DON POLO
Por Wilson Tapia Villalobos (*)
Esta historia es como muchas que ocurren en el país. De esas
que no acaparan atención mediática y no dejan surcos en la conciencia colectiva
pero que nos muestran el verdadero Chile en que vivimos. Ese en que nos
explayamos día a día y del que conocemos sólo una parte ínfima.
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Don Polo murió a los 71 años. Era un chileno modesto, nacido
en la costa central. Mirasol, El Yeco, Tunquén, Quintay, fueron sus pagos. Tipo
simpático, ladino, su vocación la marcó la necesidad, no la descubrió al
conocer posibilidades. Su rubro era amplio. Iba desde la venta de leña, que él
mismo preparaba talando pequeños bosques de la zona, hasta el acarreo de
escombros. Sus herramientas de trabajo, una camioneta Ford del año 1978 y un
pequeño furgón Suzuki, de 1992.
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Cuando la tarea era sólo talar, iba en su furgón en que
llevaba a su perro mezcla de salchicha y otra raza indefinida, y una motosierra
que manejaba con maestría y extraordinaria agilidad. Después llegaría con su
camioneta y se llevaría las ramas. Luego cortaría la leña en pequeños trozos o,
si se trataba de pinos, en las dimensiones adecuadas para la venta en
aserraderos.
Hipólito Urbina conocía su oficio, al que lo había llevado
el instinto de supervivencia. Nunca le pregunté por su grado de instrucción,
pero me imagino que, como la mayor parte de la gente de su generación en la
zona, no superó la enseñanza primaria. No por falta de ingenio, que tenía de
sobra, sino porque no existían las oportunidades, que hasta ahora no son
muchas. Pero él era lo que constantemente se ensalza tanto: un emprendedor. Un
trabajador sin contrato, sin previsión, sin seguridad. Uno de los miles de
chilenos que viven sin protección de ninguna especie.
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Hace una semana, Don Polo cortaba unos cipreses. La
motosierra se trancó en unos alambres. Al tratar de liberarla, la hoja le
rebanó una pierna. Su ayudante, Gamal, trató de socorrerlo. La impresión pudo
más que el espíritu solidario. Los borbotones de sangre, la fuga de la vida del
amigo lo anularon. Como pudo corrió hasta el camino a pedir ayuda. En el
trayecto se desmayó varias veces. Finalmente pudo hacer señas, pero los
conductores que pasaban creyeron que era otro borracho más y no pararon. Don
Polo se desangraba. A los gritos, Gamal pidió que llamaran a Carabineros. La
ayuda tardó. Don Polo agonizaba cuando fue llevado al Hospital. Murió a las 4
de la mañana del día siguiente.
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¿Es un caso extraordinario o sólo uno más del que no se
ocupan quienes nos crean la visión de sociedad que tenemos? Hipólito Urbina hay
muchos entre nosotros y el Estado chileno hace poco por ellos. Y si no lo cree,
vaya al Bancoestado y vea como son tratados los ahorristas. Cómo esa
institución, que fue concebida para estimular el ahorro, ahora es un banco
comercial más, en que se esquilma a los ahorristas, a aquellos para los que fue
creado. Dirán que era otra época, que las cosas cambiaron. ¿Pero los subsidios
son mejor que estimular el ahorro?
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La fiebre privatizadora aún no ha terminado, aunque ya
quedan pocas cosas en manos del Estado subsidiario que creó la dictadura y los
gobiernos democráticos cimentaron con más fuerza, entregando el agua, el cobre,
las carreteras, los servicios básicos a manos privadas.
Las reformas que se anuncian no tocan esta idea de fondo.
Nada dicen del papel que debe jugar el Estado. Y cuando alguien se atreve a
hablar de mejorar la educación pública, la campaña de la derecha, asustando a
los padres, es furibunda. Como si muchos de los padres de esos padres no
hubieran estudiando en escuelas y universidades gratuitas. Como si ese sistema
no funcionara en la mayoría de los países desarrollados que aquí se admiran
tanto.
Tal vez a esto se refería el senador Quintana cuando habló
de la retroexcavadora. Fue una frase un tanto ríspida, es cierto, pero nadie ha
sido más preciso. Las reformas no sirven para evolucionar si no terminan con lo
dañino. Y el Estado subsidiario es dañino aplicado como se aplica en Chile.
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Un Estado que sólo puede intervenir en las áreas que no
interesan a los privados y cuando lo hace en aquellas en que su presencia es
indispensable, como la salud, la educación, la vivienda, el transporte, tiene
que hacerlo compitiendo con los privados, es un engaño. Con certeza, si se crea
una AFP estatal bajo este prisma, será otra tomadura de pelo.
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A quienes para salir de la pobreza sólo les queda a
alternativa de ser "nano emprendedores", seguramente terminarán
abandonados a una suerte que asquea. Un chileno más ha partido y doy fe de que
Don Polo era una excelente persona.
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(*) Periodista y profesor universitario
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