y de seres humanos.
Cuando los que controlan las finanzas y los destinos de los pueblos se reúnen, nunca es para discutir el futuro de la vida humana y la conservación de la Tierra. Ellos se juntan para tratar de dinero, de cómo salvar el sistema financiero y especulativo, cómo garantizar las tasas de interés y los beneficios de los bancos. Si hablan de calentamiento global y de cambios climáticos es casi siempre con esta óptica: ¿cuánto puedo perder con estos fenómenos? O si no, ¿cómo puedo ganar comprando o vendiendo bonus de carbono (compro de otros países permiso para seguir contaminando)? La sostenibilidad de la que hablan no es ni adjetiva, ni sustantiva. Es pura retórica. Olvidan que la Tierra puede vivir sin nosotros, como vivió miles de millones de años. Nosotros no podemos vivir sin ella.
No seamos ilusos: las empresas, en su gran mayoría, sólo asumen la responsabilidad socioambiental en la medida en que no se perjudiquen sus ganancias y su competición no sea amenazada. Por lo tanto, nada de cambio de rumbo, de relación diferente con la naturaleza, nada de valores éticos y espirituales. Como ha dicho muy bien el ecólogo social uruguayo E. Gudynas: «la tarea no es pensar en desarrollo alternativo sino en alternativas de desarrollo».
Hemos llegado a un punto en el que no tenemos otra salida sino hacer una revolución paradigmática; si no, seremos víctimas de la lógica férrea del Capital que puede llevarnos a un fenomenal impasse de nuestra civilización.
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