Por Rafael Luis Gumucio Rivas
En una columna anterior describíamos el
agotamiento de los sistemas y regímenes políticos, sean parlamentarios,
semipresidenciales y presidenciales. En general los modelos bipartidistas, que
hacían posible la existencia de democracias iberales,electorales y formales comienzan a mostrar
grietas profundas – lo prueba el caso actual español en el sentido de que al
parlamentarismo se le agrega el sistema proporcional D´Hont, y no es que el parlamentarismo
sea incompatible con el multipartidismo, pues el problema de fondo radica en el
agotamiento de los acuerdos de La Moncloa, sumado a la alternancia en el
poder de dos fuerzas que, centralmente, apoyan el mismo sistema neoliberal;
PODEMOS representa, justamente, el quiebre de este modelo, cuya
génesis de masas fue la manifestación de los “indignados”, en la Puerta del Sol
-.
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En el lado opuesto a los regímenes
políticos parlamentarios de Europa, en Estados Unidos, con características muy
distintas en las normas y estilos electorales, está ocurriendo algo similar
respecto de la defección a los partidos políticos y a las castas en el poder.
Este malestar respecto de la política, en el caso norteamericano en las
elecciones primarias actuales, el voto de los electores se está expresando en
dos candidaturas críticas al establishment: por el lado de los Demócratas,
Bernie Sanders y, por los Republicanos, Dianld Trump.
El primero plantea
un liberalismo progresista a la norteamericana, pero con críticas radicales al
sistema y las propuestas de educación y salud gratuitas y, además, una crítica
profunda al sistema financiero de Wall Street; el segundo candidato se ha
convertido en la “bestia negra” del Partido Republicano, amenazándolo,
prácticamente, con su desaparición si triunfara en las elecciones primarias,
algo muy probable si se consideran los resultados del “super martes”, donde
aseguró el triunfo en siete Estados, y un segundo lugar en tres de ellos – dos
de Cruz y uno de Rubio -.
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¿A qué se debe el éxito de Trum? Sus
expresiones fascistoides y racistas pueden llamar la atención y el rechazo de
cualquier persona mínimamente civilizada, pero quedarnos con el calificativo
del millonario fascista sería pueril. En el fondo, este candidato está reflejando
un tipo de mentalidad que se ha extendido en el Partido Republicano: rechazo a
la inmigración, a las minorías negras, árabes y latinas, preferencialmente - el
caso del famoso muro entre México y Estados Unidos, que sería financiado por
los primeros, si al principio parecía una locura, hoy ya es avalado también por
el otro candidato con alguna posibilidad de triunfo, Ted Cruz, quien en este
famoso “martes” comenzó una competencia con el millonario Trump para dirimir el
ganador de quién hace propuestas más reaccionarias; Cruz, además de afirmar que
su “muro” era más perfecto y barato que el de su rival, propuso el fin del
Servicio de Impuestos Internos y, sobre todo, de la Reserva Federal.
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A nadie le puede extrañar el éxito de este
multimillonario – dicho sea de paso, posee habilidades comunicaciones
indiscutibles, pues sabe usar hábilmente la cuña, la frase corte, y no entrar
en honduras programáticas – pues un sector de los conservadores norteamericanos
se sienten representados con el fascismo y nacionalismo del candidato Trump,
quien expresa, en leguaje rotundo, los pensamientos más brutales de lo que se
puede llamar “el norteamericano medio”, que odia al “negro” Obama, que le
repugna el sistema público de salud y los demás programas sociales; por lo demás,
el elector ultraderechista siente que Estados Unidos ha perdido el rol de
primera potencia y que, por las crisis, pasan a ser explotados por otros
países, especialmente por China.
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Son este cúmulo de sentimientos
compartidos por un sector de la sociedad norteamericana los que están llevando
al triunfo de Trump, al interior del Partido Republicano, cuya máquina de
poder, su estructura burocrática y su ideología han sido, desde hace un tiempo,
infiltradas por Tea Party.
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La última esperanza de salvación – bastante
remota por cierto – que tiene el aparato del Partido Republicano es que Marco
Rubio logre imponerse en Florida y logre dar vuelta a la marcha triunfal de
Donald Trump.
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Como se han dado las primarias hasta
ahora, lo más probable es que gane Hillary Clinton, logrando mayoría en la
Cámara de Representantes, pero sin haber logrado renovar el obsoleto sistema
político bipartidista norteamericano. Lo que sí está claro es que las ideas del
Tea Party han calado hondo no sólo en el Partido Republicano, sino también en
una franja de clase media, descontenta con el sistema político imperante.
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