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lunes, 18 de abril de 2016

ELECCIONES EN PERÚ
QUE NO SE REPITA LA AUTOCRACIA DE LOS NOVENTA
Por Roberto Mejía Alarcón
Director de Crónica Viva de Lima
El próximo 5 de junio más de 22 millones de ciudadanos, en obligación de votar por mandato de la ley, decidirán quién será la persona que ejercerá la presidencia de la república. Los resultados de la primera vuelta han puesto en carrera a dos expresiones políticas del neoliberalismo económico. Hay diferencias de forma y no de fondo.
Así tenemos que Keiko Fujimori viene demostrando, públicamente, su carácter autoritario. Le ha dictado a gritos al gobierno de turno lo que debe o no debe hacer. Con ello ha hecho recordar el estilo mandón heredado de su progenitor. 
Pero no está sola. Hay quienes siguen su ejemplo. En su grupo parlamentario existen personajes como Cecilia Chacón, cabeza de lista que postuló por Lima. Ella, ajena a cualquier reparo, ha anunciado la inminente libertad “por la puerta grande” del verdadero jefe de su agrupación, hoy preso por corrupto y violador de los derechos humanos. Los jueces están avisados. Pedro Pablo Kuczyinski carece de esos antecedentes. Es un liberal en lo económico y en lo político. Ahora se presenta con la etiqueta de hombre de centro. Pretende contemporizar, para ser elegido, extendiendo la mano a uno y a otro lado. Su discurso permite advertir que la tiene abierta hacia la derecha y con cierto recelo a la izquierda. Pero su pasado lo vende. Ayer, como ministro de Estado, promovió las inversiones de capitales sobre todo en el campo minero y energético, a costa de una liberalidad extrema que no tardó en colisionar con los intereses de la nación. Lo social, desde una perspectiva humanista, continuó siendo una deuda por pagar; la caja fiscal, a diferencia de lo sucedido en países vecinos, no se fortaleció con ingresos de mayor cuantía; el desarrollo asomó como una promesa, pero intereses de grupos tradicionales de poder, no lo hicieron viable.
Da la impresión que el tiempo corre y que los electores, sí o sí, tendrán que tomar en escasas semanas una decisión entre lo que puede significar el empoderamiento de una suerte de fascismo o de un capitalismo que, aún cuando utilice los mejores maquillajes, seguirá siendo salvaje. 
¿Quién será ungido como presidente del Poder Ejecutivo? Corren apuestas. Pero mientras la espera angustia a uno y otro bando, lo cierto es que ya va tomando forma la nueva administración del Estado. Como tal tenemos que el fujimorismo ha sido beneficiado con un mandato que le encarga el control ampliamente mayoritario del Poder Legislativo. El primer poder del Estado estará desde julio próximo en sus manos y corre peligro cierto que en caso obtuviera el bastón de mando de la presidencia de la República, no se produciría la anhelada separación de poderes. No habría independencia en el funcionamiento de uno y otro poder y el país, en consecuencia, sería un mero observador de la inexistencia de límites a dichos poderes por medio de pesos y contrapesos. Un solo partido con amplia ventaja sobre la oposición, monopolizaría la actuación del Parlamento. Se registraría una anomalía política y no sería extraño que el mismo sea obsecuente. Ya ocurrió en la década de los noventa, con los resultados vergonzosos que han olvidado quienes con su voto lo han decidido de esa manera. La falta de apego de la mayoría oficialista por la legalidad constitucional, permitió que se dictaran sin escrúpulos, lo que se conocieron como “leyes sorpresa”.
Es cierto que la candidata del fujimorismo ha expresado que no volverá a ocurrir lo que aconteció durante la autocracia de su padre. La experiencia demuestra, sin embargo, que eso no pasa de ser un saludo a la bandera. De boca para afuera se dicen muchas cosas bonitas. Todo será distinto cuando llegue la hora de la verdad y, entonces, el primer frente de oposición cumpla con poner en práctica la voluntad de una actuación “firme y fiscalizadora”. Frente que, por lo demás, va al congreso unicameral con una agenda de cinco puntos: reforma electoral, lucha contra la corrupción, recuperación de recursos naturales, nueva ley de trabajo e igualdad de derechos. Muchos nos preguntamos si la bancada oficialista, acatando disciplinadamente las órdenes de Palacio de Gobierno, dará pase a tal agenda, con todas las consecuencias de orden político que traería en forma consiguiente.
A estas alturas y recordando lo escrito por expertos en la materia, con referencia al primer fujimorismo, en la práctica una mayoría oficialista en el Parlamento unicameral, solo sirvió para que se negara, “sistemáticamente, a ejercer su función constitucional de fiscalización y control de los actos del Ejecutivo”. Ahora, así como ayer es muy probable, agregamos, con el pretexto de “gobernar y no hablar mucho”, es casi seguro que las comisiones investigadoras no cumplirán con su rol, brillarán por su ausencia, hasta que asuman la repudiable costumbre de dejar impunes hechos penados por la ley y que demandarán una urgente intervención parlamentaria. Todo ello sin olvidar que un congreso unicameral, abusando de su mayoría absoluta, que no necesita de apoyos ni de alianzas, vuelva a repetir su falta de tolerancia, su rechazo al diálogo y consenso, tan importantes en una verdadera democracia, tan indispensables en una sociedad donde se respeta la libertad de ideas y en donde deben darse leyes que sirvan para el progreso de la nación.
¿Cuál de las candidaturas serán realmente de beneficio para el país? No hay forma de negar que existe una crisis y que ella, pese a los esfuerzos por ocultarla, es el resultado de las dinámicas generadas por el conjunto de procesos que han conformado las políticas neoliberales. Sin cambios sustanciales en las lógicas productivas y distributivas actuales, persistirán las fosas sísmicas que hacen tan inestable social y ambientalmente la economía que hoy nos domina. Los electores tienen la palabra para decidir quién se empodera: ¿una suerte de fascismo neoliberal o un capitalismo maquillado, pero salvaje, al fin y al cabo?

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