AL ROJO VIVO
Por Walter Krohne
Rojo de vergüenza bajé de los cerros de Valparaíso con una
delegación de turistas alemanes. Mi intención era que ellos conocieran la
realidad y las bellezas de un puerto con una larga historia que compromete la vida de muchos marinos y
navegantes que han llegado de otros
mares y pueblos con sus relatos que en el puerto chileno han sido bien acogidos.
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Con los alemanes llegué
una mañana de julio al Mirador Juan
Montedónico en el barrio de Playa Ancha, cerca de Puertas Negras, casi en la “punta del cerro”. Pero pocos momentos
después de nuestro arribo se nos acercó un hombre, que al parecer vivía en las
cercanías, quien al vernos a todos muy entusiasmados teniendo al frente una maravillosa vista panorámica del puerto y
la ciudad de la que disfrutábamos, nos dijo sin preámbulos: “Váyanse de aquí,
váyanse rápido si no quieren tener una mala experiencia. Este no es un lugar
hospitalario. Acaban de asaltar a una mujer americana a quien le robaron dinero,
máquina fotográfica y muchas otras
cosas. Váyanse rápido o los pueden hasta matar”.
A nuestro alrededor vimos mucha miseria y dos grandes
basurales que ocupaban las laderas de los cerros, en terrenos donde quizá se escondía una cueva de delincuentes. Nadie se percataba
en la ciudad que en ese punto de la
parte alta había tanta mugre y desperdicios. Tampoco parecía ser un problema
urgente para la Municipalidad.
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La advertencia era clara y salimos de allí para comenzar a
bajar por peligrosas callejuelas y pasajes por lo cuales apenas podíamos
avanzar con nuestra van para ocho pasajeros.
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Basura por todos lados y sin piedad |
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“Ustedes se salvaron
de un milagro, porque alguien de corazón los echó del lugar. Tuvieron mucha suerte…¡dónde
se fueron a meter!", comentó una comerciante que atendía un pequeño almacén en
la parte baja del cerro. Así se puede decir que nos salvamos casi por milagro.
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El misterio del puerto estaba a la vista de todos. Quizá era
el misterio de poblaciones desordenadas que nacen como en el cielo y que van bajando paulatinamente a través de sus propios recovecos hacia el mar, a través de 42 cerros densamente poblados por gente modesta
que se enorgullece de recibir a visitantes de otras tierras, pero que se siente desprotegida. Son los mismos cerros que en abril pasado se vieron en parte arrasados por un voraz incendio que en tres días dejó 2.900 casas quemadas, 12.500 damnificados, 15 muertos y 500 heridos.
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Los percances en estos cerros misteriosos que miran hacia el Pacífico no son extraños, ocurren a menudo, especialmente cuando llegan visitantes extranjeros.
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Los percances en estos cerros misteriosos que miran hacia el Pacífico no son extraños, ocurren a menudo, especialmente cuando llegan visitantes extranjeros.
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En 2012 se registró un caso grave, cuando un turista británico
fue asaltado en uno de estos cerros cerca de la plaza Ecuador. Tres
delincuentes, no sólo le robaron, sino también lo agredieron con arma blanca y lo golpearon, debiendo quedar
internado como un moribundo en la sección de traumatología del Hospital Carlos
Van Buren. Hasta allí llegaron sus deseos de joven curioso y aventurero que
mantuvo por años la idea de visitar algún día Valparaíso para conocer de cerca la
historia de este puerto misterioso sobre la cual había leído mucho.
Pero este no es el único caso dramático. En el bravo barrio de la
Matriz fue asaltada nada menos que una delegación de la UNESCO que había arribado a Valparaíso
para conocer el estado en que se encontraba el sector más histórico de la
ciudad que está declarado “Patrimonio de la Humanidad”.
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"La principal lectura que se puede hacer es que es un
hecho lamentable pero que ocurre con frecuencia en Valparaíso. No es una cosa
excepcional", señaló Marcela Hurtado secretaria general del capítulo chileno
del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos).
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Los dos arquitectos asaltados, que perdieron cámaras fotográficas,
dinero y discos duros, eran latinoamericanos, y por lo tanto “conocen
estas realidades y estos problemas sociales, no es algo que les resulte sorpresivo. Es una
realidad de nuestras ciudades”, declaró Hurtado.
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El alcalde de Valparaíso, Jorge Castro, se trasladó la misma noche del asalto hasta la Clínica Valparaíso para visitar al inspector de la UNESCO herido seriamente. De hecho, tuvo que acompañarlo largo rato debido a que en ese centro asistencial no había un
traumatólogo de turno que pudiera atenderlo.
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"Lo encontré en un estado muy nervioso, estaba muy
preocupado en especial por el material que le habían robado de las cámaras y
del disco duro. Por suerte, me contó que buena parte de esos datos los tenía
respaldados en su computador, que había dejado en el hotel".
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El alcalde aprovechó de recordar que "Valparaíso es
visitado mensualmente por unas 30 mil personas y no tenemos ninguna dotación de
seguridad especial. Cuando pasa algo, Carabineros nos dice que no hay furgones policiales
disponibles, que no hay motos ni dotación especial. Aquí debería existir algo así como un grupo policial patrimonial que le permitiera a los turistas caminar tranquilamente y disfrutar a fondo esta ciudad portuaria".
Triste visita o triste final, a pesar que no tuvimos la
misma suerte que la del joven turista británico o la de los arquitectos de la UNESCO. Pudimos abandonar la ciudad sin tener que pasar antes por un hospital.
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