CHILE NO TIENE VUELTA: MIENTRAS LAS INSTITUCIONES FUNCIONEN ...¿?...PASARÁ LO QUE PASÓ EN EL TERREMOTO
Por Walter Krohne
Hay asuntos que en Chile son cada día más difíciles de entender. La economía, o mejor dicho la macroeconomía, aparece con nota siete en los organismos internacionales. Los ministros de Hacienda son premiados en el exterior por su gestión de apuntalar día a día el neoliberalismo, sin importar que la clase trabajadora y también la más sufrida, pueda o no resolver sus problemas esenciales, porque los bajos sueldos que hay en este país, simplemente no alcanzan para muchos y menos para los que viven permanentemente endeudados.
Todos preocupados de que Chile ingrese y se posesione en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), aunque son muy pocos los que pueden explicar el ¿para qué?
“Es para codearnos con los más poderosos del mundo para aprender y luego aplicar los conocimientos en Chile”, explican los más atrevidos funcionarios.
Ojalá que estos conocimientos se apliquen porque con lo que hemos visto y sabido en la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados sobre las fallas cometidas en las primeras horas después del terremoto y maremoto, los conocimientos que chilenos alguna vez adquirieron en estas materias en otros países, jamás se pusieron en práctica en Chile, a pesar que externamente aparecemos muy preocupados del tema por nuestros expertos en sismología que asisten a conferencias internacionales o los sabios asiáticos en movimientos telúricos que nos visitan continuamente.
Un país tan largo como Chile y con tanta costa y montañas, ha tenido hasta ahora una Oficina de Emergencia modesta con escaso equipamiento técnico y personal reducido y, al parecer, también poco idóneo. Ver el video de la madrugada del 27 de febrero en la ONEMI es como estar inserto en un cuento de “monos animados”, donde aparece la ex presidenta Michelle Bachelet tratando de lanzar ideas y propuestas, pero lamentablemente sin ser escuchada o siendo desviada a otros temas o simplemente sin obedecerse sus instrucciones.
Así, un país que se ha creído el “jaguar” de América Latina por mucho tiempo, no puede seguir funcionando. Desde afuera nos ven con una fachada “arquitectónicamente” bella y de país rico, bien organizado, con técnicas europeos o estadounidenses, capaz de levantar un imponente stand en la feria mundial de Shangai, pero lamentablemente esta es una pura fachada, porque detrás de ella ni siquiera había teléfonos satelitales para comunicarse con las zonas terremoteadas. ¡Que horror!
La senadora Soledad Alvear tiene toda la razón de sugerir la renuncia, al menos del comandante en jefe de la Armada, almirante Edmundo González Robles, institución que entregó una información miserable y confusa sobre algo tan vital como era en ese momento un pronóstico verídico de tsunami.
Tan grave es todo esto que mientras la presidenta decía que no había peligro de tsunami, el archipiélago de Juan Fernández estaba siendo golpeado por fuertes olas de más diez metros de altura y arrasado por una naturaleza enloquecida.
¿Quién responde por la vidas humanas? Eran personas que se podrían haber salvado si se hubiesen aplicado en Chile las técnicas internacionales para casos de emergencia como el que vivimos.
¿Por qué no podemos contar en Chile con un sistema impecable para casos de desastres? Ya vimos en el norte, en el terremoto de Iquique, y luego en Chaitén los errores de información y coordinación que se cometieron y especialmente de manejo de ambas crisis.
Es que el asunto está más vinculado a la política que a la solidaridad, porque hay que hacer cosas que la gente las vea, especialmente aquella gente que debe concurrir luego a las urnas y elegir a las autoridades. Pero una Onemi impecable con un sistema comunicacional satelital y muchos otros instrumentos de última gneración, representa una gran inversión que en el fondo no la ve nadie y por lo tanto es siempre una idea que se puede aplazar.
¿Por qué de una vez por todas no hacemos las cosas bien en Chile?
Creo que es un problema de mentalidad y disciplina, que parecen ser desconocidas en este país. ¿Cómo es posible que en la noche del terremoto estaba de turno en el SHOA de la Armada un oficial que no sabía inglés y que no pudo comprender lo que le decían desde la Central de Control de Tsunamis de Estados Unidos, que precisamente le advertían de un maremoto? ¿Como no pudo la Presidenta disponer de un helicóptero en el momenrto en que lo pidió a las 5 de la mañana, recibiéndolo recién cuatro horas después, cuándo pudo ubicarse a un piloto que la transportara?
Preguntas hay muchas, pero que sacamos con intentar responderlas cuando las cosas quedarán como están y han sido siempre así. Esta vez todo volverá a foja cero cuando la Comisión de la Cámara termine su investigación.
Nos encontraremos entonces, si Dios quiere, en el próximo terremoto para seguir hablando de lo mismo.
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