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jueves, 6 de mayo de 2010


GATO GAMBOA  PRESENTA SU VIAJE POR EL INFIERNO

Por Walter Krohne

La vida dura e ingrata de casi dos años en el campo militar de prisioneros de Chacabuco, ubicado a 110 kilómetros de Antofagasta, es relatada por el periodista Alberto Gamboa, más conocido como Gato, en una reedición de su libro “Un viaje por el infierno”, que esta noche fue presentado en el Café Literario de Providencia.

El texto fue publicado en cuatro capítulos por la desaparecida revista "Hoy" en 1984. Esta noche la presentación estuvo a cargo del periodista  Alejandro Guillier y del  poeta Jorge Montealegre.

En el lugar del evento se reunio una gran cantidad de periodistas y amigos personales del autor, que escucharon al periodista al entregar un relato del libro y de sus experiencias como preso político de la dictadura de Augusto Pinochet en el norte del país.

El “Gato” fue director del diario  El Clarín durante 12 años hasta el mismo 11 de septiembre de 1973, el día del golpe militar. Años después y tras abandonar el campo de concentración quiso volver a ejercer su profesión, pero como era difícil trabajar en los medios por razones políticas,  tuvo que dedicarse primero a otras actividades hasta que el entonces director de la prestigiosa revista Hoy, Emilio Filippi, lo contrató y allí comenzó a publicar reportajes deportivos.

Luego, el gerente general de la empresa, Enrique Marshall, fue quien lo instó a contar sus experiencias. “Acordé con ellos que iba a publicar las vivencias por las que había pasado en Chacabuco, pero no sólo las mías, sino que también las de mis compañeros de prisión”, declaró Gamboa.

Los setenta fueron años demasiado tumultuosos. Por eso recién en 1984 se publicaron los cuatro tomos en formato de libros pequeños. En tiempos en que no era común leer relatos de este tipo, según Gamboa, la aparición de los capítulos disparó las ventas. “La revista Hoy, que más o menos debe haber tenido un tiraje de 25 a 30 mil ejemplares semanales, con los capítulos subió a 90.000”.

Un verdadero sabueso

El Gato Gamboa con 86 años de edad y 62 de profesión fue un verdadero sabueso del reporterismo nacional, de esos que nacieron con la letra de imprenta en la sangre, sin dejar pasar ningún segundo de vida para escribir la historia, y como buen gato, tomarle noche y día el pulso a Chile y al mundo.


Ha sido un trabajador inagotable e imbatible que disfruta y ama su profesión, porque ésta le ha abierto cada día nuevas perspectivas que agotan su curiosidad de felino y escritor. Con 22 años se inició como reportero deportivo en la revista “Estadio”. Ni durante la dictadura de Pinochet ni tampoco antes, intentó abandonar el país, ignorando siempre lo que pudo haber sido para él un exilio voluntario u obligatorio en tierras lejanas y extrañas. Todo lo contrario: Cambió siempre el exilio por la difícil y dura lucha interna que cumplió severamente como periodista, escribiendo desde la clandestinidad y buscando trabajos para sobrevivir. Sin mirarse las manos, trabajó como obrero en las excavaciones de los túneles del metro de Santiago (1977-1980) o como vendedor de libros.

Ha reporteado los aciertos y desaciertos de once gobiernos, desde los dos últimos radicales, el de Juan Antonio Ríos (muerto antes de terminar su período en 1946) y el de Gabriel González Videla, hasta el primero encabezado por una mujer, el de la presidenta Michelle Bachelet. Conoció de cerca a todos los presidentes democráticos y elegidos en comicios abiertos y populares y fue prisionero político en diversos campos de concentración entre 1973 y 1976, donde conoció de cerca la tortura, el asesinato la intriga y la sangre, de un régimen militar que fue la única dictadura que vivió Gamboa y también la etapa más difícil e injusta de toda su existencia.

“En el Estadio Nacional vi a un Gato Gamboa muy torturado”, testimonió una vez el ex presidente del Colegio de Periodistas de Chile, Guillermo Torres Gaona. Sin embargo, este sufrimiento y la agresividad aplicada en su contra no cambiaron su actitud frente a la vida ni ante sus persecutores y siguió reporteando hasta hace muy pocos días sin ningún odio ni rencor, quizá sólo con un recuerdo amargo y gris, que también casi ha olvidado con el pasar del tiempo. Sigue siendo “un amigo de todo el mundo”, como dijo uno de sus colegas más cercanos.

En la foto de arriba, el Gato aparece con su esposa María Estela Urzúa

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