LA COLUMNA DEL PERIODISTA FERNÁNDEZ
¡ES LA PRENSA, ESTÚPIDO…!
Por Enrique Fernández
- ¿Están listos señores
–preguntó Pablo Longueira, cuando enfrentó sonriente las cámaras y los
micrófonos, para comunicar su renuncia a la UDI, el partido que fundó hace 33
años junto a Jaime Guzmán y otros representantes de la fracción más
conservadora de la derecha.
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- No había visto nunca
tanta prensa, ¿ah? –agregó desafiante.
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Nunca había visto tanta
prensa, porque no todos los presentes en su conferencia eran periodistas. Había
un grupo de partidarios suyos que irrumpieron en aplausos cuando el ex líder
alzó su voz para reafirmar que es un “hombre honesto”. Los aplausos lo
estimularon pero no aceptó preguntas de los medios de comunicación y se limitó
a leer una declaración para reiterar su inocencia en el delito de cohecho de
que se le acusa.
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Longueira culpó en
cambio a los periodistas de su caída como figura política, a partir de los
correos electrónicos publicados por el portal Ciper, que revelan su estrecha
colaboración en el año 2010 con Patricio Contesse, entonces gerente de la
empresa minera SQM que controlaba el ex yerno de Pinochet Julio Ponce Lerou. Fue
en agosto de 2010, en pleno debate parlamentario del royalty a la minería,
cuando Contesse despachó desde su computador un correo con un mensaje adjunto
que contenía el texto de un artículo para el proyecto de ley. Longueira propuso
el artículo al Senado y el Senado lo aprobó.
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La revelación de este y otros mensajes entre
el representante de SQM y el Senador se suma a las investigaciones del
Ministerio Público por los 730 millones de pesos que Longueira y algunas
personas de su entorno recibieron de la empresa minera. Sin embargo, en su
desahogo ante la prensa, Longueira afirmó que es víctima de una “impresionante
y abrumadora descalificación pública que ya me sitúa como condenado, sin que
medie aún ninguna acusación formal en mi contra”.
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La Fiscalía que investiga el caso lo acusa
de cohecho y de emitir boletas ideológicamente falsas.
“Muchas veces me pregunto –señaló-, si tiene
sentido que el Ministerio Público primero y el Poder Judicial después
investiguen rigurosamente, durante meses y años, contrastando pruebas,
interrogando testigos, examinando documentos, recibiendo declaraciones de
inculpados, si luego una información de un par de carillas, con filtraciones
parciales e ilegales de las que nadie responde y nadie sanciona, es capaz de
condenar públicamente a una persona en solo minutos causándole un daño
irreversible”.
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Esas dos carillas a las
que se refiere el ex parlamentario y ex ministro representan el poder de la
información… en la Era de la Información. Porque también la Presidenta de la
República Michelle Bachelet se enteró “por la prensa” del Caso Caval. Sucedió
hace 14 meses, cuando el semanario Qué Pasa reveló los negocios de su nuera
Natalia Compagnon, ahora condenada a firmar mensualmente en una comisaría,
mientras espera el fin del proceso en su contra que también afecta al hijo de
la Presidenta, Sebastián Dávalos.
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El mismo día de la reaparición pública de
Longueira, el ex Senador Carlos Ominami quedó con arraigo nacional, acusado de
evadir impuestos por aportes que recibió de SQM. También fue la prensa la que
informó de pagos que la empresa del ex yerno de Pinochet efectuó al hijastro de
Ominami, Marco Enriquez -cuyo padre biológico,Miguel Enríquez, murió a manos de
agentes de Pinochet en octubre de 1974-.
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Otras víctimas de la prensa serían el
Senador socialista Fulvio Rossi, acusado de recibir dineros de la empresa Corpesca,
del grupo Angelini. O el Senador de la UDI Jaime Orpis, sometido a juicio por
cohecho. O la Senadora Ena von Baer, que pidió recursos al grupo Penta. O el ex
miembro de la Legión Extranjera Patricio Santos, detenido a comienzos de marzo
cuando la prensa develó la estafa de su empresa financiera “AC Inversions”,
donde 5.000 depositantes perdieron 50.000 millones de pesos, según las primeras
investigaciones.
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Y fue en Estados Unidos, en 1992, cuando un
asesor del candidato presidencial Bill Clinton le aconsejó centrar su campaña
en la economía, en los problemas de la gente común, para enfrentar a su rival
republicano George H. W. Bush, padre, que aspiraba a la reelección apoyado en
sus éxitos internacionales como el fin de la Guerra Fría y la caída del Muro de
Berlín. El consejo del asesor de Clinton se convirtió en cambio en una frase
repetida como un eslogan: “La economía, estúpido” (Theecomony, stupid). En los
meses siguientes la frase se popularizó y se extendió a otras actividades de la
política, la cultura y la vida cotidiana de hombres y mujeres de distintos
países: “Es la educación, estúpido”, “es la salud, estúpido”, “es la
delincuencia, estúpido”….
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Cuando Augusto Pinochet fue detenido en
Londres el 16 de octubre de 1998, la prensa internacional concentró su atención
en el caso. Los partidarios del ex dictador y sus familiares se sintieron
agredidos por los medios de comunicación. Fue entonces cuando la periodista
Alejandra Sepúlveda escribió un libro cuyo solo título podría servir de
argumento a más de algún personaje acusado de corrupción:
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“¡Es la prensa, estúpido,
la prensa!”.
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