LA PÓCIMA DE MURTI-BING: O EL IMPERIO DE LA IDEOLOGÍA
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Pasa el tiempo y después este taumaturgo,
hechicero y nigromante, aparece con sus ejércitos, los que no deben presentar
batalla, pues la pócima hace que sea recibido por los militares del occidente
como un sabio benefactor. Obviamente las huestes de Murti Bing someterán a
occidente de manera blanda y sumisa, pero con el convencimiento de que eran
abrazados por un poder amistoso y complaciente.
Con este relato, Milosz quiso decir que occidente
estaba siendo conquistada ideológicamente por un movimiento tremendamente
peligroso, que insinuaba una acogida gratificante, pero que no era más que un
engaño para luego lanzar el zarpazo represivo.
La conquista ideológica, que se exhibe
llena de promesas de bienestar y progreso, puede encerrar una trampa de
opresión y dependencia tremendamente peligrosa.
Los partidos comunistas y los movimientos
populares, representaban para Milosz esa pócima portada por los adelantados del
hechicero para reblandecer a los regímenes de occidente y luego dejarse caer
con las fuerzas militarizadas sobre un enemigo sin capacidad de respuesta.
Bien sabemos la historia de Polonia, que
desde el levantamiento fue abandonada al régimen soviético, que la engulló en
sus fauces hasta la caída del régimen comunista en manos del movimiento
Solidaridad.
Milosz consideró al régimen soviético una
distorsión del predicado marxista, sin negar el potencial de justicia y
liberación que esa ideología traía en sus postulados reivindicacionistas. No
olvidemos que este pensador fue progresista, pero fue, por sobre todo, un
libertario.
Nos interesa esta narración, pues el
peligro desechado de Oriente, pasó a encarnarse, ahora, en el mismo Occidente. La
ideología liberal en su versión descastada, o neoliberalismo, vino a echar por
tierra todas las promesas engendradas por el pensamiento liberal: progreso,
crecimiento, libertad, justicia y trabajo.
En la medida que sus promesas van siendo
defraudadas en la realidad, la pócima ideológica de Murti-Bing, se expande de
manera más abundante, portada por los adelantados de una prensa bien pagada,
unos intelectuales venales, una tecnocracia sesgada y militante y unos
militares unidimensionales.
Los políticos que bebieron la pócima encantada, creen vivir el “mejor de los mundos
posibles”, como decía y soñaba el filósofo Leibniz. Entonces aportan con su
flexibilidad moral y su elástica ética para cantar odas legislativas que
permitan el imperio totalista imponer los postulados del sabio Murti-Bing, pero
ahora transferido como servidor de los intereses ideológicos de las grandes
naciones y empresas del Occidente imperial y globalizado.
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