LAS AMENAZAS DE LA GRAN TRANSFORMACIÓN (II)
Por Leonardo Boff
En el artículo
anterior (8 de agosto) analizamos las amenazas que nos trae la transformación de la economía
de mercado en sociedad de mercado con la doble injusticia que acarrea: la
social y la ecológica. Ahora queremos detenernos en su incidencia en el ámbito
de la ecología tomada en su más amplia acepción ambiental, social, mental e
integral.
Constatamos un hecho singular: en la medida en que crecen los
daños a la naturaleza que afectan cada vez más a las sociedades y la calidad de
vida, crece simultáneamente la conciencia de que, en un 90%, tales daños se
atribuyen a la actividad irresponsable e irracional de los seres humanos, más
específicamente, a aquellas élites de poder económico, político, cultural y
mediático que se han constituido en grandes corporaciones multilaterales y han
asumido por su cuenta los rumbos del mundo. Es urgente que hagamos alguna cosa
que interrumpa esta vía hacia el precipicio. Como advierte la Carta de la
Tierra: «o hacemos una alianza global para cuidar de la Tierra y unos de otros
podremos asistir a la destrucción de nuestra especie y de la diversidad de la
vida» (Introducción).
.
La cuestión ecológica, especialmente tras el Informe del
Club de Roma en 1972 titulado Los límites del Crecimiento se ha vuelto un tema
central de la política, de las preocupaciones de la comunidad científica
mundial y de los grupos más despiertos y preocupados por nuestro futuro común.
El foco de las cuestiones se desplazó del
crecimiento/desarrollo sostenible (imposible dentro de la economía de libre
mercado) hacia el sostenimiento de toda la vida. Primero hay que garantizar la
sostenibilidad del planeta Tierra, de sus ecosistemas, de las condiciones
naturales que posibilitan la continuidad de la vida. Solamente garantizadas
estas condiciones previas, se puede hablar de sociedades sostenibles y de
desarrollo sostenible o de cualquier otra actividad que quiera presentarse con
este calificativo.
La visión de los astronautas reforzó esta nueva conciencia.
Desde sus naves espaciales o desde la Luna se dieron cuenta de que Tierra y
humanidad forman una única entidad. No están separadas ni son realidades
paralelas. La humanidad es una expresión de la Tierra, su parte consciente,
inteligente y responsable de la conservación de las condiciones que
continuamente producen y reproducen la vida. En nombre de esta conciencia y de
esta urgencia surgió el principio responsabilidad (Hans Jonas), el principio
cuidado (Boff y otros), el principio sostenibilidad (Informe Brundtland), el
principio de interdependencia-cooperación (Heisenberg/Wilson/Swimme), el
principio prevención/precaución (Carta de Río de Janeiro de 1992 de la ONU), el
principio compasión (Schopenhauer/Dalai Lama) y el principio Tierra (Lovelock y
Evo Morales).
La reflexión ecológica se ha vuelto más compleja. No se puede
reducir solo a la preservación del medio ambiente. La totalidad del
sistema-mundo está en juego. Así han surgido una ecología ambiental que tiene
como meta la calidad de vida; una ecología social que busca un modo sostenible
de vida (producción, distribución, consumo y tratamiento de las basuras); una
ecología mental que se propone criticar prejuicios y visiones de mundo hostiles
a la vida y formular un nuevo diseño civilizatorio, a base de principios y de
valores, para una nueva forma de habitar la Casa Común; y finalmente una
ecología integral que se da cuenta de que la Tierra es parte de un universo en
evolución y que debemos vivir en armonía con el Todo, uno, complejo y cargado
de propósito.
Se ha creado de este modo una cuadrícula teórica, capaz de
orientar el pensamiento y las prácticas amigables a la vida. Entonces se hizo
evidente que la ecología más que una técnica de manejo de bienes y servicios
escasos representa un arte, una nueva forma de relacionarse con la naturaleza y
con la Tierra y el descubrimiento de la misión del ser humano en el proceso
cosmogénico y en el conjunto de los seres: cuidar y preservar.
Por todas partes del mundo han surgido movimientos,
instituciones, organismos, ONGs, centros de investigación, cada cual con su
singularidad: hay quien se preocupa por los bosques, otros de los océanos, de
la preservación de la biodiversidad, de las especies en peligro de extinción,
de los ecosistemas tan diversos, de las aguas y de los suelos, o de las
semillas y la producción orgánica. Entre todos estos movimientos cabe destacar
a Greenpeace por su persistencia y valor de enfrentarse, corriendo peligros, a
quienes amenazan la vida y el equilibrio de la Madre Tierra.
La misma ONU ha creado una serie de instituciones que tienen
como objetivo hacer el seguimiento del estado de la Tierra. Las principales son
el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), la FAO
(Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, la
OMS (Organización Mundial de la Salud), la Convención sobre la Biodiversidad y
especialmente el IPPC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático) entre
otras.
Esta Gran Transformación de la conciencia está llevando a
cabo una complicada travesía, necesaria para fundar un nuevo paradigma, capaz
de transformar la eventual tragedia ecológico-social en una crisis de paso que
nos permitirá un salto de calidad rumbo a un nivel más alto de relación
amistosa, armoniosa y cooperativa entre Tierra y humanidad. Si no asumimos esta
tarea, el futuro común estará amenazado.
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