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domingo, 15 de diciembre de 2013

15-12-13-KRADIARIO-883

EL FRACASO DE LA VIEJA CAMPAÑA DEL TERROR

Por Abraham Santibañez

Para Michelle Bachelet y su equipo la batalla electoral que culminó el domingo no fue fácil. Tuvo en su contra una gran maquinaria cuyos ejes fueron: 1) la supuesta derrota en el foro de Anatel; 2) los nefastos efectos económicos y políticos de su eventual triunfo; 3) el inevitable descalabro de la Nueva Mayoría, dada su heterogénea composición.
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Los dos últimos aspectos son los mismos que se esgrimieron en la campaña del plebiscito hace un cuarto de siglo: entonces se dijo una y otra vez que de triunfar los partidarios del No se perdería todo “lo avanzado” y que los inversionistas dejarían de hacer negocios con un país inestable, con una economía poco “seria”, sin la “responsabilidad” que habría caracterizado al régimen de Pinochet. Ahora se repitieron los argumentos, pero además se pretendió respaldarlos esgrimiendo las cifras de la caída del crecimiento del último tiempo. La Cepal y prominentes empresarios rechazaron la afirmación.
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La candidata de la Derecha, que años atrás criticó a los obispos porque hablaban de lo que no sabían (economía, por ejemplo), prefirió enarbolar la defensa de los valores de la Biblia.
No fue su única contradicción.
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La peor de todas fue la reiteración de que, mientras la Nueva Mayoría tendría sus días contados (o, peor, sería controlada por el Partido Comunista), la Derecha -llamada eufemísticamente “nuestro sector”- sería una fuerza sólidamente unida. La debilidad de esta afirmación ya había quedado al desnudo en boca del propio Presidente Piñera y su visión de la noche “de los cuchillos largos
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Respecto del foro, la conclusión (real o para fines propagandísticos) de los partidarios de Evelyn Matthei fue que había sido un triunfo.
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En una sangrienta sátira publicada el mismo domingo de las elecciones, el comentarista Joaquín García Huidobro acusó a Michelle Bachelet de haber llegado poco preparada “por un exceso de confianza”. Por ello, explicaba, la candidata había soñado que, “mi rival, que es una alemana matea, me ganaba por goleada. Fíjese que en las interpelaciones ni siquiera lograba formularle una pregunta, y me limitaba a decir puras generalidades. Fue una experiencia terrible”.
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Es un argumento irrebatible en apariencia. Sin exceso de confianza, pero con la certeza de que sería la ganadora, Michelle Bachelet evitó comprometerse en exceso y optó por la prudencia. Cuando no hay nada que perder, porque el pleito principal ya está perdido, es mucho más fácil hacer alardes de sensibilidad y amplitud de criterio y ofrecer lo que no será necesario cumplir.
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La gran conclusión: los chilenos debemos entender que la campaña y la elección dejaron en evidencia grandes vacíos.
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Nunca más se pueden repetir unos comicios con cuatro votaciones simultáneas; nunca más se puede hacer competir el balotaje con el fin de semana peak de las compras navideñas; nunca más se puede dar el espectáculo de nueve candidatos en primera vuelta con dos, por lo menos, presentados con firmas dudosas.
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Nunca más debería haber una elección en que el gran argumento fuera la campaña del terror, pero eso parece no tener solución. La derecha recalcitrante no aprende y, en los momentos de crisis, va insistir en lo mismo, como lo ha hecho desde siempre.
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Estas elecciones deberían ser las últimas con el binominal y sin la posibilidad de votar desde el extranjero. Y, sobre todo, deberían ser las últimas en que todo se resuelva en el Congreso de manera precipitada. Que es lo que ocurrió con el voto voluntario y otras reformas.

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