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miércoles, 1 de septiembre de 2010

¿Qué pasa en Chile con las matemáticas?


Por Eugenio Alvial Díaz


En nuestra época de estudiantes, los profesores de matemáticas, la gran mayoría, estaba rodeado de un halo de adustez e inflexibilidad que parecía que, en cualquier momento, iban a salir de su respetable organismo, rayos y centellas.

Curiosamente, el prestigio del profesor entre los alumnos, estaba basado en lo temible de su presencia y no en su maestría pedagógica. Que estupidez.

Tenemos la impresión, aunque nunca hemos hurgado en el tema, que hay razas que están mejor dotadas que otras para el aprendizaje y ejercicio de las matemáticas, parece que nuestra población no está dentro de las que apadrina Pitágoras.

Ante esa especie de aversión a sacar cuentas, que demostrábamos, el profesor de matemáticas nos decía: “las matemáticas los perseguirán hasta que mueran, porque los van a enterrar en un paralelepípedo recto de base rectangular”.


Y es cierto. Los números nos siguen día y noche, a todas partes, sin parar: ¿cuándo nació?, ¿cuánto pesa?, ¿cuál es su Rut?, ¿qué hora es? ¿qué fecha es hoy día?, números, números y más números. Pero estos números son fáciles, lo complicado viene cuando hay que hacer artilugios con ellos, por ejemplo, resolver un problema usando la regla de tres compuesta o desarrollar el cuadrado de un binomio, o calcular cuántos metros cuadrados mide el cilindro X, etc.

Con el debido respeto que nos merecen los antiguos pedagogos, la táctica que se empleó no fue afortunada, en vez de sembrar el terror entre los alumnos, los resultados hubieran sido distintos si el profesor hubiera proyectado una imagen amistosa y comprensiva ante las decenas de interrogantes que exhibían los educandos frente a los verdaderos jeroglíficos numéricos.

Creemos que habría que haber “vendido” las matemáticas, vale decir, seguir la enseñanza de Sócrates que decía: “la verdad no yace en mi, si no que en ti” y los profesores habernos convencido que éramos capaces de resolver una ecuación de segundo grado y evitar que muchos nos refugiáramos en las Letras humanistas.

Estimamos que un país de poca población como es Chile, debe equilibrar su menor demografía con un buen desarrollo tecnológico y científico, a fin de compensar el bajo mercado interno con una variada e importante exportación de productos de primera línea y como consecuencia tener una buena fluidez social, al estilo de los países escandinavos.

Está pendiente del Estado, fijar los métodos y los planes para promover la enseñanza de las matemáticas desde una perspectiva eficaz y moderna, no olvidando que las universidades deben formar más y mejores investigadores, técnicos y científicos bajo esta nueva proyección.

Al analizar un poco más a fondo las causas de nuestra poca destreza matemática, habría que consignar una especie de segregación para los números. Por ejemplo, cuando un individuo, medio sabe leer y escribir, se dice que es semi analfabeto, pero para una persona que apenas puede realizar algunas operaciones aritméticas, no hay denominación; tal vez debería llamársele “anumérico”

En realidad existen dos lenguajes, el de las letras y el de los números. Esto que es de perogrullo lo entendieron en la práctica civilizaciones tan antiguas como la que precedió a Sumeria, o las de Caldea, Babilonia, Egipto, China, Árabes, Mayas, Incas, Griegos, los que aportaron al desarrollo del hombre, obras arquitectónicas monumentales o instrumentos de medición matemática de alta precisión, léase escuadras, escalímetros, cartas astronómicas, ábaco, quipus, anullo, kamal, etc.

Dado el actual desarrollo científico y técnico de los países avanzados, a nuestro país no le queda otra alternativa que recuperar tiempo y espacio perdido y para ello planteamos lo siguiente:

El Estado debiera crear bajo su tutela económica y supervisión el Instituto Nacional de Ciencias Matemáticas, donde puedan concurrir, en forma gratuita y obligatoria, todos aquellos estudiantes de Básica o Media que tengan mal rendimiento en este ramo, que abarca como sabemos, aritmética, geometría, álgebra y trigonometría. Este status no quita que bajo esta misma institución se pueda desarrollar estudios y proyectos de matemáticas superiores.

Dicho instituto debería tener sedes en las principales ciudades del país y estaría integrado por profesores especialmente entrenados, de alta calificación y vocación pedagógica, de tal suerte que los alumnos no se encuentren en las sedes con mansiones del terror, si no que recintos donde los reciban con agrado e interés y donde les demuestren que cada cual es capaz de empezar a dominar las matemáticas y así también poder aumentar su autoestima.

Creemos que esta en una forma válida y positiva de hacer revolución.

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