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domingo, 26 de diciembre de 2010

Sólo circo: o nuestros payasos tristes

Por Hugo Latorre Fuenzalida.

Las historias de los países pasan por distintas etapas o ciclos: son etapas si su duración es corta y obedece a factores circunstanciales, y es ciclo si la duración se extiende a factores encadenados que luego de un tiempo agotan su poder de influencia, para tomar sendas disidentes o alternativas.

Chile no es excepcional; hemos tenido tiempos trágicos como la época del nacimiento de nuestra república y sus guerras; la consolidación del mandato oligárquico y sus muertes ordenadas; las guerras internas como la del 91; el despertar obrero y sus matanzas irracionales; el período de la dictadura de Pinochet y la derecha, con su fascismo que horrorizó al mundo etc.

Esto que hemos vivido por efecto de las rebeliones telúricas, constituyen en verdad tragedias; también lo de los mineros y los accidentes viales, podríamos señalar que varios problemas de nuestra sociedad, como los hechos del “Transantiago” o las inundaciones por mala planificación urbana y mal diseño de las viviendas sociales.

Pero lo que acontece con nuestros políticos y la forma como responden a nuestras tragedias naturales o de humana procedencia, es de una nula correspondencia y dignidad trágica, para derivar permanentemente a escenas más bien de comediantes o francamente circense.

Nuestros políticos pretenden ser histriónicos y caen en la pantomima; desean ser serios y terminan siendo patéticos; quieren representar dramatismo y no sobrepasan las poses puramente teatreras; desean imprimir humor y caen simplemente en el payaseo.

Es que, como acusaba nuestra Gabriela Mistral; ¿Cómo podemos tener una cultura si nos hemos ahorrado lo más selecto de la historia; cómo podemos tener una lengua culta si nunca nos ocupamos del latín, más bien lo desechamos como inútil y nos quedamos sin fundamento idiomático. De igual manera no podemos adoptar poses serias en política si nos hemos evitado la mirada profunda sobre las cosas. Nos las hemos arreglado para vivir el día a día, de manera pragmatista, cortoplacista; sin causa ni destino, sin visión de mundo ni de hombres; sólo monsergas y catecismos ideológicos, aprendidos de memoria y recitados como salmos coránicos, varias veces por jornada, cada día y en postura de reverente genuflexión.

Ahora se les antoja reeditar las interpelaciones a los ministros. ¿Para qué gastar pólvora en gallinazos, se pregunta uno? Si sabemos que eso es un show para lucir tenidas y gestos, para aparentar estar enojados y para ensayar argumentos que aspiran a ser inteligentes. Pero lo que exhiben es la posición insegura de un “culo entre dos sillas”, como dice el sabio Michel de Montagne; y que entre más intentan asomar la cabeza, más exhiben el trasero.

Para qué tanto exhibicionismo, cuando todos sabemos que esta catástrofe natural les vino como anillo al dedo, pues lo que ya fue destruido de la infraestructura pública, será recuperado sólo parcialmente y lo que quede sin rehacer se transferirá al sector privado, tal como lo hizo la Concertación, y desea seguir haciendo la derecha. En eso están plenamente de acuerdo. Ya no cabe duda.

Este es un país abundante en dogmas y escaso de imaginación. Se puede ver en la salud, cuando tratan de privatizar aprovechando el AUGE. No se dan cuenta que esas facturas privadas serán impagables. Que las cárceles privadas cuestan cinco veces más que lo que cuesta mantener a un detenido en el sistema de cárceles públicas. No se les ocurre cambiar el sistema penitenciario por modelos laborales, en zonas de recuperación de desiertos, de desarrollo de fronteras, de construcción de infraestructura y tantos otros servicios donde los reos pueden ser clasificados según peligrosidad y pueden desarrollar trabajos remunerados en beneficio de todo Chile y de ellos mismos. Pero ahí están, hacinados en las cárceles que amenazan a las grandes ciudades…Como si no hubiera más territorio y más tareas que la de corromperse hasta la perdición en eso miserables infiernos represivos.

Tampoco se les ocurre que hay modelos institucionales de hospitales que incorporan a la comunidad en la administración; a los empresarios, a las universidades, a los dirigentes vecinales; donde bajo la modalidad de fundaciones sin fines de lucro, alcanzan resultados enormemente superiores a la administración despótica e ineficiente de la burocracia tradicional y a costos mínimos si se compara con el sistema privado, que siempre se las arregla para una extracción excesiva de utilidades. Y esto no es utopía; existen demostradas experiencias en nuestra propia América Latina.

Por eso, cuando uno ve estos espectáculos, que más parecen de circo pobre, provoca un enojo incontenible. Es que Chile merece más; Chile no está mentalmente baldado; Chile ha tenido mejores dirigentes. Estos políticos actuales se subieron al caballo con la montura al revés; creen que avanzan cuando en verdad retroceden. De hecho se han salvado hasta ahora porque los ha regaloneado la economía de Asia, brindando mercados auspiciosos para una riqueza natural que, además, la dilapidan. Justo cuando se nos abrió la oportunidad única de ser un país rico gracias a nuestro cobre.

He ahí la más tremenda tragedia de Chile….,el desperdiciar una riqueza inconmensurable, justamente por la estulticia ideológica y la perversión corruptora del dinero transnacional. Eso sí que es para montar una obra con actores dramáticos al estilo de Esquilo; pero no nos alcanza la cobija; daría apenas para instalar una obrita bufa, como las de Aristófanes; algo así como “Las Nubes”. Aunque vivamos una tragedia, los personajes que la protagonizan no dan para ningún montaje serio: apenas una comedia y, mejor aún, un circo, con gran despliegue de animalitos y payasos a bulto.

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