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domingo, 19 de septiembre de 2010

Conflicto mapuche: Del pensamiento lineal al pensamiento lateral

¿Por qué el conflicto mapuche se empantana en rencillas que Chile está en capacidad de resolver con una mínima buena voluntad?
Simplemente porque se permanece en trincheras de poder que clausuran las puertas laterales y se deja abierta sólo la puerta de la acción frontal, a la que están dirigidas todas las baterías, las que exigidas en toda su prepotencia podrán aniquilar a ese molesto enemigo, si es que cae en la trampa, que con tanta habilidad le hemos tendido. Entonces no queda más que esperar agazapados y con los dedos en el gatillo.


Por
Hugo Latorre Fuenzalida

Estamos acostumbrados a actuar en base a una lógica lineal. Desde los griegos hasta los romanos, desde Descartes hasta Russel, nuestros estadistas y políticos en general operan con este bagaje mental, ocasionando inconmensurables conflictos que se prolongan en el tiempo.

Europa vivió enredada por centurias en estos líos por territorios, por herencias monárquicas, por sucesiones y por tonteras inexplicables para el hombre, más relativista del siglo XXI, que comenzamos a ser todos nosotros.

Las religiones no lo han hecho mejor: millares de muertos en nombre del “Dios de la vida”, lo que hace ver que el pobre Creador ha debido derivar en un Ser “absconditus”, justamente para no aparecer responsable de estos desaguisados de sus “ministros” (administradores) terrenales.

El problema del pensamiento unidimensional, que aqueja a la humanidad como enfermedad “sacer” (sagrada), es que se acompaña del sentido excluyente propio del pensamiento unilateral. Esta realidad no moderna del pensamiento moderno, de creer en las verdades únicas, y que los postmodernos se están encargando de echar por tierra, claro que con dudoso éxito todavía, es la causante de las instaladas conflictividades que atormentan a este “aprendiz de hechicero” que será el hombre, al parecer, mientras exista. Goethe, en su “Fausto”, en la parte inicial, llamada “Diálogo en el Cielo”, hace decir al Dios: “Mientras el hombre habite la Tierra, yerra.”

Es que el hombre pretende ser un émulo de la Divinidad: el “seréis como Dios”. Esta pretensión infecta el alma de los gobernantes desde siempre. Los viejos déspotas se sintieron inspirados por los dioses (los griegos fueron más discretos); los Césares ya se subieron a las posesiones divinas y los monarcas de Occidente actuaron en nombre de Dios, es decir como sus representantes.

Luego que llega la modernidad, los déspotas se mueven e imperan en nombre de la verdad ideológica, racial y hasta cultural. En fin, en ese juego de absolutos se producen dos guerras mundiales de dimensiones apocalípticas, hasta culminar con ataques atómicos sobre población civil.

Desde entonces, los conflictos no han cesado, pero el mundo ha seguido aplicando una lógica lineal y unidimensional. De hecho la guerra fría se resuelve no por un nuevo enfoque del problema sino por la auto-derrota del sistema más débil. Europa que fue desmantelada de sus imperios y quedó aniquilada por los conflictos de 20 siglos, aprendió desde entonces a vivir en armonía, buscando anular por el “pensamiento lateral” los conflictos nacionales y étnicos más complicados. Ahora opera casi como una sola unidad y las guerras han desaparecido de ese impenitente sepulturero que fue la Europa histórica.

El “deux ex machina” del industrialismo capitalista, hace bajar a Dios hacia el materialismo contruccionista , de la sociedad afanosa que se inicia en el siglo XVIII. Esta nueva divinidad del progreso y lo moderno, viene a cobrar tantas víctimas como los antiguos dioses épicos. Los modernos industrialistas se sienten con el “derecho divino” al pasotismo, es decir a pasar por encima de todo cuanto se oponga o resista sus impulsos y desenfrenos.

Todo el progreso moderno debe seguir una sola dimensión: acumular bienes, consumir bienes y sacrificar tiempo de vida al dios insaciable que, cual Saturno, termina por devorar a sus propios hijos.

No aparece el pensamiento alternativo; ese que permite mirar la vida y los problemas desde otra perspectiva; el pensamiento que da el rodeo, como Ulises ante Escila y Caribdis, como Jesús en su “Dad al César lo que es de César”, como el emperador romano Constantino, que asume el cristianismo como religión oficial y logra de esa manera extender la influencia evitando conflictos; como Deng Siao Ping y su “Poco importa el color del gato, con tal que cace ratones”; o como Gandhi en su viaje hasta el océano para extraer la propia sal. A propósito, el mismo Gandhi dijo una vez: ”En la Tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto para satisfacer la avaricia de algunos”.

Cada uno de ellos impuso una revolución cambiando el eje del conflicto lineal por otro tipo de confrontación: con nuevas armas, con las herramientas inesperadas, esas que producen la inflexión del eje del espíritu.

¿Por qué en el Medio Oriente no se resuelve un problema que se arrastra por décadas?

¿Por qué Chile y Bolivia no son capaces de resolver un tema que impide recorrer caminos de ayuda y cooperación para avanzar a más elevadas exigencias en el desarrollo que requieren ambos países?

¿Por qué el conflicto mapuche se empantana en rencillas que Chile está en capacidad de resolver con una mínima buena voluntad?

Simplemente porque se permanece en trincheras de poder que clausuran las puertas laterales y se deja abierta sólo la puerta de la acción frontal, a la que están dirigidas todas las baterías, las que exigidas en toda su prepotencia podrán aniquilar a ese molesto enemigo, si es que cae en la trampa, que con tanta habilidad le hemos tendido. Entonces no queda más que esperar agazapados y con los dedos en el gatillo.

Hasta ahora los gobiernos han mirado un solo lado del problema, y es el lado del poderoso, sin considerar lo que Plutarco dijo una vez: “La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre; pero el oro no apaga jamás la avaricia”. Los que ya han despojado y se han apropiado, siempre buscan más y más poder y riqueza, sin caer en la cuenta que aquellos despojados un día reaccionarían.

Los saltos cualitativos en las realidades conflictivas, se dan con mirada superior, con astucia y con desafiante fe en el cálculo de las mejores posibilidades. No se trata de ser inocente y poco previsor, pero sí se debe buscar con inteligencia el cambio sustancial del estado de empantanamiento y de desgaste. Llegar a una salida constructiva, alternativa, de esas que inauguran nuevas épocas, nuevas lógicas y nuevos compromisos, exige talento, fe y valor.

Tal vez esos son las cualidades que están ausentes en la política chilena desde hace muchos años.

El rabí Goldman señala: “La usura está condenada en la tradición bíblica, si bien no existe entre nosotros la idea del ascetismo, porque hay que vivir bien la vida, pero no a costa de otros, de pisarle la cabeza a los semejantes. En la tradición judía hay una gran insistencia en la justicia social, lo que llamamos” tsedaká”, que no tiene que ver con la caridad sino con la transformación de una sociedad injusta , en la cual todos puedan vivir acorde con un sentido de dignidad. Hay que lograr una sociedad decente, que es aquella que trata con dignidad a todos.”

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