LAS AMENAZAS DE LA GRAN TRANSFORMACIÓN (III)
Para poner en marcha
una Gran Transformación de otro tipo, que nos devuelva a la sociedad con
mercado y elimine la deletérea sociedad únicamente de mercado, tenemos que
hacer algunas travesías inaplazables. La mayoría de ellas está en curso pero
necesitan ser reforzadas. Hay que pasar:
- del paradigma imperio, vigente desde hace siglos, al
paradigma Comunidad de la Tierra;
- de una sociedad industrialista, que depreda los bienes
naturales y tensiona las relaciones sociales, a una sociedad de sustentación de
toda la vida;
- de la Tierra considerada como medio de producción a la
Tierra como un ser vivo, llamado Gaia, Pachamama o Madre Tierra;
- de la era tecnozoica, que ha devastado gran parte de la
biosfera, a la era ecozoica en la cual todos los saberes y actividades se
ecologizan y juntos cooperan para salvaguardar la vida en el planeta;
- de la lógica de la competición, que se rige por el
gana-pierde y que opone a las personas, a la lógica de la cooperación del
gana-gana que congrega y fortalece la solidaridad entre todos;
- del capital material siempre limitado y agotable, al
capital espiritual y humano ilimitado hecho de amor, solidaridad, respeto,
compasión y confraternización con todos los seres de la comunidad de vida;
- de una sociedad antropocéntrica, separada de la
naturaleza, a una sociedad biocentrada que se siente parte de la naturaleza y
busca ajustar su comportamiento a la lógica del proceso cosmogénico que se
caracteriza por la sinergia, por la interdependencia de todos con todos y por la
cooperación.
Si la Gran Transformación de la sociedad de mercado es
peligrosa, es mucho más prometedora la Gran Transformación de la conciencia.
Triunfa aquel conjunto de visiones, valores y principios que más personas
congrega y mejor diseña un futuro de esperanza para todos. Esta es con
seguridad la Gran Transformación de las mentes y los corazones a la que refiere
la Carta de la Tierra. Esperamos que se consolide y gane más y más espacios de
conciencia y de prácticas alternativas hasta asumir la hegemonía de nuestra
historia.
Hay un documento antes citado por su valor inspirador y
generador de esperanza: la Carta de la Tierra, fruto de una vasta consulta
entre los más distintos sectores de las sociedades mundiales, desde los pueblos
autóctonos y las tradiciones religiosas y espirituales hasta destacados centros
de investigación. Fue animada especialmente por Mijaíl Gorbachov, Steven
Rockefeller, el ex-primer ministro de Holanda Ruud Lubbers, Maurice Strong,
subsecretario de la ONU, y Miriam Vilela, brasilera que desde el principio
coordinó los trabajos y mantiene el Centro en Costa Rica. Yo mismo formé parte
del grupo y colaboré en la redacción del documento final y lo difundo en la
medida de lo posible.
Después de 8 años de intensos trabajos y de encuentros
frecuentes en los distintos continentes, surgió un documento pequeño pero denso
que incorpora lo mejor de la nueva visión nacida de las ciencias de la Tierra y
de la vida, especialmente de la cosmología contemporánea. En ella se trazan
principios y se elaboran valores desde la perspectiva de una visión holística
de la ecología, que pueden efectivamente indicar un camino prometedor para la
humanidad presente y futura. Aprobada en 2001 fue asumida oficialmente en 2003
por la UNESCO como uno de los materiales educativos más inspiradores en el
inicio de este nuevo milenio.
La hidroeléctrica Itaipu-Binacional, la mayor de su género
en el mundo, tomó en serio las propuestas de la Carta de la Tierra y sus dos
directores Jorge Samek y Nelton Friedrich consiguieron involucrar a 29
municipios que bordean el gran lago donde vive cerca de un millón de personas y
realizar de hecho una Gran Transformación. Allí se lleva a la práctica
efectivamente la sostenibilidad y se aplica el cuidado y la responsabilidad colectiva
en todos los municipios y en todos los ámbitos, mostrando que incluso dentro
del viejo orden se puede gestar lo nuevo, porque esas mismas personas viven ya
ahora lo que quieren para los otros.
Si concretamos el sueño de la Tierra, esta no estará
condenada a ser como ahora, para la mayoría de las personas y de los seres
vivos, un valle de lágrimas y un viacrucis de padecimientos. Puede
transformarse en una montaña de bienaventuranzas, posibles a nuestra sufrida
existencia, y en una pequeña anticipación de la transfiguración del Tabor.
Para que esto ocurra no basta soñar, hay que practicar.
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