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jueves, 11 de agosto de 2016

La columna del periodista Fernández

LLORAR POR LAS NOTICIAS


Por Enrique Fernández

Los vecinos de Jole y Michele, un matrimonio de ancianos de un barrio de Roma, llamaron alarmados a la policía cuando escucharon sus prolongados sollozos. Era un llanto incontenible, acompañado de gritos desesperados.
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Cuatro agentes llegaron presurosos hasta la comuna romana de Appio. Esperaban encontrar una escena de violencia intrafamiliar o los efectos de un asalto en el departamento de la pareja. Pero cuando tocaron a la puerta y entraron, no vieron destrozos ni huellas de algún crimen. Sólo se encontraron frente a dos abuelos que no podían contener su llanto al ver las noticias de la televisión, que era su única compañía.
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Jole, de 89 años, y su esposo Michele, de 94, contaron a los policías que mientras veían el noticiario ella comenzó a llorar al ver notas sobre atentados, maltrato infantil y otros episodios de violencia que iban desfilando por la pantalla. “¿Por qué tanta maldad?”, se preguntaba entre sollozos impotentes. Su esposo se contagió con la pena de ella y el llanto de ambos fue tan grande que traspasó los muros de su departamento y provocó la alarma de sus vecinos.
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Así fue como llegaron los cuatro agentes, Andrea, Alejandro, Ernesto y Mirko. Pidieron permiso a Jole y Michele, casados hace 70 años, para prepararles una cena y conocer sus muchas historias de vida mientras pedían una ambulancia para entregarles atención médica. El relato de los policías, publicado esta semana en la página de Facebook de la prefectura policial romana, continúa así:  "Es un verano sofocante el romano. Jole está en casa. Como todas las noches. Quizás desde hace mucho tiempo. En el noticiero transcurren distraídamente las noticias.Atentados, niños maltradados en el jardín. Jole se pregunta el por qué de tanta maldad. Pero la TV le hace compañía. Es todavía una noche solitaria para pasar con Michele. Sí, porque Michele, 94 años, es su marido desde hace casi 70. Ella, que tiene 89 primaveras, ¡tendría tantos recuerdos para contar! Pero, ¿a quién? Hace tanto que nadie pasa a saludarlos...".
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"No siempre es fácil la vida. Sobre todo cuando se vacía la ciudad y los vecinos están de vacaciones, a veces la soledad se disuelve en lágrimas. Puede ocurrir, como en esta ocasión, que alguien llore tan fuerte por la desesperación que alguien acabe llamando a la policía. Jole y Michele no fueron víctimas de un crimen o una estafa, ningún ladrón entró en su casa. No hay nadie a quien salvar. Esta vez, para los agentes hay una tarea de enormes proporciones: dos almas solitarias que necesitan ser reconfortadas".
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“Todo en el departamento cuenta de la larga vida juntos, pero también de la desolación por la cual los agentes están allí. Un mísero racimo, del cual penden tres uvas, sobre la mesa de la cocina, dan cuenta de un ayuno que lleva ya demasiado tiempo. Los policías se impregnan de la ternura. Entienden que esta vez es distinto. Esta noche, las leyes no sirven. Sirve ser hombres. Sirve ser verdaderos".
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"Sólo un poco de calor humano podrá restaurar la paz en Jole y Michele. Así que les pidieron permiso para acceder a la despensa e improvisar una cena, un plato de pasta con manteca y queso, nada en particular, pero con un ingrediente valioso: toda su humanidad".

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