Por Walter Krohne
El conservador David Cameron se convirtió hoy practicamente en el primer ministro de Gran Breataña después que el hasta ahora jefe de Gobierno, el laborista Gordon Brown, presentó su renuncia ante la Reina Isabel II en el Palacio de Buckingham de Londres. En esta forma se pone fin a trece años de gobiernos laboristas.
Cameron esta misma noche (hora de Londres) visitó también a la monarca quien le dio la autorización para formar el nuevo Gobierno.
Terminaron así cinco días de incertidumbre desde el resultado electoral del jueves pasado en que ninguno de los tres candidatos - Cameron, Brown y el liberal demócrata Nick Clegg - obtuvo la mayoría absoluta, siendo Cameron el que consiguió la mayor cantidad de votos.
Cameron, con 43 años, se convierte así en el primer ministro del Reino Unido más joven en casi 200 años. Tras su reunión con la Reina, y en las puertas de su nueva residencia en Downing Street 10, la casa de los jefes de Gobierno en Gran Bretaña, aseguró que buscaba una coalición "completa" entre los conservadores y los liberal-demócratas. "Creo que la manera correcta es dar a este país el Gobierno fuerte, estable, bueno y decente que tanto necesitamos".
Último intento de Brown
El renunciado Brown hizo ayer y hoy el último intento de negociación con el partido “bisagra” Liberal-Demócrata que encabeza el derrotado Nick Clegg. Esto significó que la renuncia de Brown a la jefatura del gobierno se esperaba para cualquier momento.
Analistas políticos en Londres dijeron que entre los laboristas y los Liberales-Demócratas no hubo ruptura, como se había dicho, porque la verdad es que fueron sólo intentos de conversaciones que nunca alcanzaron el impulso necesario después de una elección en que ambos fueron derrotados.
El nuevo gobierno deberá hacer frente a una serie de graves problemas como son los económico-financieros y los relativos a la inmigración que ha aumentado considerablemente en los últimos años. Frente a la Unión Europea, de la cual Gran Bretaña es uno de los 27 miembros, Cameron es partidario de no entregarle a esta unión comunitaria más poderes de los que ya tiene. Cameron le hizo notar a Clegg que “ningún gobierno debería darle más poder a la Unión Europea”.
Frente a la propuesta del partido de Clegg de regularizar a los inmigrantes que viven en Gran Bretaña, Cameron dijo que “no hay que ser blandos” en esta materia.
Igualmente hay diferencias en temas militares y aquí Cameron pareció descartar un abandono del programa de renovación del sistema nuclear “Trident”, uno de los puntos claves del programa liberaldemócrata.
En cuanto a los puntos de aproximación, Cameron recordó que su partido apoya una “economía verde” y que, al igual que los liberaldemócratas, también es contrario a la propuesta laborista de incrementar la cotización a la seguridad social a partir del próximo año.
Sobre estos asuntos, el líder “tory” remarcó que existían “muchos puntos de acuerdo” entre los dos partidos, lo que, a su juicio, ofrece “las bases para la formación de un gobierno sólido”.
Hay si diferencias en la forma de como deberá afrontarse el déficit fiscal en Gran Bretaña que asciende a 163.000 millones de libras. Mientras Cameron opina que debe comenzarse de inmediato, los liberaldemócratas son partidarios, como también lo son los laboristas, de retrasarlo para más adelante, hasta que se consolide la recuperación económica.
“La mayor amenaza es el déficit y es esencial afrontarlo este año”, afirmó el líder conservador, en alusión clara a lo que está ocurriendo en otros países como Grecia.
A pesar de los esfuerzos que hizo Brown para negociar con los liberales demócratas, estos últimos fueron dominados por la desconfianza, porque el punto central para ellos ha sido la reforma electoral. Brown les prometió que la haría pero Clegg no estaba tan seguro de que los diputados laboristas la respaldaran.
Por parte de los diputados laboristas hubo también malestar, porque en parte no querían alianzas con nadie y pensaban que lo mejor era que Brown renunciara.
El ministro de educación, Ed Balls, que integró el equipo negociador de Brown con Clegg, representa al sector más sectario y más contrario a un pacto y fue déspota y hasta insolente con el equipo del liberal demócrata.
