UNA REFORMA DE LARGO ALCANCE
Por Camilo Escalona
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En la Cámara de Diputados, el proyecto de reforma electoral
para reemplazar el sistema binominal por uno de representación proporcional,
logró la última semana un avance decisivo. Con ello, se conseguirá una más genuina
presencia de la diversidad existente en el país, sea política, cultural, social
o regional, en el gran objetivo de robustecer la legitimidad y credibilidad de
la institucionalidad democrática, en particular, del Congreso Nacional.
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De forma enteramente injustificada, algunos parlamentarios
de la UDI han procedido a una campaña mediática en la que rasgan vestiduras en
contra de este cambio tan trascendente. En sus declaraciones se repite
airadamente la idea que este sería “un traje a la medida” del bloque de
gobierno la Nueva Mayoría.
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Esa frase sólo reitera la terca oposición de ese Partido
político a un cambio necesario para Chile. La razón es muy simple, el sistema
binominal coadyuvó finalmente (en contra de sus propios propósitos) a una
unidad política-programática sin precedentes en la historia de Chile, como
ocurrió en las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias, como única
alternativa para romper precisamente, la camisa de fuerza que sesga y
distorsiona el ejercicio de la voluntad soberana del electorado, como determina
el actual sistema electoral.
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En su ceguera defensa de este enclave autoritario, este
sector rígido e inflexible de la derecha, no hizo más que obligar a un
entendimiento político que sin ese escenario, de un sistema electoral
excluyente, hubiese sido prácticamente imposible.
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Lógicamente, ahora el desafío es proyectar esta unidad a
largo plazo, de modo de contar con las mayorías sociales e institucionales que
hagan posible avanzar en las reformas estructurales comprometidas con el pueblo
de Chile en los últimos comicios presidenciales.
En las filas de las fuerzas de gobierno hubo algunos
“ruidos”, voces que rezongaban por los nuevos distritos o que incluso llegaban
a pedir más dinero en asignaciones, dado la mayor extensión de los
“territorios” a cubrir en la labor proselitista.
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Afortunadamente, se impuso el sentido común y la disciplina
de los partidos políticos. Estos lograron que se respetara el objetivo
comprometido en tantas campañas, de avanzar a un nuevo sistema electoral. Otra
conducta hubiese sido definitivamente bochornosa.
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De manera que se cerró la semana con un importante y
significativo logro democrático, establecer una reforma electoral que permita
que la representación parlamentaria esté sintonizada, más real y profundamente,
con las corrientes de opinión que interpreten en su sentido más cabal a la
nación chilena en su actual configuración de ideas, a fin que la democracia
esté en constante evolución y pueda ser el régimen institucional que de mejor
manera exprese los intereses de Chile.
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