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lunes, 8 de agosto de 2011

CHILE: ¿LLEGÓ TU TURNO?

Por Hugo Latorre Fuenzalida

Chile, país austral, fértil provincia y distanciada, parecía inmune a los traumas mundiales de la economía y la política. Siempre nuestros dirigentes nos advertían, ante las crisis, que “Chile está blindado”, planteamiento que ha sido desmentido por varias crisis sufridas en los últimos tiempos. Llevamos casi cuarenta años sosteniendo un sistema de organización del Estado que se ha caracterizado por el autoritarismo cupular y por una economía oligopólica, asimétrica en extremo y transnacionalizada, también de manera extremada.

La dictadura fue finalmente desechada por los mismos intereses económicos que la dictadura acunó; la Concertación, que administró por 20 años la transición a la democracia, avaló, consagró y profundizó al sistema heredado y, además, desmovilizó a la sociedad civil, corrompió a la clase política y extendió la cuerda social hasta el punto de máxima resistencia.

La Concertación fue “dasalojada”, a su vez, del poder por sus propios deméritos; fue sustituida por la “Alianza por Chile”, es decir el movimiento político acuñado por la dictadura, soporte del sistema político y verdaderos sacerdotes de este neoliberalismo extremoso y monacal, que se ha instalado de manera inapelable y con rigor único en Chile.

Es difícil establecer todas las variables que han llevado a este clima de rebelión nacional, que es el que, de pronto, enviste contra el gobierno de esta derecha, auténtica forjadora del sistema imperante en el país.

Puede ser que los estudiantes ya no toleran más las ”burladas” formas dilatorias a las que recurrieron los diversos gobiernos concertacionistas, incluyendo el de Bachelet, ante las demandas de los jóvenes; puede que los muchachos vean en sus familias el sufrimiento y sacrificio de sus padres para financiar una educación orientada hacia el provecho económico de sus regentes y no de la mejora de la calidad; puede que los salarios reales de la clase media y medio baja estén estancados o cayendo en medio de crisis múltiples, que se mantiene silenciada por las seducciones publicitarias; también puede ser que estos jóvenes se hayan enterado que Chile regala enormes caudales de riqueza minera a las empresas transnacionales y mantiene la soga apretada para las necesidades de los ciudadanos.

Esta crisis puede estar ocasionada, además, por la suma de la indexación negativa de los salarios con reajustes insuficientes, elevación de los aranceles de colegios y universidades por encima del IPC, las consecuencias del terremoto, que no alentó una reactivación de reconstrucción acelerada, pero, además, dejó a innumerables familias enfrentando a solas los costos privados de recuperación de sus bienes.

Puede que la crisis financiera mundial sí terminó afectando muchas áreas de inversión y financieras; puede que los abusos, como el de La Polar, sean extensivos a muchos otros servicios que afectan a millones de chilenos y que van agotando las exiguas posibilidades de flexibilizar los ingresos y pagos, derivando, al correr del tiempo, en un verdadero colapso de los presupuestos de las familias; puede que la elevación de los precios de los alimentos, que vienen dándose sin reposo durante los últimos cuatro años, estén golpeando seriamente el presupuesto congelado de los asalariados chilenos (los más pobres no han aumentado ni un céntimo el salario real en más de una década); puede que las rebeliones de otros países, también afectados por las crisis mundiales del capitalismo financiero y neoliberal, irradien su influencia hacia nuestra aislada y “blindada” sociedad, especialmente los jóvenes, quienes vienen conectándose al mundo mediante los sistema satelitales y despertando a una realidad diferente, promisoria y desafiante.

Los jóvenes son desde siempre más irreverentes, menos temerosos y más dispuestos a ensayar los desafíos a la figura del “padre”, que tan bien representó el pinochetismo y que siguió plasmado en la imagen de los “padrastros”, que han administrado este sistema injusto, opresor y represivo, desde 1989.

El problema, entonces, para el gobierno de Piñera, radica en que los jóvenes no están pidiendo dialogar: están exigiendo los cambios ¡ya! Pero el gobierno aún piensa que pueden llevar a los jóvenes a sentarse a la mesa de negociación y jugar a las transacas ventajosas, aplicando una dialéctica envolvente y cooptante.

Pero los jóvenes ya tienen la experiencia del movimiento “Pingüino”. Saben lo que allí pasó y no desean repetirlo. No es aceptable negociar…exigen respuestas efectivas e inmediatas, Saben que si se sientan, ya no se podrán parar; saben que si dan cabida a las artimañas dilatorias y cabildeos, serán arrastrados y arrasados; saben que esta es una lucha de ahora o nunca; y como tiene esto muy claro, el problema se le presenta entonces, a la clase política, que ha sido indolente, insolente, dilatoria y corruptora.

Los muchachos saben que tienen el apoyo de sus familias; saben que más del 80% de los chilenos les respaldan; saben que las corrientes del mundo que impulsan los cambios les favorecen; saben que llegarán, además, los apoyos de organizaciones internacionales; saben que a mayor represión, más se desnuda la desesperación y deslegitimación de la autoridad de turno; saben que el Congreso tampoco es un interlocutor, más bien ha sido parte del problema; saben que las autoridades actuales, como las del pasado, no tiene espacio ideológico ni piso político para, voluntariamente, instalar cambios estructurales. Por tanto se les debe forzar, se les debe arrastrar a un punto sin salida, donde la única opción sea romper los huevos del modelo y comenzar a guisar otra tortilla.

¿Cuánto más forcejearán las partes? Es difícil saberlo. Pero las encuestas ponen en situación de mucha debilidad y deslegitimación al gobierno; las mismas encuestas de apoyo ciudadano a los movimientos estudiantiles, ponen en pie de mucha fortaleza a los jóvenes declarados en rebeldía; los cacerolazos indican que la ciudadanía está poniéndose de pie, por primera vez en mucho tiempo; la vigilancia atónita de la comunidad mundial por las formas de la represión estudiantil en Chile, ponen al gobierno y al sistema en entredicho y, recién ahora, los extranjeros comienza a entender y descubrir la verdad interior y profunda de este país, que se presentó al mundo como un dechado de virtudes cívicas y de gestión democrática.

El liderazgo actual está en stress máximo. Si no reaccionan con imaginación y flexibilidad extrema, pueden perder pan y pedazo. No estamos ante una crisis del sistema democrático, porque lo que tenemos en Chile es un sistema francamente oligárquico-plutocrático, pero lo que sí es cierto que las campanas tañen sonidos fúnebres para el actual estado de cosas. El esquema actual de poder debe cambiarse en sus estructuras fundamentales y abrir paso a un sistema radicalmente diferente: en lo político, en lo económico, en lo social y en lo valórico-cultural.

Este modelo actual fracasó y se agotó. Eso es indesmentible. Sólo las mentes cegadas por el ideologismo casi religioso pueden sostener que esto puede dilatarse. Si no queremos traumas mayores, las autoridades deberán flexibilizarse en aras de los cambios necesarios. Nada puede permanecer fijo por mucho tiempo, menos en las cosas humanas, tampoco en la política y menos aún en lo cultural. Vivimos los tiempos de la mayor movilidad en todos los planos; Chile no puede ser la excepción, no debe serlo y de hecho no lo será. Los “blindajes” del sistema se han caído.

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