5-12-13-KRA-881
El tema es el modelo
LA CUESTIÓN ES EL ACCESO
Por Bernardo Kliksberg (*)
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Según el Informe 2013 de la FAO, 2.000 millones de
personas sufren de “hambre escondida”. Carecen de uno o más de los
micronutrientes principales. Los déficit en vitamina A (30,7 por ciento de los
niños) impiden el funcionamiento normal del sistema visual. La falta de hierro
es uno de los factores que lleva a la anemia (47,9 por ciento) que afecta el
desarrollo cognitivo, el embarazo, la mortalidad materna. Las deficiencias en
yodo (30,3 por ciento) impactan en el funcionamiento mental.
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Según Harvard (2011), la desnutrición es uno de los
factores que ha llevado a la disminución o el estancamiento de la estatura
promedio de las mujeres pobres, entre otros en países como Guatemala y
Honduras, que tienen algunas de las mayores brechas en altura entre las mujeres
ricas y pobres. ¿Por qué tanta hambre cuando hay un “superávit” de alimentos?
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La FAO, que dirige con un liderazgo ejemplar,
renovador y avanzado José Graziano, fundador del exitoso programa Hambre Cero
en Brasil, previene en el título de su informe 2012 que “el crecimiento
económico es necesario, pero no suficiente para acelerar la reducción del
hambre y la malnutrición”. Hay un problema de acceso a los alimentos. Para los
1200 millones sumidos en pobreza extrema (menos de 1,25 dólar diario), es muy
difícil adquirirlos. También es complejo para los 3.000 millones sumidos en la
pobreza (menos de 3 dólares diarios). Así por ejemplo, en Níger, representan
del 70 al 80 por ciento de los ingresos. Ese acceso se ha hecho mas difícil
desde la gran crisis del 2008/9 por las consecuencias pauperizantes que sigue
teniendo, y la suba y volatilidad de los precios, agudizadas por la
especulación en las bolsas de alimentos.
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Por otra parte, los agricultores pobres están siendo
especialmente afectados por las consecuencias del cambio climático. El aumento
de la frecuencia y magnitud de los desastres naturales, y la desertificación de
extensas zonas están destruyendo precarios equilibrios de supervivencia.
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El hambre es derrotable
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Amartya Sen mostró el peso del acceso. Analizó las cifras
de expectativa de vida en Inglaterra durante las seis primeras décadas del
siglo pasado. Cuando más aumentaron fueron durante las guerras. Explica (Sen y
Kliksberg, Primero la Gen. 2012): “En tanto que el suministro total de
alimentos per cápita se redujo durante la guerra, la incidencia de una
exagerada desnutrición también disminuyó en vista del uso más eficaz de los
sistemas públicos de distribución relacionados con el esfuerzo bélico y una
forma más equitativa de compartir los alimentos a través de los sistemas de
racionamiento”.
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Dar a un niño una taza con los micronutrientes que
necesita cuesta sólo 0,25 centavo de dólar diario. Ello significa 91 dólares
anuales. Se gastan por segundo dos millones en armas.
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¿Se puede reducir el hambre con rapidez? El Brasil de
Lula y Dilma lo mostró a través del programa Hambre Cero declarado referencia
mundial por los organismos internacionales. Al inicio del gobierno de Lula
había 44 millones de desnutridos. En el 2009, 20 millones menos, y siguió
bajando. Lula declaró al tomar posesión (1/1/03): “Vamos a crear las
condiciones para que todas las personas en nuestro país puedan comer
decentemente tres veces por día, todos los días, sin necesidad de donaciones de
nadie. Brasil no puede continuar conviviendo con tanta desigualdad”.
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El programa comprendió políticas combinadas que iban a
las causas de fondo. Entre ellas, promoción masiva de los agricultores pobres,
a través del seguro de la renta agrícola, prioridad a la producción interna,
compras públicas, aumento de la producción de alimentos locales, incentivos a
la investigación en el uso de tecnologías apropiadas, crédito, cooperativas y
asistencia técnica.
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Se estimularon su organización y participación y se
convocó a la sociedad civil y las empresas. Subrayan Graziano, Belik y Takagi
(2012), sacando lecciones del programa para otros países latinoamericanos en
los que fue clave su centralidad: “Es importante que una política de seguridad
alimentaria se afirme como política transversal y como centro de la planificación
de un gobierno, y no meramente como un programa sectorial vinculado al
desarrollo agrícola o al área asistencial”.
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Destacan que “en América latina es fundamental asociar
las políticas de seguridad alimentaria a la implantación simultánea de
políticas masivas de distribución de la renta. La raíz del hambre y de la
inseguridad alimentaria está en la estructura desigual de la renta, y en su
perpetuación y profundización”.
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Brasil sigue teniendo exigentes desafíos, pero la
población desnutrida era en el 2010/12, según la FAO, 6,9 por ciento frente al
17,5 por ciento en otro de los Brics, la India, y 12,5 por ciento a nivel
mundial.
El tema es el modelo
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Argentina conoció el hambre en los ’90 de mano del
modelo neoliberal. En un país con capacidad de producir alimentos para
diez veces su población, la foto de un niño de Tucumán que murió de hambre
recorrió el mundo. Del 2003 en adelante, las políticas económicas inclusivas,
las agresivas políticas sociales, el énfasis en salud pública, nutrición y
educación, la redistribución en los ingresos, el programa estratégico
agropecuario redujeron el problema a cifras mínimas, pero que deben seguir
siendo enfrentadas.
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A la desnutrición se suma hoy la obesidad. Ciento
treinta millones de latinoamericanos tienen sobrepeso. En ello inciden la
ingesta de “comidas basura” llenas de grasas ultrasaturadas, las bebidas
azucaradas, el exceso de sodio. Esa “dieta”, fomentada por ciertos intereses
económicos en los más humildes, produce daños circulatorios, diabetes y
diversas enfermedades. México, uno de los países con mayor obesidad, con 70.000
muertes anuales por diabetes, termina de imponer impuestos especiales a la
comida chatarra y las bebidas azucaradas. En EE.UU. la agencia reguladora de
alimentos y medicamentos, anunció que se propone prohibir los transfats
(8/11/13).
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“El derecho a una alimentación adecuada” establecido
hoy en normas internacionales es una exigencia ética elemental, pero sigue
siendo negado en la práctica a vastos sectores. Las políticas ortodoxas, que
gran parte de América latina desechó, siguen en boga en otros lugares, y no
sólo no atienden el problema, sino que están presionando porque se recorten
ayudas alimentarias a los más pobres. Las generaciones futuras juzgarán a las
actuales, en primer lugar, por cómo encararon la restitución de este derecho,
el mas básico de todos.
(*) Miembro de la Comisión Directiva del Alto Panel
Internacional de Expertos en Seguridad Alimentaria. Página12 de Buenos Aires.
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