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jueves, 17 de mayo de 2012

¿QUIÉN IBA A PENSAR QUE LA FIGURA DE MICHELLE BACHELET PROVOCARÍA UNA GUERRA?

Por Walter Krohne

La guerra está ya declarada y parece que no hay vuelta atrás, al menos por ahora. La figura central de estas profundas desavenencias entre la Alianza y la Concertación es nada menos que la suave y carismática ex Presidenta Michelle Bachelet.

Los detonantes de esta crisis profunda son la encuesta Cep y las declaraciones de la fiscal Solange Huerta. El primero, el sondeo de opinión, le dio a la ex mandataria una abrumadora mayoría y apoyo ciudadano para el caso que desee volver a postular al cargo de la Primera Magistratura nacional. Sólo frente a la pregunta de ¿a quién le gustaría tener como Presidente el 2013?, la respuesta de los chilenos fue clara y contundente: Bachelet con 51 por ciento.

Este resultado anuló de un solo golpe a los tres pre-postulantes aliancistas –Golborne, Allamand y Matthei- que en conjunto obtuvieron sólo un 10% como también al progresista Marco Enríquez-Ominami que logró un cerrado 2 por ciento. El mejor parado es Laurence Golborne con un 7%.

Si confiamos en esta encuesta, no hay donde perderse. La Concertación podría volver al poder sin haberse esforzado para nada en la elaboración de un programa nuevo y convincente con el cual poder entusiasmar otra vez a los electores. El dicho de algunos viejos políticos de que ser oposición es más difícil y estresante que estar en el poder, parece no afectar a la Concertación.

Para la Alianza, este resultado fue demoledor, porque dentro de los partidos que la componen existe la idea fija de que hay que ganar las próximas elecciones para poder completar el programa iniciado por el Presidente Piñera. Pocos chilenos captan realmente en qué consiste este programa, pero todo parece indicar que la cuestión va por el camino que más entusiasma a la derecha como es el crecimiento económico, aunque Chile entero se muera de hambre por los precios impagables de los alimentos, se hunda en la mediocridad por los costos de la educación y la salud o padezca el “síndrome de la desigualdad” por falta de oportunidades.

Como segundo detonante se mencionan las palabras de la fiscal Solange Huerta, quien está a cargo de investigar las responsabilidades en la toma de decisiones durante la tragedia del F27 que costó la vida a 156 personas e hizo desaparecer a otras 50.

Huerta explicó que Michelle Bachelet no tenía responsabilidad penal por su rol de vocería que le asignó el Plan Nacional de Emergencia en su calidad de Presidenta de la República, siendo la máxima autoridad en una catástrofe, en términos de mando, el ministro del Interior o el subsecretario. Como el titular del Interior estaba en su campo en el sur, el mando recayó en el subsecretario Patricio Rosende, quien hoy está formalizado como imputado y no así el ministro de defensa ni otros personajes del Gobierno, que también estuvieron esa noche en la Onemi, pero que la ley no les asigna ninguna responsabilidad en la toma de este tipo de decisiones. Mala suerte para Rosende, porque en otra forma hubiese estado otro personaje sentado en el banquillo de los acusados. Tampoco era necesario que Bachelet concurriera a la Onemi, ya que perfectamente podría haber permanecido en el Palacio de La Moneda recibiendo toda la información para comunicarla.

Los dos detonantes alarmaron a la Alianza por el Cambio porque quedaron frente a una figura casi invencible y los tres candidatos presidenciales potenciales que tiene, que podrían ser cinco si a la lista le agregamos a Pablo Longueira y a Carolina Schmidt, no les servirían de nada en caso de una contienda electoral con las características mencionadas y menos cuando el apoyo actual de este gobierno como también del Presidente oscila entre un 24 y 26 por ciento.

Los aliancistas no vieron entonces ningún otro camino que no fuera el de las hostilidades. A los más sagaces se les ocurrió afinar al máximo el sonido del video que filmó el camarógrafo Jorge Tapia Vidal en la fatídica noche en las oficinas de la Onemi, logrando aclarar las secuencias en que Bachelet plantea restringir cierta información para no “aterrorizar” a la población y recibe consejos de su asesora María Angélica Alvarez, la Jupi, para no hablar de tsunami en forma general y limitarse a Juan Fernández, que ya había sido arrasado por el mar, sólo como un suceso puntual, especial o único.

Todo esto ocurría en las lóbregas oficinas de la Onemi cuando las olas de veinte a treinta metros ya ingresaban o ya habían ingresado, castigando sin perdón a numerosas ciudades costeras entre San Antonio y el Bío Bío, y destruyendo masivamente puntos importantes como el puerto naval de Talcahuano y la ciudad de Constitución.

En otras palabras, como dijo hoy Francisco Vidal, se tomó “la decisión” de destruir o aniquilar políticamente a Bachelet de por vida a fin de dejar el camino libre para la derecha chilena. Acción siniestra o no, pero se hizo y se seguirá haciendo.

Tampoco hay que desconocer que frente a estos hechos la Concertación actuó en forma precipitada, al declarar la guerra ante un escenario que hoy fue también aclarado por el fiscal nacional Sabas Chahuán al decir que “el video afinado” no era novedad y que no iba a cambiar el curso de la investigación.

Retirarse de la Comisión Investigadora de la Cámara parece haber sido un error porque las luchas con el enemigo deben hacerse frente a frente, especialmente cuando se trata de blindar a un personaje como es la ex presidenta Bachelet. Tampoco se entiende bien la actitud de un grupo de parlamentarios de la DC que prácticamente dieron el vamos a esta declaración de guerra, protegiendo en el fondo a una potencial candidata de filiación socialista y contradiciendo su propio objetivo, como es que el próximo candidato presidencial del conglomerado de centro izquierda sea un democristiano.

Sin intentar buscar segundas lecturas a todo lo que está sucediendo, ciertamente hay muchas aristas de esta guerra que deben ser aclaradas con argumentos contundentes. Al menos sabemos que las elecciones presidenciales del 2013 ya comenzaron.

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