Buscan al nuevo líder laborista
Justamente Ed Balls podría convertirse ahora en el sucesor de Brown como líder laborista, aunque están también en la lista el titular del exterior David Miliband, y quizá igualmente su propio hermano y titular de Energía Ed Miliband, además de Alan Johnson y el vicelíder laborista Harriet Harman.
Con respecto a David Miliband, su entorno ha confirmado ya que presentará su candidatura, lo que no aparece como una sorpresa, porque su nombre ha sonado por años como el gran aspirante para suceder a Brown.
En tres ocasiones ha estado a punto de asumir el liderazgo laborista, aunque al final ha quedado todo en nada. Sin embargo, si logra ganarse esta vez al ala más izquirdista del laborismo y moderar su proximidad con Tony Blair como también de la idea centrista del nuevo laborismo, podría tener esta vez una carta de triunfo. En la elección partidaria votan los 258 diputados laboristas, los militantes y los miembros de los sindicatos. El voto de cada uno de estos tres grupos vale un tercio y por eso es tan importante para cualquier candidato ganarse el apoyo de los sectores izquierdistas, especialmente de los miembros sindicales.
Decisión final
Ciertamente, el que tiene que tomar la decisión final ahora es Clegg después que Cameron, en las conversaciones que ambos han sostenido, presentó ya todas las posibilidades para poder llegar a un acuerdo o al menos le hizo ver el líder liberal-demócrata hasta que punto podía estirar su “escasa” flexibilidad política. Debe hacerse hincapié que Cameron hasta ahora sólo ha recibido el mandato de la Reina para formar gobierno. Esto significa que en las próximas horas deberá afinar el posible acuerdo final con Clegg.
Realmente Clegg está en un dilema, porque si pacta con los conservadores deberá olvidarse de la reforma electoral, al menos por el momento, aunque Cameron incluyó también este tema entre sus promesas. A su favor está el hecho que la prensa conservadora lo comenzará a tratar como un estadista, aunque sea en una “segunda posición”
Por otra parte, no puede descartar los problemas que puede llegar a tener con el sector izquierdista de su propio partido que a ojos cerrados sus militantes hubiesen preferido haber cerrado un pacto con los laboristas, con quienes Clegg habría logrado también su tan esperada reforma electoral en forma inmediata como se lo mencionó Brown. Sin embargo, al mismo tiempo, como punto negativo, Clegg habría contribuido a formar un gobierno débil que hubiese requerido necesariamente el apoyo de los nacionalistas de Gales, Escocia e Irlanda del Norte.
Si llega a un acuerdo con los conservadores, como parece que ocurrirá, Clegg espera contar con el respaldo del 75% de los diputados de su partido y de un 75% de su directorio o ejecutivo nacional. Si no lo logra, la situación se le va a complicar, porque para conseguir el poyo que necesita tendría que convocar a un Congreso Extraordinario y obtener allí el apoyo de los dos tercios de los delegados. Por último, tendría una última posibilidad, para el caso de no lograr tampoco la mayoría calificada en el Congreso, que es el voto por correo de todos los militantes del partido.
Cameron puso también las cartas sobre la mesa y ha comenzado a presionar a Clegg: “Yo hice una oferta abierta y razonable a los liberales-demócratas. Ahora llega la hora de que ellos decidan y den a este país el Gobierno que tanto necesita".
La reforma electoral
Según la oferta presentada ayer por los conservadores, el acuerdo con los liberales-demócratas contemplaría la formación de un Gobierno de coalición y la reforma del sistema electoral previo voto en el Parlamento y aprobación en referéndum.
El nuevo sistema electoral no sería el modelo proporcional que quieren los liberales-demócratas pero garantizaría que los diputados sean elegidos con el apoyo mayoritario de los votantes de su circunscripción. Según estimaciones de la Sociedad para la Reforma Electoral, con ese nuevo sistema en las elecciones del 6 de mayo, los conservadores habrían obtenido 281 diputados, los laboristas 261 y los liberales-demócratas 79. Con el actual sistema el reparto fue de 307, 258 y 57, respectivamente.
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